La distancia entre republicanos y demócratas parece la más marcada de las últimas décadas. No parecen estar de acuerdo ni tan siquiera en lo que se refiere a una crisis como la del coronavirus, que afectará a todos los estadounidenses por igual, indiferentemente de si votan rojo o azul.
En lo que se refiere al Covid-19, hace un mes el virus representaba una crisis para los demócratas mientras que para los republicanos no era gran cosa. De acuerdo con una encuesta de NPR/PBS NewsHour/Marist, a mediados de marzo sólo el 40% de los republicanos creía que el coronavirus era una amenaza real, comparado con el 76% de los demócratas.
No cabe duda de que ahora las cosas han cambiado y la amenaza del Covid-19 es una realidad indiscutible para todos. Aunque todavía no por igual. En una encuesta nacional de Civiqs, se observa que el 31% de los demócratas estaba “extremadamente preocupado” por el coronavirus a comienzos de marzo.
Un porcentaje que ha aumentado hasta el 62% en la primera semana de abril. En cuanto a los republicanos, se aprecia un crecimiento del 5% al 26% durante el mismo periodo. En otras palabras, la percepción de la pandemia, aunque ha evolucionado, sigue siendo muy dispar entre ambos bloques.
En cuanto a lo que motiva esta disparidad, tanto en la marcada diferencia de opinión en un inicio y en la evolución de esta impresión a lo largo del último mes, destaca por su importancia el rendimiento de la economía estadounidense, en la que Trump ha depositado sus principales esperanzas de reelección como presidente.
Así, la buena marcha de la economía de Estados Unidos había sido el núcleo fundamental de la campaña de reelección, que ahora se vería perjudicada ante las desastrosas previsiones que tanto las instituciones estadounidenses como las internacionales, como el Fondo Monetario Internacional, que dan por sentada la recesión este año, así como el desplome en el empleo.
Esta circunstancia hizo que Trump alentara al optimismo ante el avance del Covid-19 en Europa, en contraposición con el alarmismo reinante desde un inicio en el bando demócrata. Sin embargo, mientras que los intereses son caprichosos, la realidad es incontestable y los síntomas de este auténtico colapso económico no están tardando en llegar.
Sin ir más lejos, en las dos últimas semanas de marzo, casi 10 millones de estadounidenses solicitaron beneficios de desempleo; una cifra in precedentes, ni siquiera en lo más cruento da la crisis de 2008. Y en la primera semana de abril esta cifra ha aumentado hasta los 16 millones.
Ante este panorama, Trump no tiene más opción que adoptar las medidas más acertadas de cara a salvar el máximo número de personas, ralentizando la velocidad del contagio y reforzando el tan criticado sistema sanitario estadounidense de material y personal para hacer frente a la pandemia.
Todo ello con el objetivo de que la economía se recupere, volviendo a los indicadores positivos con los que comenzó el año. Esa es la esperanza de los republicanos; que el crecimiento y el empleo se hayan recuperado hacia el final de este verano, pues de ello depende su reelección.
Por el momento, el debate está servido. Al enorme reto de lidiar con la pandemia se le une la incesante lucha partidista que ya se vio reflejada a raíz de la aprobación de un proyecto de ley de 2 trillones de dólares a raíz del brote, el mayor estímulo económico en la historia de Estados Unidos.
Si bien la mayoría de los republicanos, en particular los de tendencia liberal, y muchos conservadores, fiscalmente se preocuparon por mantener la ayuda limitada a los casos de desempleo real inducido por el Covid-19; los demócratas impulsaron la creación de pagos universales en efectivo y otras medidas de ayuda generalizadas.
Sin embargo, ante la presión de la emergencia sanitaria y económica, Trump quizá no tenga más remedio que adoptar medidas que difieren de la línea ideológica general de su partido, y encaminar sus propuestas hacia el estado de bienestar y las posturas socialdemócratas.
En esa línea ha de enmarcarse el anuncio del jueves pasado, por parte de la Reserva Federal, de la dotación de 2.3 billones de dólares en créditos destinados a sostener la economía, si bien hizo hincapié en que se destinarían especialmente a los afectados por la pandemia.
Unas medidas quizá necesarias, pero de las que los demócratas sacarán un gran partido, salvo que tengan un resultado verdaderamente positivo tanto en lo sanitario como en lo económico.
Si funcionan a duras penas, se estarán reafirmando en sus postulados económicos y si no funcionan heredarán un país desolado, pero en última instancia, suyo. Los próximos meses determinarán quién ocupará la Casa Blanca a fin de año y el coronavirus será el rival a batir.