Los primeros días de 2018 han venido cargados de buenas noticias para la economía española. La más importante ha sido la mejora de la calificación crediticia de España por parte de la agencia de rating Fitch, que devuelve a nuestro país al lugar que perdió en 2012. En su informe, subrayan como principal fortaleza la buena marcha del sector servicios, como muestra el último dato de cifra de negocios, con un crecimiento interanual en noviembre del 7,7%, y en especial la evolución del turismo. Los 81,5 millones de turistas que nos visitan, de los que 60,3 son extranjeros, suponen el 11,2% del PIB y el 13% del empleo.
De hecho, España ha sido nombrada por el Foro Económico Mundial como el país más competitivo del mundo en materia turística, destacando su buen desempeño en la atracción de visitantes y en la mejora de la calidad de los servicios prestados, lo cual está consolidando nuestra ventaja competitiva, tanto en costes como en diferenciación de producto. A ello también ha contribuido la inseguridad de los países competidores del sur del Mediterráneo.
Tal como señalaba el informe ‘¿Es frágil el modelo de creación de empleo en España? El caso del turismo’, que publicó Think tank Civismo el año pasado, esta competitividad del sector turístico reside en su ventaja comparativa y en su ventaja competitiva. Los factores que determinan la primera están relacionados con la dotación de recursos del destino turístico, como el clima, el paisaje, la riqueza cultural o la distancia respecto a los países emisores. La segunda tiene que ver con los niveles de precios, la estructura del sector, la gestión de sus empresas o las características del entorno en el que éstas operan.
Precisamente en este ámbito, las regiones españolas han mejorado notablemente su posición competitiva, al generar atractivos retornos para los inversores en el sector hotelero. Según los últimos datos del INE sobre los ingresos por habitación de hotel disponible (noviembre de 2017), vemos cómo en términos interanuales avanzan un 7,3%. Casi todas las comunidades experimentan importantes subidas de rentabilidad hotelera, excepto Asturias, por un dato coyuntural (en invierno se resiente enormemente su sector hotelero), y Cataluña, la cual ha pasado de crecer un 12,26% en septiembre a caer un 2,84% en octubre y un 1,69% en noviembre. Una muestra más del enorme coste económico que está teniendo el proceso separatista.
En el otro extremo se encuentran Murcia, Cantabria y Madrid, que experimentan crecimientos en los ingresos por habitación hotelera en el entorno del 20% interanual. Junto con Baleares y Aragón, son regiones que han conseguido ‘desestacionalizar’ el turismo, creando atractivos en cuanto a gestión de hoteles, precios u oferta de calidad durante todo el año. En definitiva, el turismo es, en este momento, la industria española que más ha progresado y también la prueba de que, pese a todos los obstáculos institucionales de nuestra economía (escasas facilidades para emprender, invertir y contratar), somos capaces de desarrollar un sector competitivo y de excelencia a nivel global.