Existe una opinión prácticamente generalizada de que la actividad económica de España está teniendo, en esta primera mitad del año, un comportamiento espectacular. Habría que remontarse al primer semestre de 2006 para encontrar uno mejor. Por ese motivo, se están revisando al alza las previsiones de crecimiento económico y está aumentando el empleo (en los últimos doce meses en casi 700.000 afiliados más). A tenor de los datos, debemos reconocer que las proyecciones económicas han sido, en ocasiones, demasiado pesimistas. Ahora, en cambio, parece que la percepción de los economistas y organismos internacionales sobre nuestro futuro está cambiando a mejor.
Así lo hizo la semana pasada la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que estimó que en este año se producirá un aumento del PIB del 2,8% (tres décimas más de lo que había previsto) y que, en 2018, será del 2,4% (un alza de dos décimas). Esta semana le tocó el turno a la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) y al Banco de España: han mejorado sus previsiones de crecimiento para 2017 hasta situarlas por encima del 3%.
También el Servicio de Estudios del BBVA revisó al alza el crecimiento de este segundo trimestre, situándolo en el 1%, que es superior al que se registró en el primer trimestre, que fue del 0,8%. En términos anualizados (multiplicando el dato trimestral por cuatro, tal como se hace en Estados Unidos) el PIB habría aumentado en este segundo trimestre un 4%, que es el ritmo de crecimiento más rápido desde que comenzó la crisis. Si se cumplen estas estimaciones, los años 2015, 2016 y 2017 serían el mejor trienio consecutivo de crecimiento desde la serie 2005, 2006 y 2007. Si tal como se prevé el crecimiento del PIB superara este año el 3%, rebasaría en un punto porcentual a la media de la zona euro, y duplicaría el promedio de Alemania, Francia e Italia. Esto quiere decir que, con el paso del tiempo, el conjunto de la población española está aumentando su nivel de vida y acumulando más recursos para gastar en bienes de consumo y en la compra de viviendas.
EL AVANCE DEL SECTOR EXTERIOR
¿Por qué se están revisando al alza las proyecciones de crecimiento sobre España? Los principales organismos nacionales e internacionales se apoyan principalmente en las mejores perspectivas para la economía mundial gracias al crecimiento sincronizado de los países avanzados y de los emergentes. Así, la zona del euro crecerá este año por encima del 2%, su mayor ritmo desde el año 2010, y EEUU, según ha informado esta semana la Reserva Federal que preside Janet Yellen, lo hará a un ritmo del 2,2%, ligeramente por encima de las previsiones de marzo y mejor que el 1,6% del año pasado.
Este mayor crecimiento de nuestros clientes en el exterior está tirando de nuestras exportaciones, lo que están favoreciendo a su vez la transformación de nuestro modelo productivo. El peso de las exportaciones ha pasado del 23% del PIB en 2009 a un 33% en 2016. El número de empresas españolas exportadoras asciende ya a 149.000 (el 5% del tejido empresarial español), que es un 51% más que en 2007, de las cuales más del 33% fueron regulares (han exportado durante cuatro años consecutivos).
El avance del sector exterior y también el buen comportamiento del mercado laboral, del consumo y de la inversión han permitido recuperar los niveles de PIB anteriores a la crisis. Toda esta información está en concordancia con el aumento de los indicadores de confianza de los consumidores, inversores y mercados internacionales, quienes desde hace tiempo perciben que el futuro de la economía española está siendo cada vez mejor. Además, se reducen los desequilibrios: menos desempleo y menos déficit público.
Estas fortalezas de la economía española también se reflejan en la cuarta edición del Barómetro de los Círculos, publicado la semana pasada e impulsado por el Círculo de Empresarios. De entre ellas destacan el avance significativo en el mercado laboral y la mayor flexibilidad en la determinación de salarios tras la reforma laboral de 2013; nuestra localización geográfica; el tamaño del mercado nacional y su acceso a otros; la calidad de nuestras infraestructuras; y la potencia económica del español (4º idioma en el mundo según un estudio realizado por INSEAD). Pero también se espigan las debilidades que aparecen en medio de tan optimista panorama. De la revisión selectiva de los principales indicadores de competitividad (Global Competitiveness Report del World Economic Forum, World Competitiveness Yearbook del IMD y Doing Business del Banco Mundial) y de los 24 índices sectoriales elaborados por diversas instituciones internacionales se desprende una valoración débil: 1) del sistema financiero, principalmente por el escaso desarrollo de las fuentes de financiación alternativas, 2) del tamaño de las empresas, 3) del gasto en I+D y 4) de la eficiencia del gasto público.
LAS TAREAS PENDIENTES
En definitiva, el estudio mencionado muestra que todavía queda mucho por hacer. De ahí que el importante crecimiento económico que disfruta España no puede ser motivo de complacencia. Si realmente se quieren aprovechar las potencialidades que ofrece nuestra economía hay que seguir haciendo reformas estructurales. Por lo que se refiere a la mejora del tejido empresarial se debería:
a) Mejorar los sistemas de educación y formación, insistiendo en la Formación Profesional Dual. Muchos empresarios se quejan de que no encuentran en España mano de obra adecuada para cubrir sus vacantes; señal de que la cualificación de los trabajadores no se adapta a lo que demandan las empresas.
b) Aumentar la capacidad de las empresas para adaptarse a las nuevas tecnologías de producción como la impresión en 3D, vincularse en mayor medida a las cadenas globales de suministro, generando plataformas logísticas, y que éstas puedan aplicar las nuevas innovaciones relacionadas con la Inteligencia Artificial para, así, ser más competitivas.
c) Diseñar incentivos fiscales, laborales y regulatorios que incrementen el tamaño de las pequeñas empresas. Esta mayor dimensión de las unidades de producción facilitaría su internacionalización y el desarrollo tecnológico. No se debe olvidar que, entre las compañías pequeñas, la tasa de mortalidad es mucho más elevada, por lo que su crecimiento y fortalecimiento permitiría consolidar una economía más sólida y estable.
d) Desarrollar mecanismos financieros que apoyen proyectos basados en la innovación y el emprendimiento. Si realmente se quiere apostar por una economía sostenible y creadora de empleo duradero hace falta financiación. Es decir, fondos de capital riesgo que permitan seleccionar proyectos en fases tempranas que, a la larga, puedan convertirse en empresas competitivas.
ESTABILIDAD POLÍTICA
Si seguimos por ese camino, que es el de las reformas, la situación económica de España seguirá mejorando. Pero para eso también se precisa estabilidad política. En este sentido, sería de esperar que la previsible aprobación del sexto Presupuesto de Mariano Rajoy consolide una mayoría parlamentaria que permita fortalecer el crecimiento y la creación de empleo frente a la incertidumbre y el riesgo de inestabilidad que supone gobernar en minoría.