Cuando la crisis del coronavirus acabe, habrá que llorar a todas las víctimas, pero no estaría de más comenzar recordando la actuación de ocho médicos chinos que se han comportado como auténticos héroes, en especial el oftalmólogo Li Wenliang, uno de los que advirtió sobre la COVID-19 y que, por alzar su voz, fue encarcelado, silenciado y obligado a morir a causa del virus: un médico de tan solo 34 años, que dejó esposa y un hijo. También hay que mencionar al valiente bloguero Chen Qiushi, por denunciar las condiciones en que estaban los centros hospitalarios de Wuhan, epicentro de una pandemia que ha dejado 3.249 muertos en China, según las fuentes oficiales, y miles más en todo el mundo, los cuales, debido a la poca transparencia del régimen chino, no se han podido evitar a tiempo.
A estas víctimas mortales se suman los millones de ciudadanos chinos perseguidos por su Gobierno, los tibetanos oprimidos, los auguries, los musulmanes, los ciudadanos de Hong Kong, y los de Taiwán; todos hostigados, mientras Occidente permanece en silencio. Cabe recordar que China es una dictadura comunista, ideología derivada del socialismo que se ha cobrado la vida de más de 100 millones de personas y que está vigente en países como Venezuela, Cuba, España, México, Nicaragua, Italia, Corea del Norte o Argentina. Los países que peor han gestionado esta crisis, ya sea por inacción, ocultación de las cifras reales de contagiados o, incluso, represión o silenciamiento de quienes han denunciado sus pésimas gestiones. Unas totalmente insuficientes para solventar una pandemia que ya está trayendo consecuencias nefastas, como una crisis financiera mundial o, como ha dicho la OMS, la pérdida de 25 millones de empleos.
Muchas muertes causadas por el coronavirus no se han podido evitar por la falta de transparencia del régimen chino
No resulta exagerado afirmar que el régimen comunista chino se trata del mayor responsable. Como señaló el académico Nigel Farage, el Estado chino representa una amenaza para Occidente, que debe despertar y ver la realidad. China tiene que pagar por su falta de transparencia, por la represión de sus ciudadanos, por el sostenimiento de tiranías como la venezolana, y por la crisis económica que se va a vivir a escala mundial.
Frente a ideologías nefastas como el socialismo, cercanas al nacionalsocialismo o al fascismo, Occidente ha de alzarse y defender lo que siempre lo ha caracterizado: la libertad individual y el capitalismo de libre mercado. Es más, debe ayudar a los ciudadanos chinos a luchar por su libertad, así como a los que sufren bajo el yugo de toda clase de regímenes autoritarios. Mientras esperamos que pase esta crisis, no olvidemos nunca a las víctimas, pero tampoco a los responsables.