La situación que acontece a la economía es, como poco, confusa. De acuerdo con los pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mundial se enfrenta a una serie de contracciones en las respectivas economías que integran el globo. El organismo pronostica, tal y como indica en la actualización del informe WEO del mes de abril, una contracción del -3 % para el PIB mundial. Una contracción que, en contraste con la serie histórica, se posiciona como la peor contracción desde el Crack de 1929.
Si cogemos los pronósticos que arroja el FMI para las distintas economías, de manera desglosada, en el caso de España podemos destacar esa fuerte contracción que, junto a Italia, le sitúa como uno de los países más afectados. Una contracción de 8 puntos de PIB que pronostica el propio organismo multilateral, a la espera de conocer cómo evoluciona la pandemia para ir ajustando y aproximando, con mayor grado de fiabilidad, unos pronósticos que, como dijimos, muestran una débil consistencia ante el incierto, y muy cambiante, escenario económico.
El FMI, como muestra en su metodología, ha tomado como base de cálculo para la estimación una disipación de los efectos del COVID-19 en el segundo semestre del año. En otras palabras, el organismo pronostica que a partir del mes de junio la economía volverá a reactivarse con normalidad, retomando esa coyuntura que presentaba la economía española, previamente a la situación que presenta en estos momentos ante una doble crisis: sanitaria y económica.
Sin embargo, esas variables que integran dichos modelos establecidos por el organismo, y que, en gran parte, no pueden pronosticarse con exactitud y objetividad, sea como sea, impiden la proyección fiable sobre una situación que, como dice y reconoce el propio FMI, sigue repleta de variables que son incapaces de monitorear y proyectar su comportamiento. Variables que, dependiendo de su comportamiento, podrían generar externalidades negativas que, ante la nueva coyuntura, podrían lastrar la economía con mayor intensidad que hasta momento.
Variables entre las que me gustaría resaltar el consumo. Esta es destacada por el propio organismo en su informe, pues él mismo reconoce que se desconoce, hasta ahora, la situación que va a vivir el consumo cuando las medidas de distanciamiento social y el confinamiento se vayan levantando y generemos esa desescalada para alcanzar la normalidad previa a la crisis. Los patrones de gasto en la sociedad, ante la percepción que mantienen los consumidores sobre la economía, podrían comportarse de forma distinta a lo pronosticado; lo que dejaría a la economía en un escenario distinto.
Aunque parezca simple, podemos pronosticar cuánto prevemos que caerá la economía —pese a que como el propio FMI reconoce, solo el 15 % de estas proyecciones terminan cumpliéndose—, pero, cuando el shock de oferta que vive la economía en estos momentos se disipe, con un indicador de confianza del consumidor por los suelos, no sabemos hasta qué punto podremos experimentar una reanudación de la actividad económica, de forma simultánea, con una recuperación total de los patrones de gasto, así como, más importante aún, los niveles de gasto que presentaba la economía española antes de la crisis que nos acontece.
En este sentido, otros analistas, como el economista Trías de Bes, se han dedicado a tratar de monitorear el comportamiento de estas variables, mediante sondeos que trataban de predecir, en cierta forma, cómo se comportaría esta variable para los consumidores. Al igual que lo refleja el Centro de Investigaciones Sociológicas, los sondeados por el economista, en un artículo que recogía el estudio para el diario económico Expansión, mostraban, en un 90 %, una percepción muy pesimista sobre la economía española.
Por esta razón, cerca de un 70 % de los encuestados confirmaba al economista su intención de adoptar cambios, aunque en muchos casos coyunturales, sobre los patrones de consumo para la inminente temporada que se avecina tras la disipación de la crisis. Sin embargo, un 4 2% de los encuestados, por ejemplo, consideraba que ya estaba ahorrando, sin esperarse a que disipe la pandemia, para la crisis que ya visualizamos en el horizonte y que ante un posible deterioro de los niveles de renta o, incluso, la posible pérdida en el empleo, podría generar graves daños a las economías domésticas.
También, cerca de un 50 % de los encuestados reconocía que el gasto en bienes duraderos pretendían posponerlo hasta que la situación amainase y los indicadores volviesen a un nivel más normalizado, en relación con cómo estos se mostraban antes del confinamiento. Unos niveles que permitiesen la compra de estos bienes, sin la incertidumbre de cómo va a evolucionar la economía y sin asumir riesgos que, posteriormente y al igual que ocurrió en 2008, provocaran la desagradable situación de insolvencia en esta familia o persona.
En este sentido, tomando la base de cálculo del FMI y los pronósticos que, incluso BBVA Research en colaboración con la Universidad de Cambridge, recoge en un working paper que monitorea las compras a través de los metadatos que ofrece la institución bancaria, un paper que, de la misma forma, recoge un claro descenso en el consumo, tras el pico de demanda que se produce tras el lockdown del 14 de febrero. En este sentido, la institución percibe un descenso en el consumo del 49 %. Así como, también un desplazamiento de los gastos y un mayor ensanchamiento del peso de la alimentación en el gasto de las familias.
Como decía, en este sentido, valga la redundancia, el FMI pronostica esa disipación para el mes de junio que reanudaría la actividad económica. Sin embargo, si observamos los patrones de consumo, sabiendo el peso de este en la economía española, podemos observar que los pronósticos no recogen ese pesimismo que podría llevar a los ciudadanos españoles a una nueva normalidad, donde la contracción en el consumo posea una mayor intensidad que la esperada, generando drásticas variaciones negativas en las proyecciones establecidas para el PIB.
Así, quiero destacar, en conclusión, que hay nuevos indicadores que, como el del Banco de España, evalúan escenarios más pesimistas que el del FMI. Escenarios en los que el PIB podría sufrir una contracción de hasta el -13,5 %, recogiendo ese peor comportamiento del que hablamos a lo largo del artículo. Y es que, en un escenario en el que la incertidumbre no deja ver el horizonte con claridad, la autocomplacencia de escoger aquel pronóstico que mejor se puede vender a unos ciudadanos inmersos en una histeria colectiva que podría costar un desastre al Gobierno en las urnas, es un precio que España, en este momento, no puede asumir.