El pasado sábado, Diario de Navarra publicó un reportaje extenso sobre los datos de la Hacienda foral que explicitan la situación de nuestra Comunidad. Las cifras oficiales que aparecen causan una primera impresión positiva, que puede confundir a los no advertidos y hacerles pensar que nuestra región atraviesa una etapa próspera. Habrá quien interpretará que el ascenso en un 16% de la recaudación de los impuestos directos responde a que particulares y empresas tenemos mayores beneficios. Esto lleva a que haya aumentado la del IRPF un 13,9%; la del IVA, un 12,1%; y Sociedades, un 3,7%. También parece halagüeño que Hacienda haya superado su objetivo presupuestario en un 3%, ya que implica que, si los contribuyentes pagan más, se debe a que su economía va mejor de lo previsto.
Sin embargo, un incremento de recaudación, si se produce a costa de una subida de los tipos de los impuestos, dista de ser conveniente. Excepto para las rentas muy bajas, Navarra tiene los tributos más gravosos de España. Los contribuyentes de nuestra tierra no merecen una extorsión fiscal que les discrimina frente al resto del país. Sería preferible que esos mayores ingresos fiscales provinieran de un aumento notable en la actividad económica, algo que ha ocurrido en Madrid. El atractivo de los impuestos bajos que disfruta la capital hace que su crecimiento resulte imparable, hasta el punto de haber superado en PIB a Cataluña, un reto histórico que la consolida como la locomotora económica de España.
Hay tres sombras en los números del Gobierno foral. Las cifras publicadas referentes a los ingresos son el estado de la caja, pero afectan también los devengos, pues no se tiene en cuenta el retraso en las devoluciones de los excesos cobrados, que a veces llega a dos años. Por ejemplo, en Sociedades se está aplicando una retención a cuenta salvaje que asfixia a las empresas con poca liquidez. Sin embargo, ese ingreso es ficticio, ya que no se va a traducir en una recaudación neta, al tener que retornar Hacienda el excedente percibido.
Si vamos a Patrimonio, se observa una disminución del 13,2% de lo recaudado respecto al ejercicio anterior, lo que significa que hay grandes contribuyentes que se han deslocalizado para que no los expolien. Lo peor de esto es que, cuando se marchan a CC.AA. donde este tributo no se paga, se llevan con ellos el impuesto de la renta.
Otro hecho que pasa desapercibido es el riesgo que entraña para la Comunidad una deuda de 3.304 millones de euros, aunque la proporción de PIB se trate de la cuarta más reducida de la nación. A diferencia de la deuda de otras comunidades, que la avala el Estado, Navarra es la que responde de lo que debe, lo que supone un peligro grave dado su pequeño tamaño. ¿Qué pasaría si la prima de riesgo se disparara? El interés de la deuda nueva y la renovada subirían. ¿El resultado? Que, para evitar convertirnos en una comunidad fallida, nuestro bienestar no se podría mantener. Quizá entonces, resultaría ineludible integrarnos en otra región más rica a fin de conservar nuestro nivel de vida. ¿Adivinan cuál podría estar interesada en ello?
Por último, arrojemos una sospecha sobre esa supuesta bonanza. Si se han obtenido tantos ingresos, ¿por qué no hay financiación ni para mantener nuestras carreteras? Es un hecho que la Hacienda foral recauda en exceso y que Navarra está sobrefinanciada desde el Estado, tal como lo demostró el catedrático de Economía Mikel Buesa. Y, sin embargo, no hay dinero para la necesidad más esencial: reducir las listas de espera en nuestra Sanidad. La causa está clara: no importa cuán llena esté la caja si se administra mal y siempre con miras electoralistas, como tantos nuevos cargos.