El acuerdo cerrado entre PSOE y Unidas Podemos es a priori una de las peores noticias para la economía española. Quizá solo una pandemia provocada por un virus desconocido o una catástrofe natural serían acontecimientos similares. Por sus programas económicos y sociales, el Gabinete socialpodemita será el situado más a la izquierda de todos los estados miembros de la Unión Europea y, salvo una profunda rectificación, su aplicación en todo o en parte tendrá efectos muy negativos y duraderos. En concreto agudizará la desaceleración en curso y conducirá a un escenario de estancamiento o recesión en un breve espacio de tiempo.
De entrada, las expectativas de las familias, de las empresas y de los inversores van a deteriorarse mucho más de lo que habían comenzado a hacerlo de acuerdo con todos los indicadores cualitativos durante los últimos trimestres. Buena prueba de esto ha sido la reacción del IBEX tras el acuerdo de investidura: el propio día del pacto la bolsa española se quedó rezagada de la del resto de Europa y, frente a las subidas de los mercados vecinos el español, bajó casi un punto, situación que se vio reforzada los días siguientes al acuerdo en los que la reacción ha sido más acusada cuanto más cercana se ve la materialización de la alianza con la consiguiente formación un Gobierno integrado por la extrema izquierda y un PSOE radicalizado y compitiendo con Podemos en quién puede lograr ser más populista.
Sin duda, la capacidad transformista, la proverbial versatilidad del líder del socialismo español podría traducirse en un giro de la política económica hacia la sensatez una vez consolidado en el poder. Esta remota pero débil opción cabe descartarse ante la presencia en el Gabinete de un partido populista de extrema izquierda (cuestión que se olvida con demasiada frecuencia), cuya agenda es un recetario perfecto para llevar cualquier economía al colapso. Dicho esto, las medidas de la plataforma programática de Unidas Podemos tampoco se alejan demasiado de la filosofía profesada por un socialismo a años luz de lo que fue en el pasado. El PSOE ha frenado el ascenso e inducido la caída de Podemos asumiendo buena parte (por no decir la mayoría) de sus propuestas.
El problema de una coalición gubernamental como la que se plantea es que sus integrantes se refuerzan en sus peores instintos, es decir, no existe ningún factor limitador o moderador de la propensión a gastar más, a subir los impuestos, a aumentar la intervención de la economía. Ello lleva en el mejor de los casos a una desaceleración rápida del PIB y, en el peor, a una crisis de un alcance imprevisible en términos de crecimiento y de creación de empleo. Esto es así, porque, con independencia de su color político, el ideario y las propuestas económicas y sociales tanto del PSOE como de Unidas Podemos son incompatibles con lo exigido por las circunstancias y lo prescrito por la teoría y la evidencia empírica.
Incrementar los impuestos y el gasto público, da igual la magnitud de ambos, tendrá efectos contractivos sobre el PIB, reduciría su crecimiento y se traducirá en una menor recaudación. En este contexto, la situación de las finanzas públicas empeorará de manera inevitable. Este mix de estrategia fiscal-presupuestaria es incompatible con la disminución del binomio déficit/deuda, con crecer y con reducir el paro/aumentar el empleo. No existe ni un solo estado de la OCDE en el que una política de esa índole haya funcionado durante los últimos 40 años, ninguno, y es improbable que el lema franquista “España es diferente” sea una hipótesis incapaz de materializarse.
Por otra parte, PSOE y Podemos plantean una contrarreforma laboral destinada a dotar de mayor rigidez al mercado de trabajo que es aún uno de los menos flexibles de la OCDE. Hacer esto en un país con una tasa de paro que duplica la europea, en una coyuntura bajista y con una evidente ralentización en el ritmo de generación de puestos de trabajo tendría efectos muy negativos. Si a ello se une la prometida elevación del SMI a 1.200 euros al mes, España volverá a convertirse en una enorme fábrica de desempleados. Tanto socialistas como podemitas se han comprometido a poner en marcha esas dos iniciativas.
En paralelo, la cruzada del socialismo hispano para combatir el cambio climático con un plan energético que hace abstracción de la realidad, se plantea objetivos muy superiores a los exigidos por la UE en un espacio temporal muy corto y cuyo impacto sobre el tejido social y empresarial será enorme se verá fortalecida por la presencia en el Gabinete de un partido cuya utopía verde solo tiene por meta dinamitar los cimientos del renqueante capitalismo español. Sin duda, sería posible extraer muchos más ejemplos del ingente número de ocurrencias insertas en los programas socialista y podemita, pero no parece necesario.
Alguien podrá considerar catastrofista esta sencilla radiografía y ojalá tenga razón. Sin embargo, su transformación en hechos solo lo impediría una renuncia o, para ser más precisos, una abjuración por parte de los coaligados de lo anunciado y, en el caso del PSOE, de lo acometido hasta el momento. En otras palabras, la izquierda debería renegar de los planteamientos económicos que la han conducido al Gobierno. Hace muchos años, con un considerable cinismo, un prócer socialista, el profesor Enrique Tierno Galván, afirmó: “Los programas electorales se hacen para no cumplirse”. Aquí y ahora, eso sería lo único que permitiría evitar un desastre económico.