Ayer, el precio del petróleo volvió a remontar. El barril tipo Brent subió un 1,8% superando los 52 dólares. Detrás de esta subida podría estar el acuerdo de la OPEP (Organización de los Países Exportadores de Petróleo) y Rusia, aprobado el viernes en Viena, para recortar la producción de crudo durante los próximos nueve meses (hasta el primer trimestre del 2018) con el fin de lograr un precio para el barril tipo Brendt de 60 dólares.
Sin embargo, los mercados saben por experiencia que los acuerdos para reducir la producción no siempre consiguen los resultados apetecidos de subida de precios debido a los siguientes factores: 1) la falta de cooperación y de cumplimiento de las cuotas acordadas por los propios miembros de la OPEP, 2) la entrada de nuevos productores al mercado de exportación, como ha ocurrido recientemente con Irán, 3) la reducción de la demanda mundial provocada por la aparición de fuentes de energías alternativas y 4) el aumento de producción de otros países no pertenecientes a la OPEP, como es el caso de Colombia, México o EEUU. Precisamente, el presidente Trump ha propuesto, esta semana, la venta de aproximadamente la mitad de las reservas de petróleo de Alaska (en uno de los parques naturales más grandes y protegidos de este país) para poder cubrir el déficit generado por el cuantioso gasto público prometido en la campaña electoral. Sin embargo, esta medida, de ponerse en marcha, tendría un efecto perverso: dejaría al país sin esas reservas para cuando sobreviniera una verdadera crisis petrolera.
Históricamente, el precio del petróleo ha sufrido una enorme volatilidad. También recientemente. Así, en 2014 el barril llegó a cotizar a 115 dólares. Sin embargo, a partir de 2015 el precio comenzó a desplomarse, hasta que, a principios de 2016, llegó a 27 dólares. Esta caída fue un factor favorable para la economía de los países desarrollados y un estímulo para salir de la crisis económica que sufrían. No obstante, desde que el precio tocó suelo (27 dólares) en enero del año pasado, el precio del crudo ha ido repuntando (con muchos vaivenes), hasta cotizar ayer a 52,34 dólares. Como consecuencia, están surgiendo voces que apuntan a los efectos negativos que podría producir en la economía mundial si los precios llegaran a 60 dólares tal como intentan conseguir la OPEP y Rusia.
Un dólar más débil
Hay que precisar también que, como el precio del petróleo está denominado en dólares, los países pertenecientes a la Eurozona pueden sortear mejor los efectos del encarecimiento del crudo gracias a la apreciación de la moneda única que ha pasado de 1,04 dólares/euro en enero de este año a 1,12 ayer. No es casualidad que, mientras el precio del barril está teniendo una tendencia a subir, el dólar parece que se deprecia. Los productores de crudo podrían estar tratando de contrarrestar la pérdida de poder adquisitivo derivada de la menor fortaleza del dólar mediante niveles de precios más elevados.
Perspectivas de futuro
Por tanto, en los próximos meses, se podrían esperar ligeras subidas del precio del barril por una mayor depreciación del dólar y/o una posible retirada de producción por parte de la OPEP, no compensada por aumentos de otros productores. Pero, sobre todo, el “oro negro” podría subir de precio si mejora la actividad económica mundial, como parece que está sucediendo. El viernes conocimos que en el primer trimestre del año el PIB de EEUU fue revisado al alza: creció un 1,2% frente al 0,7% de la estimación precedente (divulgada hace un mes).
En este contexto de mayor crecimiento, la restricción en la producción por parte de la OPEP y Rusia para los próximos nueve meses podría generar un precio de alrededor de 60 dólares/barril. Algo que beneficiaría, no sólo a los países de la OPEP, sino también a algunos latinoamericanos como Brasil, México y Colombia. No se debe olvidar que la mayoría de los gobiernos de las naciones productoras desarrollaron, hace años, presupuestos en los que se programaban precios del barril superiores a 80 dólares, por lo que, a consecuencia de la fuerte bajada de precios que se produjo a lo largo del año 2015, han generado en los últimos años, elevados déficits públicos que han incrementado su deuda.
Por su parte, para los países no productores de petróleo, como es el caso de los miembros de la Unión Europea (UE), el posible crecimiento del precio podría generar un aumento de la inflación, no por un incremento del consumo, sino de los precios de la energía, calefacción, gasolina y transporte, que al final repercutirán en los precios de los demás bienes y servicios. Este crecimiento puede traer repercusiones negativas en términos de deterioro del consumo y caída de la producción industrial. Los gobiernos de la UE tienen ahora una oportunidad para ponerse de acuerdo en la forma en que deben enfrentar y combatir esta posible subida de precios, al menos hasta el primer trimestre de 2018.
No obstante, a largo plazo, existe una muy alta probabilidad de que los precios del petróleo vuelvan a caer, debido a 1) el incremento en la inversión en nuevas tecnologías de “fracking” que lo hacen cada vez más rentable, 2) los incentivos e incrementos en la rentabilidad en las energías renovables, 3) las tecnologías que reducen el consumo de combustibles y, por último, 4) la culminación del acuerdo de la OPEP y Rusia en 2018 que liberará de nuevo la producción causando una sobreoferta de crudo.
Así las cosas, cualquiera que sea en los próximos meses la evolución del petróleo la tendencia a largo plazo será que se mantengan los precios alrededor de los 50 dólares/barril.