Los críticos del proceso de devaluación competitiva que atraviesa España suelen señalar que no hay ventaja alguna en rebajar los costes (precios, salarios, etcétera), argumentando que eso redunda en un menor nivel de consumo que acaba lastrando la economía. No es cierto. Reducir los costes constituye la mejor forma de aprovechar una incipiente recuperación en un entorno económico todavía incierto. Los datos del turismo así lo demuestran: prácticamente todas las regiones donde los hoteles han bajado precios ganan turistas, lo que luego repercute en los negocios de la región.
Con una bajada de precio del 2,4% entre junio y agosto respecto al mismo periodo del año anterior, Cantabria ha logrado aumentar un 8,9% el número de pernoctaciones de turistas nacionales. En la misma línea se encuentran Andalucía (5,9%), Asturias (3,7%), Castilla y León (3,4%), Castilla-LaMancha (3,2%), Galicia (3,2%) y Aragón (2,2%). La única excepción es Murcia que, con un incremento casi imperceptible de los precios (+0,3%), ha logrado un avance del 3,7%. Mientras, a pesar del ajuste, la Comunidad Valenciana solo logra un leve crecimiento del 0,1%.
En el lado opuesto, todas las comunidades que han intentado mejorar su margen de negocio han fracasado a la hora de atraer al turista nacional. Hablamos de Canarias (-8,6%), el País Vasco (-6,6%), Baleares (-6,5%), Cataluña (-4,9%) y Navarra (-3%). Todas ellas han experimentado caídas que han provocado que la subida de precios no salga rentable.
De nuevo existen excepciones: Madrid, Extremadura y La Rioja. Las tres se hunden a pesar de que los hoteleros han reducido costes. La razón hay que buscarla en los costes anexos a ese turismo, como el caso de las tasas del aeropuerto de Madrid (más caras que las de El Prat). El Gobierno se equivoca al exprimir las gallinas de los huevos de oro para sostener a todos los‘elefantes blancos’ que se han construido los caciques locales, en vez de soltar lastre y convertirse realmente en la primera palanca para bajar costes.
El sector privado ya está haciendo el ajuste: reducción de salarios, contención de precios y mejora de sus ratios de endeudamiento. Pero falta todo el trabajo del sector público. España no puede ser competitiva con empresas que pagan unas de las cotizaciones sociales más elevadas de la OCDE, ni tampoco con el precio de la electricidad más caro de Europa (después de Malta y Chipre) o con el coste burocrático para la exportación más elevado de Europa (por detrás de Luxemburgo y Rumanía).
Todos ellos conforman ejemplos de costes que el Estado debe reducir y que, al final, hacen que el peso del ajuste caiga sobre las familias y las empresas. Solo cuando el Estado deje de cargarlos sobre los auténticos creadores de riqueza, entonces se podrá crecer, crear empleo y recaudar (incluso más). Es la diferencia entre arrancar la planta de raíz y esperar a que el fruto esté maduro para recogerlo. La segunda se presenta como la única estrategia viable si queremos que la recuperación resulte sostenida.