Es ya un hecho que, tras China, el país más afectado con diferencia por el coronavirus es nuestro vecino transalpino. Aún es pronto para evaluar las consecuencias de lo que esta epidemia puede generar en su clase política y en su evolución económica, pero cierto es también que, cuando ha transcurrido prácticamente un mes desde el inicio de la misma, sí podemos anticipar algunas cuestiones. La primera es que el daño económico es de primer orden para una economía ya de por sí maltrecha. Recordemos que, desde que se nombrara el primer Gobierno de Conte (junio de 2018), el país ha alternado trimestres de decrecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) con otros de crecimiento raquítico: en ninguno de los siete trimestres que hemos vivido desde entonces el país creció más de un 0.2%, mientras que, por poner un ejemplo, el último del año 2019, el PIB se fue a un –0,3%. Las primeras estimaciones, realizadas hace ya más de una semana, consideran que este asunto le va a costar al país un 0,4% del total del PIB nacional, pero en ese momento aún no se habían tomado medidas tan costosas como aislar a la región más importante del país desde el punto de vista económico (la septentrional Lombardía).
De momento lo único claro es que muchas fábricas están a la mitad (o menos) de su producción habitual, además de que están siendo anulados numerosos pedidos. La hostelería también se resiente, y mucho: Milán es una de las ciudades más visitadas del país y la región, desde las zonas lacustres (Como es la más destacada) hasta las diferentes ciudades (Brescia, Bérgamo, Pavía), tiene numerosos visitantes a lo largo del año.
No obstante, el Ejecutivo presidido por el jurista Conte no ha tenido más remedio que aislar la región (el Decreto aprobado también afecta a algunas zonas de la vecina Veneto y de ciudades de la región de Las Marcas como Urbino o Pesaro) porque el crecimiento de los contagiados está siendo exponencial: el pasado 8 de marzo, por primera vez, fallecieron en un solo día más de cien personas. Y suma y sigue. Y eso que, nada más conocerse el Decreto del Gobierno, numerosos trabajadores pertenecientes a la Italia meridional salieron rápidamente hacia sus regiones de origen para estar a salvo. Ello ha llevado al gobernador de Puglia, Michele Emiliano (perteneciente a la principal formación del centroizquierda, PD, y candidato a la reelección en los comicios convocados para esta primavera), a poner controles que impidan el acceso a ésta para evitar un efecto contagio.
La unidad del Gobierno
En relación con ello, el Ejecutivo da la impresión de mantenerse, al menos de momento, compacto. Esta epidemia llegó en el peor momento para la coalición de Gobierno: Matteo Renzi, líder de Italia Viva, uno de los cuatro miembros de la coalición, ya había amenazado con una moción de censura al Ministro de Justicia por su reforma legal e incluso con marcharse a la oposición, lo que habría obligado a convocar elecciones anticipadas al no existir una mayoría alternativa. De todos modos, los cuatro partidos que integran la coalición (Movimiento Cinco Estrellas, Partido Democrático –por cierto, su líder, Nicola Zingaretti, ha reconocido estar infectado por el coronavirus–, Italia Viva y LeU) saben que de momento han de aparcar sus diferencias porque se trata de una auténtica emergencia nacional en la que ha sido necesaria un llamamiento a la calma del siempre muy prudente presidente de la República, Sergio Mattarella, quien dirigió hace unos días un discurso a la nación con el fin de tranquilizar a una población ampliamente preocupada e igualmente desconcertada.
Lo cierto es que el país se encuentra literalmente paralizado. Los partidos de fútbol de la Serie A (equivalente a nuestra Primera División) se están jugando en muchos casos a puerta cerrada, y los equipos italianos inmersos en competiciones europeas tienen prohibido llevar a sus aficionados a los estadios rivales (paradójicamente, hasta cuatro equipos italianos tienen que jugar estas semanas en nuestro país).
El referéndum para la reducción del número de parlamentarios (la Cámara baja tiene que pasar de 630 a 400 y la Cámara alta de 315 a 200), convocado para el 29 de marzo, seguramente no podrá celebrarse dado el ritmo al que van los acontecimientos. Por no hablar de ferias y todo tipo de eventos que se celebran a lo largo del año en Lombardía. En suma lo más preocupante para la economía italiana es que sus principales centros de producción son los que más se están viendo afectados por esta epidemia en un momento en el que el cuadro macroeconómico (descomunal deuda, incumplimiento sistemático del objetivo de déficit, alto nivel de desempleo) es uno de los peores en las últimas décadas. A su favor tiene el hecho de que la UE no le va a dejar abandonada a su suerte, más aún cuando las principales fuerzas que componen la coalición apoyaron a la actual presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, y cuando el comisario de Asuntos Económicos no es otro que el exprimer ministro y miembro del PD, Paolo Gentiloni.
Es ésta una muy buena ocasión, por increíble que pueda parecer, para reconciliar a los italianos con el proceso de construcción europea: si el tema migratorio les separó más que nunca de la Unión Europea, ahora ésta tiene una ocasión única para recordarles que Italia es clave (más aún ahora que los británicos se han marchado) para que la Unión Europea siga avanzando aún más. No obstante, la prudencia debe imponerse, porque la realidad es que, de momento, de no dejan de crecer contagiados y fallecidos. Toca esperar acontecimientos