¿Estamos preparados para una nueva recesión? La respuesta de los expertos es que no. O no todo lo que deberíamos tras la fase expansiva de los últimos años, que España no aprovechó para hacer sus deberes y corregir desequilibrios. Con una tasa de paro del 14 % (frente al 8 % con la que entró en la pasada crisis), el país no se ha recuperado aún de la debacle del 2008 y no está suficientemente fuerte como para afrontar una recesión global cuya llegada preocupa.
Las alertas llevan tiempo encendidas. Como recuerda Javier Santacruz, economista jefe del think tank Civismo, «aunque el agotamiento del ciclo es lógico después de los años de crecimiento, se está acelerando por factores externos». La guerra comercial entre Estados Unidos y China, un brexit sin acuerdo, Alemania, Reino Unido e Italia con un pie en la recesión, el frenazo del crecimiento de la eurozona, la incierta política monetaria o la inestabilidad geopolítica mundial son una bomba cuyos efectos España no podrá esquivar sine die, aunque la economía —pese a su desaceleración— siga doblando en crecimiento a la media europea (el 0,5 % en el segundo trimestre frente al 0,2 % de la eurozona). ¿Cuáles son los sectores vulnerables y qué hacer?
Sector exportador
«En la recesión del 2008, el sector exportador reaccionó. Pero ese recorrido al alza es difícil de mantener», señala Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de Cunef y director de Estudios Financieros de Funcas. Y es que, aunque en la primera mitad del año las ventas al exterior han batido un nuevo récord (147.408 millones de euros), su crecimiento interanual, del 1,7 %, fue el más bajo del último lustro, lastrado por la caída de casi el 6 % del sector de la automoción, uno de sus principales motores. Las exportaciones acusan el parón europeo — damnificado directo de la guerra comercial—, ya que Alemania, Reino Unido e Italia (todos al borde de la recesión) son nuestros principales socios comerciales: absorben el 26 % de lo que vendemos.
«Las perspectivas son susceptibles de empeorar», advierte el economista José Carlos Díez. Con él coincide Carbó, poniendo el foco en la crisis estructural de la automoción: «Los automóviles han entrado en un proceso de menor demanda y, además, estamos más rezagados que otros países en la fabricación de vehículos limpios, lo que complica el futuro». El experto pone a Corea como ejemplo a seguir.
A juicio de Rafael Galán, economista y creador del portal Perpe.es, una tarea pendiente del sector exportador es la de no haber apostado por una mayor internacionalización hacia Asia, que continúa siendo la zona con mayor crecimiento. «Tan solo el 9 % de los bienes se dirigen a países asiáticos, de los que solo algo más del 2 % van a China, según los datos del año pasado», apunta, para añadir que «la guerra comercial con Estados Unidos, que tendrá un impacto mayor el próximo año, debería ser aprovechada como una oportunidad, como entrada o consolidación en sectores afectados por los aranceles».
Santacruz ve el vaso medio lleno, en el sentido de que España por primera vez entrará en crisis con superávit en la balanza por cuenta corriente aunque sea más pequeño que en los años anteriores—. «En ese aspecto estamos sustancialmente mejor que en el 2008, cuando éramos el segundo país del mundo con mayor déficit por cuenta corriente, en términos de PIB, por detrás de EE. UU.», recuerda.
Servicios
No haber aprovechado el ciclo para transformar el modelo productivo es otro talón de Aquiles ante la amenaza de recesión. Una economía basada en el sector servicios, con el turismo a la cabeza, comienza a notar el efecto del inminente brexit duro y de la contracción de los vecinos europeos. Sumado a la recuperación de otros destinos con menores precios, batir un nuevo récord de visitantes en España no parece tan fácil este año.
Inmobiliario
Aunque la economía del país no tiene tanta dependencia del ladrillo en la actualidad como cuando estalló la gran crisis (el año pasado se superaron los 100.000 visados concedidos para obra nueva, algo que no ocurría desde el 2009), los expertos consideran el sector inmobiliario como otro problema potencial. «Con el sector de la construcción representando aún más del 6 % del PIB, el impacto negativo que tendría en otras actividades sería importante», afirma Galán.
Y es que aunque la deuda hipotecaria ha menguado —otro aspecto positivo respecto al 2008—, al repunte de compraventas y precios de los últimos seis años se suma ahora la burbuja del alquiler en las grandes capitales, «que ha erosionado la renta disponible de los ciudadanos y dificulta el acceso a la vivienda», como señala Santacruz. El problema no será menor si bajan los salarios o vuelve a crecer el desempleo.
Financiero
El fantasma de otra recesión pilla al sector financiero inmerso en su propia crisis de modelo de negocio: la rentabilidad se vuelve imposible (o casi) en un escenario de tipos ultra bajos (cuando no negativos) que, además, no tiene visos de cambiar. No en vano, tanto la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos como el Banco Central Europeo (BCE) tienen preparado arsenal —en el que se incluyen nuevas bajadas de tipos— con el que, a la vuelta del verano, insuflar oxígeno a una economía que desfallece.
Cuentas públicas
«Aunque desde el BCE, si bien cada vez con menos margen de maniobra, van a intentar suavizar la caída, está claro que la responsabilidad última, en lo que se refiere a la economía, es de cada país», sostiene Rafael Galán. La falta de Gobierno en España es un problema añadido en este escenario, ya que impide poner en marcha nuevas medidas económicas que contrarresten la anunciada recesión.
Porque la situación de las cuentas públicas es ahora peor que en el 2008: la deuda pública es más de 60 puntos superior y el déficit estructural, en el entorno del 3 %, frente al superávit de entonces, es el mayor de Europa. «Pudimos reducirlo entre el 2015 y el 2018, cuando el empleo crecía al 3 %. Pero el Gobierno optó por bajar impuestos y aumentarlo. Ahora no tenemos margen para estímulos», subraya José Carlos Díez, enfatizando que «la política fiscal anticíclica es solo un privilegio para los países que hacen sus deberes en la fase expansiva».
¿Y ahora qué?
«España debería haber actuado para mejorar el modelo productivo, pero en el 2017 la inversión en I+D+i fue solo del 1,2 % del PIB. Desde la anterior crisis se aprecia una tendencia a la baja, distanciándose cada vez más de la media europea, que está en el 2,1 %», apunta Galán. Carbó coincide en la necesidad de impulsar la digitalización y la innovación, a lo que Díez añade potenciar políticas de oferta. Santacruz sostiene que «los fundamentales ayudarán a que esta crisis sea más corta y menos intensa», pero lo que le preocupa es «el futuro más allá de la recesión que tenemos a la vuelta de la esquina», porque factores como el envejecimiento, el estancamiento de la productividad, los tipos negativos o la ausencia de inflación, «generan un escenario de estancamiento permanente de las economías europeas».