Pensaba Orwell que el lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades. Y, en una fría mañana londinense, Sherlock Holmes le explicó al doctor Watson que lo que uno hace en este mundo no tiene importancia; lo relevante es lo que haces creer a la gente que has hecho. No sé si Conan Doyle estaría pensando en los políticos cuando escribió estas palabras, pero no cabe duda de que una de las características más importantes de la actividad política es el uso continuo de imágenes e interpretaciones de los hechos que presenten a los gobernantes de forma favorable ante la gente. Se trata, en esencia, de convencer a los votantes de que la realidad coincide con la visión que el político les transmite, sin preocuparse demasiado de que las cosas sean de otra manera.
Un ejemplo claro de este tipo de estrategia lo encontramos en la interpretación que ha hecho el Gobierno de los datos de la encuesta de población activa del primer trimestre de 2019, que hemos conocido hace unos días. Los datos que ofrece la encuesta son malos, sin lugar a dudas. Se ha destruido empleo en mayor cuantía que en el mismo período de años anteriores, el paro juvenil y el paro femenino han crecido (primeros efectos, tal vez, de la subida del salario mínimo) y, lo que es más importante, tras varios años de crecimiento a tasas bastante elevadas la economía española sigue teniendo un nivel de paro muy elevado -14,7% (lo que permite prever un desempleo preocupante a medida que se vaya consolidando la desaceleración que poca gente niega ya en estos momentos).
Pero esto no se puede decir, especialmente en período electoral. ¿Qué hacer entonces? Fácil: se buscan otros datos que resulten favorables. No se habla de los resultados del último trimestre y se compara la situación actual con la de hace un año. “¡Los resultados son muy buenos!”, se dice desde el Gobierno. Y si la realidad no confirma esta consigna, peor para la realidad.
La primera regla para solucionar un problema es realizar un buen diagnóstico. Cuando se niegan los hechos, la política económica va, necesariamente, por el camino equivocado. Pasó ya en 2008. ¿Volverá a ocurrir en 2019?