Los datos de los últimos meses muestran, de forma clara, la mejoría de la economía espa- ñola, que registra, de forma sostenida, una tasa elevada de crecimiento del PIB y una reducción significativa del paro. Gustará más o menos la política económica del Gobierno; podrá pensarse que las cosas deberían hacerse de otra manera o que no se han realizado algunas de las reformas que más necesita nuestra economía. Pero no tiene sentido alguno afirmar hoy que la coyuntura es mala; y, menos aún, que estamos peor que en los años pasados.
Y, sin embargo, esto es lo que la mayoría de la gente parece creer… o, al menos, es lo dicen cuando se les pide que den su opinión; lo que no implica que sea lo que piensen realmente. Los datos del último barómetro del CIS son claros a este respecto. Cuando se pregunta a los encuestados por la situación de la economía española, la mayoría de la gente contesta que es mala o muy mala; y sólo un porcentaje muy pequeño opina que es buena. Y una mayoría significativa afirma que estamos incluso peor que el año anterior.
Podría pensarse que es sólo un problema de falta de información o de desconocimiento de los datos. Pero creo que la cuestión es bastante más compleja; porque la mayoría de los que opinan que las cosas están mal actúa en la realidad como si creyeran que hemos ido claramente a mejor. Los datos son contundentes en este sentido. El consumo ha crecido de forma sustancial y un buen indicador tanto de la coyuntura como de las expectativas, la compra de viviendas, se ha recuperado de manera evidente tras la caída que experimentó en la crisis. Existe, por tanto, una clara contradicción entre lo que la gente dice pensar y la forma en la que actúa.
Hay dos métodos fundamentales para tratar de saber lo que un determinado colectivo opina sobre un tema. La primera es preguntárselo. Se encuesta a un grupo representativo y se pide a la gente que manifieste sus preferencias u opiniones sobre alguna cuestión concreta. Los barómetros del CIS se basan en este método. Pero hay otra forma de obtener esta información: observar cómo la gente revela sus preferencias u opiniones con sus comportamientos; es decir, ver cómo las personas actúan, ya que tales comportamientos indican, en nuestro caso, cómo cada una valora su situación particular. Los economistas, por lo general, preferimos el segundo método. En una encuesta la gente puede opinar, en un sentido u otro por razones muy diversas; por ejemplo, porque el Gobierno le cae bien o mal, porque cree que es más correcto inclinarse por una determinada opción, porque en el ambiente está flotando la idea de que todo está muy mal, o muy bien, etc, etc. Decir una cosa u otra no tiene costes para el encuestado.
Costes del comportamiento
La idea de que es la acción la que realmente revela las preferencias se basa, en cambio, en el hecho de que un comportamiento inadecuado puede resultar muy costoso. Si alguien piensa que la economía va mal, reducirá su consumo porque preferirá tener un colchón de seguridad para los malos tiempos que se avecinan; y no se comprará un piso, porque tendrá dudas con respecto a la posibilidad de pagar su préstamo hipotecario en el futuro. Es decir, aunque emitir opiniones equivocadas no tenga costes, actuar de forma equivocada sí los tiene; y la gente será mucho más precavida en lo que hace que en lo que dice.
Esta interpretación escéptica de algunas encuestas tiene muchas implicaciones a la hora de adoptar decisiones empresariales y económicas en general, pero la tiene también para los políticos. No cabe duda de que la evolución de la economía suele ser un factor muy importante a la hora de decidir el voto en unas elecciones. Si la gente piensa que la renta está creciendo y el paro está bajando, el partido del Gobierno tendrá muchas más probabilidades de conseguir el triunfo que si los votantes creen que estas variables macroeconómicas evolucionan en sentido contrario. Por ello, si nos limitáramos a analizar los barómetros del CIS y dejáramos a un lado los datos, tendríamos que concluir que el Gobierno del PP tendría muy pocas posibilidades de ganar las próximas elecciones. Pero, ¿qué es lo que determina el voto, lo que la gente dice que piensa o lo que muestra creer con su comportamiento?
Creo que mientras la economía vaya bien el partido del Gobierno puede estar tranquilo. Es posible que pierda las elecciones por otros motivos que están en la mente de todos. Pero estoy convencido de que las opiniones negativas sobre la evolución de la economía que aparecen en las encuestas no van a ser un factor determinante del resultado electoral. Digan lo que digan los barómetros del CIS.