El 29 de noviembre del 2014 posiblemente pasará a la historia como el fin de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), no desde un punto de vista oficial, pero sí desde un punto de vista práctico.
En esta gran partida de ajedrez que es la economía mundial, la nueva realidad de la oferta y su incapacidad para controlar el precio del petróleo de forma sostenible (por lo menos a medio plazo) ha llevado a Arabia Saudita (y por defecto, al resto de la OPEP) a conceder la derrota en su batalla contra la tecnología y los consumidores, acelerando lo que era quizás era inevitable: la pérdida de control sobre el precio del petróleo.
A pesar de haber telegrafiado sus intenciones desde hace meses –cuando de forma histórica Arabia Saudita rebajó el precio de su crudo, en lugar de cortar su producción– la decisión de la OPEP parece haber cogido por sorpresa a gran parte del mercado.
Pero la caída del precio del petróleo asociada y el fin del monopolio de la OPEP era una cuestión de tiempo, y una de las conclusiones del aplanamiento energético que Daniel Lacalle y yo presentamos en nuestro libro La madre de todas las batallas, y que a través de 10 fuerzas aplanadoras está transformando los mercados, la economía y el orden mundial de forma imparable… e irreversible.
Durante los últimos 40 años hemos vivido en un mundo de desigualdad energética en el que, primero la disponibilidad, y segundo el precio de la energía han variado de forma extrema en diferentes partes del mundo. Y la implicación es clara: desigualdad energética genera desigualdad económica.
La desigualdad energética es evidente en el petróleo, clave para el transporte y la globalización, pero como argumentamos en el libro, el mundo no sufre de escasez de petróleo, sino de concentración de sus reservas. La idea de que el petróleo se va a acabar es un mito, y como bien dice mi coautor Daniel Lacalle, «el último barril de petróleo no valdrá millones, valdrá cero».
La desigualdad energética también ha sido evidente en el gas natural, clave para la generación eléctrica y producción industrial. Al igual que con el petróleo, el mundo no sufre de escasez de gas, sino de falta de infraestructura para producirlo, transportarlo y almacenarlo. Hay gas de sobra. Y lo mismo ocurre con el carbón o la energía solar, hidráulica, eólica, o nuclear.
En la batalla por la igualdad energética, los consumidores siempre han tenido como aliada a la tecnología. La revolución del fracking –combinación de fracturación hidráulica y perforación horizontal– ha transformado la oferta tanto del gas natural (shale gas) como de petróleo (tight oil, también conocido como shale oil) hasta un punto en el que el que el petróleo y el gas natural están pasando de ser considerados recursos escasos a recursos excedentarios. ¡Quién nos lo hubiera dicho hace sólo unos años!
El potencial transformador de la energía en el orden mundial es enorme y evidente. La caída del petróleo de los últimos meses ha deteriorado la frágil situación económica de muchos países productores, como Rusia o Venezuela, a la vez que la coyuntura de deflación energética ha permitido al Banco Central de Japón introducir una nueva ronda de incentivos monetarios y, en mi opinión, será un factor determinante que permitirá a Mario Draghi y el Banco Central Europeo introducir nuevas medidas de política monetaria en Europa en los próximos meses.
Pero los expertos y los mercados parecen estar divididos. ¿Es la bajada del precio del petróleo algo temporal y transitorio? o ¿se trata de una bajada permanente y estructural? La OPEC parece pensar que se trata de algo transitorio. En su 2014 World Oil Outlook, publicado hace sólo tres semanas, la OPEP reconoce el impacto de la nueva oferta, pero cree que su impacto y crecimiento se va a estabilizar, y mantiene el pronóstico oficial de 110 $/bbl en el 2020. Uno de los argumentos en favor de tan elevado precio es que creen que el potencial del fracking es limitado. Otro argumento (como suele ser habitual en la industria) se basa en el crecimiento de la demanda. Y existen, por supuesto, otros muchos otros factores que podrían impactar el precio como, por ejemplo, la geopolítica. En cualquier caso, sabemos que ceteris paribus una subida de precios hacia los 110 $/bbl, como asume la OPEP, devolvería la competitividad a los productores marginales, posiblemente devolviéndonos a la misma problemática que estamos viviendo ahora. Por otro lado, hay otros muchos factores que apoyan la tesis de que el aplanamiento energético no sólo es permanente y estructural, sino que va a continuar.
En La madre de todas las batallas analizamos la industria energética al completo a través de las 10 fuerzas aplanadoras, e introducimos conceptos como el ancho de banda energético, clave entender no sólo quienes serán los ganadores, y perdedores en el mercado de la energía, sino también en la economía mundial. Aún queda mucha batalla por librar. Las oportunidades son enormes. No te las pierdas.
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