Las reuniones que han tenido esta semana la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo confirman que la política monetaria sigue en la dirección adecuada: cada vez es menos expansiva. Un movimiento gradual que es posible gracias a una inflación controlada y a que el mayor crecimiento económico no está repercutiendo en subidas sensibles de los salarios. En este sentido, lo más positivo de las reuniones de esta semana fueron las revisiones al alza de las previsiones de crecimiento realizadas tanto por la Fed como por el BCE.
Subida de tipos en EEUU
El miércoles, la Fed no defraudó y volvió a subir el tipo de interés de intervención en un cuarto de punto, dejándolo en el 1,5% anual. Los dos principales indicadores que sigue de cerca la Fed son la inflación medida por la variación del IPC y la tasa de paro. Pues bien, el crecimiento del IPC se situó en noviembre en el 2,2% anual frente al 2% de octubre. Una subida que estuvo motivada principalmente por la escalada de los precios de los combustibles, que registraron un alza del 7,3%. En cambio, la llamada inflación subyacente, que excluye a la energía y los alimentos frescos, se desaceleró pasando de un 1,8% en octubre al 1,7% en noviembre: tres décimas por debajo del objetivo. Las proyecciones estimadas por la Fed para 2018 prevé un crecimiento del PIB en 2,5%, el mismo que en 2017; mientras la tasa de desempleo puede bajar desde el 4,1% de la población activa del mes de noviembre hasta el 3,9% de media el año que viene.
Por tanto, a la situación de estabilidad de precios se ha unido un mayor crecimiento económico, fuerte caída del desempleo y el aumento de la contratación. Así, durante el mes pasado en EEUU se crearon 235.000 empleos, una cantidad que está por encima de lo que esperaban los analistas y la tasa de paro se redujo al 4,1% (mínimo desde el año 2000). En el futuro no se puede descartar que en EEUU se cumpla la vigente curva de Phillips, que sostiene que si el desempleo cae por debajo de su tasa natural (que está situada en el 4,5%), la escasez de mano de obra y de otros recursos elevará los salarios y los precios.
El BCE reduce las compras
En la Unión Económica y Monetaria (UEM), la situación económica es muy diferente a la de EEUU, a pesar de que el IPC ha crecido en noviembre una décima, situándose en el 1,5% en tasa anual. Sin embargo, la subyacente se mantuvo muy baja y estable: 0,9%. Esta ligera subida del IPC se debe a la evolución de los precios del petróleo, lo que descarta una subida permanente de la inflación. Sin embargo, pese a la estabilidad de precios, el BCE ha confirmado que irá retirando de forma gradual y sin prisas los estímulos expansivos. Seguirá comprando bonos en la zona euro, pero cada vez en menor cuantía, pasando de 60.000 millones de euros al mes a 30.000 millones a partir de enero. Compras que mantendrá hasta septiembre del año que viene. Y es probable que a partir de octubre comprará menos: 15.000 millones y sólo hasta diciembre; por tanto coincidiendo con el final de 2018 se dará por finalizado el programa de compras de activos. Eso quiere decir que el balance del BCE se empezará a reducir a medida que vayan venciendo los bonos que tiene en su cartera, y con ello la base monetaria. Los tipos de interés se mantendrán en el 0% por un periodo de tiempo prolongado y, en todo caso, no se moverán hasta que no termine el programa de compra de activos. De la reunión del BCE del jueves se puede concluir que se seguirá la política monetaria menos expansiva y que a medio plazo podrá haber subidas en los tipos de interés. Los tipos tendrán que empezar a subir entre otros motivos porque si se agotase la fase expansiva del ciclo económico, el BCE tendría pocos grados de libertad para poder bajarlos y expandir la economía.
Estabilidad de precios
Mientras tanto, la débil inflación la UEM sigue sin tener una correspondencia con la fortaleza que está alcanzando su economía. La inflación podría empezar a subir a medida que siga aumentando el crecimiento económico y el empleo y siga reduciéndose la capacidad productiva ociosa. De hecho, se estima que el crecimiento de la economía de la zona euro para este año, del 2,4%, será el mayor en 10 años. El BCE ha revisado al alza las previsiones de crecimiento económico para 2018 del 1,8% al 2,3%, y las de 2019 del 1,7% al 1,9%, pero reconoce que es muy posible que el crecimiento puede ser mayor y que se revisen al alza estas previsiones. A pesar de que el crecimiento de la UEM se anima, la situación sigue siendo muy diferente a la de EEUU, también porque la tasa de paro en Europa sigue estando a niveles altos, aunque se reduce paulatinamente. En ocho años, EEUU ha sido capaz de reducir su tasa de paro desde el 10% en 2009 hasta el 4,1%, mientras que la UEM la ha ido bajando lentamente desde el 11% hasta el 8,7% actual. Una tasa de paro elevada que refleja el persistente mayor crecimiento de EEUU frente a la zona del euro y la necesidad que tiene Europa de reformas estructurales.
Toda esta información (inflación, desempleo y crecimiento económico) apunta a que la UEM avanza, de forma gradual, hacia una situación económica más halagüeña. De ahí que resulte importante no tomar decisiones de política monetaria aceleradas dado que la inflación subyacente no supera todavía el 1%, lo que nos muestra que la inflación actual viene jalonada por los incrementos en los precios de la energía y de los alimentos.
Así las cosas, sabemos el camino que están tomando las políticas monetarias, pero lo recorren a un ritmo muy lento. Parece que, a partir de ahora, la normalidad monetaria será diferente a lo que estábamos acostumbrados en décadas pasadas. La inflación seguirá en niveles bajos, los tipos de interés subirán lentamente hasta alcanzar el 3% en EEUU en 2020 (para la UEM no hay horizonte temporal para ese objetivo) y el tamaño de los balances de los bancos centrales tardará muchos años en tener la pequeña dimensión a la que nos tenían acostumbrados antes de la crisis. Por tanto, durante el año 2018 los bancos centrales seguirán teniendo una gran influencia y protagonismo en la evolución económica de los países.