En el año 2008 llegó a España una crisis económica tras una época de vino y rosas que nos hizo vivir un cuento fantástico: ¡éramos ricos! La situación se deterioró y la recesión salpicó a casi todos los países occidentales. Estados Unidos y Europa estornudaron y nuestra vieja piel de toro no aguantó y cogimos un constipado que sigue afectándonos. ¡Pena que el Caruana (gobernador) y Solbes (ministro) se hicieran sordos a la voz de alarma que dieron los inspectores del Banco de España en el 2006!
Especulación, recalificación de terrenos, enriquecimiento exprés de Poceros y cía, créditos para comprar ese apartamento en la playa, una actitud magnánima de los bancos que nos seducían para que tomáramos crédito… Nos acostumbramos a vivir por encima de nuestras posibilidades… hasta que, de repente, la burbuja explotó y su onda expansiva dejó temblando a esa otrora boyante España del ladrillazo, sembrada de promociones de viviendas que se quedaron vacías, esas cuyos préstamos hipotecarios no se pudieron pagar. Los precios se desplomaron de la mano de una demanda ahíta de ladrillo, si no empachada.
Y por doquier se oyeron las voces que propugnaban un nuevo modelo de España, erigida sobre unos cimientos que no fueran los del hormigón y la paleta. Más de I+D+i y menos de esa construcción que arrastró a tantos españoles al paro. La nueva ortodoxia proclamaba que debía disminuir el afán por convertirse en «propietario» y fomentar el alquiler. No en vano, según el Instituto de Estudios Económicos, el porcentaje de viviendas en propiedad de los españoles ronda el 80%, mientras que en otros países europeos como su locomotora, Alemania, esta tasa apenas llega al 46%.
Pues bien, según datos del INE, el pasado mes de junio, el número de hipotecas sobre viviendas creció un 26% respecto al mismo mes del 2014. Éste se trata del primer dato positivo sobre firma de préstamos hipotecarios en un mes de junio desde el inicio de la crisis económica. El capital prestado es un 31,7% más alto en tasa interanual, y el importe medio también ha crecido: un 4,2%, hasta situarse en 103.626 euros. La mayor parte de estas hipotecas suscritas lo fueron a un tipo de interés variable, con un tipo medio del 3,4% y un plazo de 21 años.
Por comunidades autónomas, el mayor número de hipotecas sobre viviendas se hicieron en Andalucía y la Comunidad de Madrid, seguidas de Cataluña. También fueron estas comunidades en las que se prestó más capital para la constitución de estas hipotecas.
Sin embargo, aquellas regiones en las que la tasa de variación interanual fue más alta son Aragón, con un 59%, y Cantabria con un 52%. En el otro extremo se situó Galicia, la única comunidad en la que la comparación respecto al pasado junio fue negativa: el número de viviendas hipotecadas descendió un 0,4%, seguida de Extremadura, donde sólo crecieron un 0,5%.
Todo ello parece indicar que la inversión en ladrillo cobra de nuevo atractivo para los compradores y que los bancos vuelven a pensar que el riesgo del valor inmobiliario ha descendido, lo que conduce a que los propietarios en la vieja piel de toro vuelvan a aumentar.