Cuando uno observa los pronósticos que se están publicando sobre los futuros crecimientos de las distintas economías que conforman el planeta, podemos observar como una gran parte, casi la totalidad, se encuentran inmersas en un estado de desaceleración que no deja de acechar a los crecimientos. Una desaceleración que ha llevado a países como Alemania, Francia, Estados Unidos o China a revisar a la baja sus previsiones de crecimiento, ya que, en boca del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía se encuentra en una desaceleración sincronizada que afecta, aproximadamente, al 90% de las economías del planeta.
Hablamos de una fuerte desaceleración que ha llevado a economías como Alemania, que crecían a un muy buen ritmo en pleno ciclo expansivo, a contracciones que le llevaron a registrar crecimientos prácticamente nulos, del 0,1%, al cierre del tercer trimestre; dejando a la economía al borde de la recesión tras la fuerte caída que ha vivido la demanda externa en esta anomalía comercial que sacude al planeta. Pero no solo Alemania ha sido la damnificada, también hemos visto a economías como Estados Unidos que, mientras preveían crecer a ritmos cercanos al 3,2%, se han visto en la obligación de revisar sus pronósticos, previendo cerrar el año, en el mejor de los casos, en niveles superiores al 2%.
Niveles que no alcanza la Unión Europea, la cual espera cerrar el año con un crecimiento promedio del 1,4%. Un crecimiento promedio que, si lo calculamos sobre la base imponible de la Zona Euro, podemos observar cómo la desaceleración se vuelve más incidente, lastrando estos datos hasta el 1,2% en el mejor de los casos. En resumen, un varapalo que está llevando a las economías a crecer a ritmos mucho más ralentizados que, a priori, se esperaba; crecimientos que, ya en la madurez del ciclo expansivo, comienzan a perder ese dinamismo del que, en años anteriores, gozaban.
Sin embargo, en el caso de España la situación es un poco confusa. Tenemos un Gobierno que, en funciones, sigue prometiendo “el oro y el moro” para nuestra economía. Desde revalorización de pensiones, subida de salarios, rentas básicas a los ciudadanos, así como toda la ingeniería económica posible para aumentar el gasto público en el país; gasto público que eleva nuestra deuda hasta rozar el 98% del PIB y que nos deja fuera de ese ajuste exigido por Bruselas. Todo, como siempre, justificado con esa “buena marcha” que presenta la economía española por el simple hecho de cerrar el año con un crecimiento del 1,9% en el PIB.
Un 1,9% que se espera que acabe siendo un 1,5% para el año que viene; recordemos que estábamos creciendo a niveles del 2,7% hace dos años, por lo que España no se libra, ni mucho menos, de esa desaceleración de la que todos los economistas estamos hablando. Pero, al margen de esto, el Gobierno de España -en funciones- sigue en su persistencia de la autocomplacencia y el “podríamos estar mucho peor”. Una autocomplacencia muy falsa si atendemos a los datos, a las variables e indicadores macroeconómicos que presenta nuestro país.
Aunque la economía española esté creciendo al 2%, o vaya a cerrar el año en unos niveles cercanos, España sigue siendo un país con grandes vulnerabilidades estructurales que le impiden caer en la autocomplacencia que nos quieren vender. Para hacernos una idea, como comentaba, España es un país al que no le sirve crecer a un 2%, si no hemos sido capaces de reducir nuestra tasa de desempleo hasta el punto de no seguir siendo la economía europea -no rescatada- que lidera el desempleo en todo el marco comunitario. Un desempleo que se agrava cuando lo miramos en términos juveniles, donde el 33% de nuestros jóvenes se encuentran en el paro; en otras palabras, 1 de cada 3 jóvenes en este país se encuentra desempleado.
Pero esto, al igual que la deuda, no le sirve a nuestro Gobierno -en funciones- para hacer un diagnóstico real de la situación que viven los ciudadanos de este país. Un Gobierno que no sabemos si lo que trata es de ningunear a más de 3 millones de personas que, en estos momentos, se encuentran desempleados; pero a los que, las políticas aplicadas, no les facilita el acceso al mercado laboral. Una situación que, bajo mi criterio, debería estar mucho más en el foco que el propio crecimiento de la economía española. Hablando en plata; de nada le sirve a un desempleado que la economía española crezca al 2% si eso no le lleva a incorporarse al mercado laboral.
Alemania, aquel país del que presumimos estar mejor que él, con un crecimiento cercano al 0,1% en el tercer trimestre, cierra el año con un mercado laboral que ha marcado un hecho histórico. Con un 3,1%, Alemania cierra el año con un pleno empleo en su economía que, por mucha limitación al crecimiento, no impide que sus ciudadanos tengan un empleo y un salario al que acogerse. Algo que también ha ocurrido en Reino Unido, donde, pese al Brexit, se ha conseguido cerrar el año con una tasa de desempleo que no se lograba en 44 años de historia. Hitos que dotan de mayor robustez a estos países frente a la crisis.
España, con un 2% de crecimiento, muy superior al de los países mencionados, va a cerrar el año creando empleo al ritmo más bajo desde 2012; ¡pero crecemos al 2%!
Creo que debemos dejar de ser tan absurdos y de caer en tanta autocomplacencia y falacia de creer que España está en mejor situación que nuestros homólogos europeos. Como digo, España tiene unas debilidades estructurales que podrían ponernos en serios aprietos si se diese una situación de recesión o shock en la economía. Unas debilidades que no se están teniendo en cuenta, ya que es mucho más eficiente vender en la opinión pública que creces al 2%, pero sin decir que no sabes crear empleo, así como que Alemania crece al 0,3%, pero que cerrará el año sin, prácticamente, desempleados en el país.