Por Juan Manuel López-Zafra
Ayer se presentaba en Madrid ‘Índice de libertad económica’, el informe de Heritage y ‘The Wall Street Journal’, distribuido en España por el ‘think tank’ Civismo. Como viene siendo común desde hace 22 años, el análisis de las características de prácticamente todas las economías del planeta pone de manifiesto algo que algunos mantenemos y que la mayor parte trata de ocultar: la libertad (en todas sus facetas, y entendida en la concepción negativa de Berlin como ausencia de coacción a la voluntad del individuo) es el más importante factor de progreso de la sociedad.
Para elaborar el índice, la fundación Heritage tiene en cuenta 10 aspectos fundamentales: los derechos de propiedad y la libertad frente a la corrupción (integrados en el epígrafe ‘Estado de derecho’), la libertad fiscal y el gasto público (dentro de ‘Tamaño del Gobierno’), las libertades empresarial, laboral y monetaria (dentro de ‘Eficacia reguladora’) y las libertades comercial, de inversión y financiera (englobadas en el apartado ‘Apertura de los mercados’). En virtud de la puntuación en esas cuestiones, se establecen cinco categorías de las economías, desde las libres (por encima de 80 puntos en una escala de 100) hasta las reprimidas. Si bien el PIB per cápita no es el mejor indicador de progreso de una sociedad, es sintomático sin embargo que las cinco economías que conforman la máxima categoría (Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Suiza y Australia) tuviesen una renta media de 55.623 dólares, más del doble que todas las demás y cuatro veces más que las reprimidas, siempre en paridad de poder adquisitivo. El siguiente gráfico muestra claramente la diferencia en este aspecto entre las cinco sociedades más libres y las más reprimidas en cada zona geográfica.
Quizás otros aspectos puedan considerarse como más significativos del desarrollo de una sociedad en su conjunto, como la esperanza de vida, la salud general de la población, la salvaguarda del medio ambiente o la innovación. En todos ellos, las sociedades libres obtienen mejores indicadores que las intervenidas. Según avanza la libertad económica y se desarrolla el comercio, más se reduce la pobreza, como el siguiente gráfico pone de manifiesto.
Es interesante el caso de los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania, todos ellos por encima de España en el índice), que vienen mejorando sustancialmente su puntuación desde el comienzo de la crisis actual. De ellos ya hablamos en esta misma columna hace tiempo, pero esa lejanía no hace sino poner en valor cómo las reformas que aquí preconizamos marcan el camino del progreso. Otro ejemplo es el de Irlanda, segunda economía más libre de Europa tras Suiza y primera de la Unión, y de la que también hemos hablado aquí recientemente. No se trata en este caso de una economía que proceda, como las bálticas, de la represión comunista, sino de una sociedad tradicional europea que hace 35 años presentaba una renta per cápita inferior a la española y que hoy la dobla. Como puede verse en el siguiente gráfico, el despegue definitivo de Irlanda se produce en el año 1995. No es casualidad que fuese entonces cuando modificó su tipo del impuesto de sociedades al 12,5%. Los flujos de capital generadores de empleo no han cesado de llegar desde entonces.
Como pone de manifiesto el informe, es en los países más libres en los que el peso de la opinión pública mejor se recoge. Y es esa opinión pública informada, con medios independientes sin otro señor que la verdad, la que impulsa desarrollos tecnológicos que obligan a los productores, mediante su libertad de elección, a la reducción de emisiones contaminantes o a la mejora de la seguridad alimentaria. Como subrayan los autores, “allí donde los gobiernos han confiado en las fuerzas del mercado y en la competitividad para espolear la eficiencia medioambiental, se ha creado un ciclo virtuoso de inversión, innovación y dinámico crecimiento económico”.
Los datos que aporta el informe distribuido por Civismo son claros, y no permiten discusión: el progreso de una sociedad es el progreso de sus individuos. Solo con un Estado limitado se garantiza la generación de un valor añadido que redunda en la verdadera igualdad de oportunidades. El mercado, en todas sus formas, es la principal palanca de la riqueza de todos.