Si se quiere que el país avance, lo que implica disponer de recursos para tener superávit y comenzar a amortizar deuda, la solución reside en una mejora cualitativa del tejido productivo. Ahí, políticos y ciudadanos debemos involucrarnos y reconocer una cruda realidad: la insostenibilidad del sistema y sus consecuencias.
El mejor modo para que el PIB crezca consiste en una apuesta ambiciosa, encaminada a que prosperen las actividades con mayor valor añadido. Aquellas en las que se innova poco suelen ir languideciendo. Un ejemplo: disponer de ensambladoras de vehículos se trata todavía de un negocio rentable, que genera mucho empleo, pero lo será cada vez menos, porque cada año hay más operarios a los que pueden sustituir robots inteligentes. Sin embargo, quienes diseñen los motores más eficientes conservarán más fácilmente el empleo y sus salarios siempre serán altos.
Si un país aspira a tener futuro, el camino pasa por incrementar la inversión en conocimiento e innovación, al tratarse estas de las mejores armas para asegurar en el largo plazo la viabilidad económica y el bienestar de un país. Nunca como ahora la I+D ha resultado tan relevante para que una nación progrese: la competición por ganar la carrera de la innovación jamás había sido tan disputada. Según Eurostat, las cifras de inversión en I+D de algunos países impresionan: China invirtió el 120% de su PIB; Alemania, el 38%; la UE, el 27%; Reino Unido, el 21%; Italia, el 17%; EE UU, el 15%; Francia, el 12%; y España, un mísero 2,5%.
Lo más grave de estos ínfimos números radica en que, tras tantos años de no invertir, resultará difícil recuperar el terreno perdido, por lo que estamos condenados a la mediocridad en la innovación tecnológica para varios lustros. Eso sí, la situación podría ser peor. Al menos, la inversión española en I+D ha regresado, una década después, a los niveles previos a la crisis económica. Según el INE, España invirtió en este capítulo un total de 14.946 millones en 2018, una cifra similar a los 14.701 de 2008. El sector privado es el que ha contribuido en mayor medida, al haber crecido un 25% en el período 2014-2018.
Dejando al margen Baleares y Canarias, por tratarse el turismo de su principal fuente de riqueza, y centrándonos en las CC AA en las que el sector industrial es más relevante, se aprecia que la dispersión de la inversión de I+D, medida en porcentaje de PIB, es elevadísima. Según datos de COTEC a partir del Informe ‘Estadística sobre actividades de I+D 2018’ del INE, el País Vasco sobresale con un 1,96%. Le siguen Madrid (1,71%) y Navarra (1,68%). En el extremo contrario se hallan Castilla-La Mancha (0,52%) y Extremadura (0,63%).
Las ventajas de la inversión en I+D es que genera un empleo de alto valor añadido en una escala prácticamente proporcional dentro de la población ocupada, como muestra una correlación de 0,97. Las enormes diferencias en la inversión en I+D entre CCAA permiten predecir que la brecha de los indicadores regionales, así como la renta per cápita, continuarán aumentando.