Por Carlos Cuesta
Algo está pasando en la economía española que está transformando el optimismo que se vivía durante el último trimestre de 2015 en un sentimiento de desconfianza durante esta primera etapa del año.
Los avisos de que el sistema mundial se está ralentizando y que, por tanto, el desarrollo va a ser menor del esperado no dejan de sucederse. Más de una treintena de organismos (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea, OCDE, bancos de inversión, entidades financieras, patronales o grandes empresarios) han revisado a la baja sus previsiones para este ejercicio y el siguiente.
Ante este panorama, el Banco Central Europeo decidió esta semana estimular la recuperación con unos tipos de interés del 0%, rebajando así la tasa que se situaba en el 0,05% desde marzo del año pasado y también la de depósitos y expandiendo el ritmo de compras de deuda de 60.000 a 80.000 millones mensuales.
El escenario internacional, con riesgos crecientes como la situación de China, Brasil o Rusia, la evolución de los precios de las materias primas y, en especial, el petróleo, sumado al vértigo que produce en los analistas la situación política de España no contribuyen a una visión más esperanzadora.
Diferentes indicadores sostienen que se está produciendo un frenazo de la actividad y una paralización de las inversiones.
En este contexto, el año se ha estrenado con el Indicador de Confianza de los Consumidores en retroceso, al caer 8,3 puntos en enero y 3,9 en febrero, hasta los 95,2 enteros, arrastrado por la situación actual y las expectativas futuras, tras dos años en los que este índice había crecido animado por los bajos intereses y la caída de los precios de consumo. En cuanto al empleo, en enero se perdieron 57.247 puestos y 2.231 en febrero, lo que colocó la tasa de parados en 4.152.986 personas.
Las alarmas se extendieron también a otros factores como el número de operaciones corporativas registradas por las empresas que, solo en enero, se desplomaron un 84%, el nivel más bajo apuntado desde 2005 y, como ya constató el Banco de España en diciembre, el mes de las elecciones, se registró una fuga de capitales de 19.000 millones en el país.
Diego Sánchez de la Cruz, director de Civismo y profesor del Instituto de Empresa, resaltó que la inversión extranjera se redujo a la mitad desde enero por la incertidumbre política y si esta situación se prolonga mermará la creación de más de 250.000 empleos a lo largo de este ejercicio.
El servicio de estudios económicos del BBVA subrayó que sus estimaciones, si la incertidumbre no finaliza pronto, supondrán una caída del PIB de 0,5 puntos este año hasta el 2,7% y de 1,3 en 2017, lo que significaría que se crearía un millón de trabajos menos en dos años, lo que dejaría la tasa de desocupados por encima del 20%.
En términos más concretos, se manifestó la patronal turística Exceltur que cuantificó que la inestabilidad política tendrá un coste este año de 900 millones de euros.
En cuanto al termómetro bursátil, el arranque de 2016 fue catastrófico. El Ibex 35 llegó a perder el 18% de su valor entre enero y febrero. A día de hoy se reduce al 8%.
Los técnicos de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) y de la Autoridad Fiscal Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) coincidieron también con un pronóstico mas bajo, del 2,7% según Funcas y de un 0,6% en avance trimestral para la primera mitad del año, según la Airef.
Riesgos. Como conclusión, y recogiendo el análisis de la agencia Fitch, es irrepetible que España vuelva a crecimientos del 0,8% en un trimestre. Según su previsión, el PIB crecerá un 2,6% en 2016 y un 2,2% en 2017. Para este organismo, lo más positivo es que el consumo, aunque se ha frenado en estos primeros meses, se mantiene en cifras positivas. No conviene olvidar que la inestabilidad política incrementa los riesgos para superar esta crisis tan profunda que ha puesto en tela de juicio el Estado del Bienestar dentro y fuera del país.
Publicaciones relacionadas