Atendiendo a los últimos sucesos más relevantes en el plano económico, cabe destacar el hecho de que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha hecho público el registro que muestra la contracción experimentada por el agregado de economías que integran dicha organización.
Un indicador de relevancia que, como el pasado indicador compuesto, resalta la preocupante marcha de la economía tras el COVID-19, así como esa preocupación latente que muestran los indicadores macroeconómicos ante una recuperación que, a la luz de los datos, se muestra todavía muy gradual. Una preocupación que, incluso, resaltaba la propia presidenta del Banco Central Europeo (BCE) la semana pasada, al anunciar que se observaba, con temor, un optimismo injustificado en los mercados, el cual no se ajustaba a la realidad que mostraban dichos indicadores.
En este sentido, hablamos de una situación muy preocupante, pero que, atendiendo a los distintos indicadores que han ido publicándose, era de esperar. Pues, si cogemos las distintas contracciones que han experimentado el conjunto de economías integrantes, teniendo en cuenta que hacemos referencia a un indicador que mide el agregado de estas, registrar una caída como la que esta semana se publica era algo que podía anticiparse con los datos que, hasta el momento, se habían publicado. A la vez que, en adición, tampoco resulta extraño el hecho de que se registre una caída como la que se muestra, teniendo en cuenta los efectos provocados por lo que algunos denominan “el gran confinamiento”, así como el deterioro que supuso dicho confinamiento en la actividad económica. Y es que, hablamos de una paralización forzosa que, de igual forma que la caída, no encuentra precedentes en su historia.
Por tanto, como vemos, los indicadores, a día de hoy, siguen ensombreciendo el futuro de unas economías que, a la luz de los datos, recogen registros que podrían ser perfectamente enmarcados en los anales de la historia. Pues, atendiendo a este último indicador, hablamos de una contracción registrada del 9,8 %, y que, como decíamos, se presenta como la mayor caída registrada por este indicador desde la crisis de 2008.
Sin embargo, en contraste con crisis pasadas, teniendo que resaltar entre estas la Gran Recesión de 2008 -anteriormente citada-, hablamos de una caída muy significativa. Pues, ni atendiendo al pico de la crisis pasada, dicho indicador registró una caída similar; ya que, de acuerdo con la serie histórica, hablamos de una contracción que en su día se sitúo en el 2,3 %. De esta forma, resaltando esa notable distancia entre la contracción presente y la pasada.
Por tanto, con los datos en la mano, estamos ante una caída preocupante, pero que, además, sitúa a la economía de la OCDE, además de hacerlo de forma oficial, en situación de recesión técnica. Esto se debe a que, teniendo en cuenta que hablamos de un indicador que ya el trimestre pasado anotó un retroceso del 1,8 %, esta segunda contracción al cierre del segundo trimestre supondría la segunda contracción consecutiva de dicho PIB.
Como decíamos, para los economistas, una recesión técnica se produce al registrar, durante dos trimestres consecutivos, contracciones en el PIB.
Sin embargo, además de resaltar el hecho de que la economía de la OCDE ha entrado en recesión, también es interesante resaltar el por qué esta economía ha entrado en recesión, así como qué integrantes han motivado, o impulsado más la caída.
En este sentido, si hacemos el desglose y analizamos cada economía en detalle, podemos observar cómo esta caída está más justificada por unos países que por otros. Es decir, se observan divergencias que sitúan en peor lugar a una relación de economías que, como Reino Unido, México o la propia España, presentan un mayor deterioro que otra serie de economías como Alemania, Holanda, Francia, Italia, que han mostrado un menor deterioro y una mayor resiliencia ante los daños provocados por la pandemia.
En este contexto, hablamos de una contracción del PIB británico que asciende hasta superar el 20 %; un descenso del PIB azteca que, pese al leve reajuste realizado, se sitúa en el 18,7 %; así como, por último, un descenso de la economía española que, atendiendo a los registros oficiales que ofrecía el Banco de España, así como otros organismos, se sitúa de igual forma superando el 18 %. Esto, en ese contraste con otras economías como Estados Unidos, refiere a un descenso del PIB norteamericano que no llega a superar el 10 %; así como, en la misma línea, los descensos de esas economías citadas que, como ocurre con el país anglosajón, han mostrado ese menor deterioro que le lleva a mostrar una menor preocupación ante lo sucedido.
Todo esto nos muestra esa recuperación más gradual de la economía, y la vulnerabilidad y deterioro de unas economías respecto a otras. Unas divergencias que deberían resaltarse en el debate público. Ya que, al hacer el agregado, poco sentido tiene realizar un análisis al indicador per sé, si posteriormente no se tienen en cuenta estas asimetrías entre economías. Asimetrías que, de no tenerse en cuenta, nos pueden llevar a análisis erróneos en los que se obvien las particularidades que presenta el análisis en su desglose, o, incluso, a obviar la caída de determinados países, llevándoles a asumir una autocomplacencia más que injustificada.