Lo menos que podíamos esperar los navarros de su Ejecutivo es que nos defendiera de las nefastas decisiones que Sánchez e Iglesias están tomando para combatir la pandemia. Chivite ha perjudicado a Navarra al no oponerse a Sánchez, lo que le hace corresponsable del daño causado. Nuestra presidenta no se ha quejado de la tardía, improvisada, torpe, descoordinada, caótica y mentirosa gestión sanitaria de su admirado líder, sino que lo ha apoyado ciegamente. Las consecuencias de la obstinación de Moncloa de anteponer la ideología a la innegable realidad resultan trágicas: 20.000 españoles fallecidos, de los que 300 eran navarros.
El Ejecutivo foral tendría que pedir clases de estrategia al Gobierno Vasco. El lehendakari, Iñigo Urkullu, es consciente de que si a País Vasco le ocurre lo mismo que a España, no solo habrán tenido más de mil fallecidos, sino que su economía se irá al garete para varios años. Urkullu no ha podido evitar las muertes, pero sí va a intentar que País Vasco no vaya a la ruina. Por este motivo, se enfrenta ahora a quien apoyó en la investidura. Sabe muy bien que su región tendrá un futuro precario si no impide la catástrofe.
A la Comunidad foral le iría mejor si Chivite abandonara su actitud sumisa hacia su venerado Sánchez. Si de verdad le importa Navarra, debiera exigir a Moncloa que le permita aplicar las ‘recetas’ que están sacando de la crisis a Corea, Hong Kong, Alemania y la mayoría de países europeos. Me refiero a hacer los test con el mismo método que las naciones que han vencido al coronavirus. Así, se evitaría el contagio de los positivos al resto. Tras esta evaluación precisa, vendría la adopción de las medidas específicas para detener la expansión de la covid-19. Confinar tres meses se trata de la solución más fácil, pero también la más estúpida, porque es a costa de perjudicar nuestro porvenir.
Ayer, el gobernador del Banco de España anunció que el PIB nacional tendría en 2020 un desplome del 13,6% en el peor escenario: una prolongación del confinamiento de 12 semanas. Esta posibilidad presenta el agravante de que la salida no se produciría en ‘V’ y que podríamos tener una crisis de deuda en la que se disparara la prima de riesgo. Si la reclusión se redujera a 8 semanas, con una salida gradual, y llegara la normalización completa en el cuarto trimestre, la caída del PIB se cifraría en un 8,7%. Sin embargo, si tras este periodo de encierro hubiera una recuperación de la actividad inmediata, la caída del PIB se limitaría a un 6,6 y la salida adoptaría forma de V. Sra. Chivite: ¡esto es lo que nos conviene, aunque para vencer al tándem Sánchez-Iglesias tenga que imitar a Urkullu!
El listón para medir la necedad de Moncloa, y la del Ejecutivo foral por no protestar, será objetivo. Comparará nuestros datos con los de los países del mismo nivel de vida. Los indicadores para evaluar la gestión de la covid-19 son: el número de contagiados, fallecidos e ingresados en hospitales y UCI, los días de retraso para aprovisionarse y aplicar medidas, el gasto realizado en sanidad, el descenso del PIB y los días que vamos a estar confinados. España se alza ya como campeón de muertos por coronavirus en proporción a la población, y va camino de convertirse en el de mayor reclusión, el de peor aprovisionamiento sanitario, el que va a sufrir la recesión más fuerte, en el que su turismo va a caer más y, si se excluye a Grecia, seguirá tratándose de la nación con mayor desempleo de la UE. Cuando se publique la comparativa de los datos de países de renta similar, los adictos al adoctrinamiento sanchista experimentarán una gran decepción.