España, pese al ritmo de crecimiento registrado, presenta una serie de vulnerabilidades que la exponen más ante posibles deterioros futuros de la economía. Alemania, con un 0,6% de crecimiento, ha conseguido reducir su desempleo dentro del pleno empleo.
La situación para España, a nivel coyuntural, es, como poco, compleja. La economía española, aún presentando una mayor robustez en los ritmos de crecimiento en contraste a otras economías de referencia de la Unión Europea, sigue mostrando una serie de vulnerabilidades que impiden la autocomplacencia del gobierno español en materia económica. Una autocomplacencia que, de darse, se encuentra totalmente fuera de lugar.
Y es que, en los últimos meses, estamos viendo cómo el Gobierno sigue en su insistencia de recalcar unos ritmos de crecimiento que, puestos en contraste con otra serie de macroindicadores, no reflejan ninguna razón para ser optimista con nuestra economía, más allá de indicadores de crecimiento. Una serie de indicadores que, de acuerdo con el último informe de la oficina estadística comunitaria -Eurostat-, sitúan a España en un lugar privilegiado, entre los países más debilitados y arriesgados.
En estos momentos, España muestra una situación en la que los crecimientos, como me gusta decir, poco se ajustan a la realidad del país. En base a estos crecimientos estamos atendiendo a afirmaciones tan desacertadas como falsas, en las que se intenta transmitir el mensaje de una gran robustez de la economía española frente a economías como Alemania o Reino Unido, donde los crecimientos son bastante inferiores a los registrados por España.
Sin embargo, estas afirmaciones, valga la redundancia, no solo muestran un engaño bastante desacertado, sino que alientan en un optimismo y una falsa percepción de la situación que atraviesa el país. Situación que, por otra parte, se puede observar en el país de forma constante. Y es que, las vulnerabilidades que atraviesa el país, pese al crecimiento registrado durante el año pasado, siguen estando muy presentes. A la vez, el dinamismo en los crecimientos, en contraste con años anteriores, muestra un claro agotamiento al final del ciclo expansivo.
En primer lugar, basta con contrastar los crecimientos registrados y los pronósticos con los de años anteriores, en la serie histórica, para darnos cuenta de la clara línea de desaceleración que, en conjunto con el resto de economías comunitarias, está sacudiendo a los crecimientos en España. Mientras que estábamos creciendo a ritmos cercanos al 3% hace dos años, la economía española cierra 2019 con un crecimiento del 2%, y dando gracias a un mejor comportamiento de las exportaciones durante el último cuarto trimestre, permitiendo situar el indicador, finalmente, en la línea del 2%.
De acuerdo con los pronósticos, este crecimiento seguirá moderándose en 2020, con unas previsiones que arrojan un 1,6% para el crecimiento del año vigente, persistiendo la línea de desaceleración que comentábamos. También para 2021, donde las previsiones del Gobierno muestran otra nueva moderación, que situaría el crecimiento español en el 1,5%, una nueva rebaja, al menos, en contraste con las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que para 2021 situaba el crecimiento en el 1,6%.
Como podemos observar, los crecimientos en España continúan moderándose y, mostrar un 2% como si se tratase de una expansión económica me parece un completo error. Los crecimientos, puestos en contraste con años anteriores, no muestran, ni mucho menos, una expansión de la economía española. Muestran una clara desaceleración que, conforme avanza la maduración del largo ciclo expansivo que hemos atravesado, la moderación se hace más intensa.
Pero no es esta la única mentira. En segundo lugar, y puesto que nos debería preocupar mucho más, se está haciendo mucho hincapié en un mejor comportamiento de la economía española frente a otras economías de la Zona Euro. Para poner un simple ejemplo y con el que vamos a poder comenzar a entender la situación de forma objetiva. Alemania, dentro de unos parámetros de pleno empleo, ha conseguido, con un crecimiento final del 0,6%, reducir su nivel de desempleo en el pasado año, incluso, como decía, dentro de unos parámetros de pleno empleo -muy por debajo del 5%-.
Reino Unido, con un crecimiento muy escaso y contando con un proceso de Brexit que ha sucumbido al país en una incertidumbre máxima, también ha conseguido cifras de empleo record. Unas cifras de empleo que han descendido desde el 4% hasta el 3,6% en el último año, situando el desempleo en el país anglosajón en unos parámetros de gran solvencia para posibles deterioros en el mercado laboral, precedidos por un posible impacto negativo del Brexit, o una mayor desaceleración de la economía.
España, muy al margen, con un crecimiento del 2% en su economía, no ha sido capaz de reducir una tasa de desempleo que se situaba en el 14,2% por debajo del 13,8%. Una cuantiosa cifra de parados que, de darse un mayor deterioro en los crecimientos, nos deja claramente expuestos y ante un problema de envergadura nacional. Un problema que nace con paro estructural elevadísimo, pero que sigue con unas políticas que, de aplicarse, podrían tener un efecto acumulado, en el que el deterioro de la economía y las políticas produjesen un efecto doble en la destrucción de empleo.
Como con el empleo, podríamos meter la deuda, así como otra serie de variables en las que incluso podríamos destacar el peso de las empresas y su tamaño, a diferencia del de España. Sin embargo, por matizar y concluir, lo que es necesario -y desde ya- es huir de discursos autocomplacientes, en los que tratamos de mentir a los ciudadanos, y engañarlos, ofreciéndoles una España de mejor calidad que una Alemania o Gran Bretaña. España sigue expuesta a muchas vulnerabilidades y, pese a los crecimientos, seguimos muy por debajo de nuestros homólogos.