El terrorismo y sus consecuencias, sobre todo en las víctimas que ha provocado, son pilares en la carrera del cineasta Iñaki Arteta (Bilbao, 1959)
El título de su conferencia compartida con Jaume Vives es ‘Cómo el nacionalismo excluyente acaba por dificultar la pluralidad de visiones e ideologías’. ¿Todos los nacionalismos son excluyentes?
Naturalmente. Todos los nacionalismos tienen un componente ideológico contrario al pluralismo y la libertad, ligado con el supremacismo. Es la ideología de ‘nosotros y ellos’. Y, cuando tienen poder, sus políticas son sectarias, identitarias y lejanas a las aspiraciones democráticas de ser libres e iguales.
Dentro de lo que dice, ¿atribuye al nacionalismo vasco alguna especificidad?
Todos los nacionalismos tienen muchas cosas en común, las que acabo de nombrar, pero el vasco tiene un hándicap especial: que durante casi 50 años ETA ha matado por la ideología del nacionalismo. En todo ese tiempo, con tantas víctimas y personas extorsionadas, se ha generado una sociedad enferma, con unos síntomas extraños de convivencia. Todas las decisiones de índole personal que se toman en el País Vasco, desde a dónde mandas a estudiar a los hijos y por qué círculos te mueves, y más cuando existía ETA, te pueden generar incomodidad. Se generan anomalías de comportamiento, como tener que hablar de unas cosas y no hablar nunca de otras.
¿En qué lugar van a quedar las víctimas de ETA desde el fin de la actividad de la banda?
No lo sé. Se está pretendiendo que las víctimas queden en un segundo lugar, difuminándolas, alejándolas de nuestra memoria. Como si todo hubiera pasado ya. Pero, aun así, la huella que ha quedado es muy importante. Todo lo que vivimos ahora ha sido consecuencia de una amenaza muy extensa, pero hay una parte no pequeña de la sociedad vasca que prefiere olvidar.
¿Por qué?
Ellos sabrán… Me imagino que porque algo habrán tenido que ver con el asunto. Quienes nunca van a olvidar son las víctimas, ya que siempre les faltará el hijo, el hermano, el padre… Pero los que han hecho daño se pueden reinsertar, pueden amoldarse a la sociedad y ésta les puede proteger. Es un terreno complicado no sólo para la convivencia de quienes somos mayores y hemos vivido todo, sino sobre todo para transmitírselo a las nuevas generaciones. Y a los que no han visto nada me niego a no contarles nada o a contarles cosas contemporizando. Hubo quienes hicieron el mal durante mucho tiempo con unos propósitos claros, y eso ha distorsionado la vida social, política y económica.
¿Cómo se justifica la normalización de que a los etarras, cuando salen de la cárcel, se les reciba con homenajes?
Es que hay a quien le sigue pareciendo bien que una persona hiciera lo que hizo, pero la sociedad sana no puede permitir eso. No puede permitir que ningún tipo de delincuente exhiba una actitud de querer integrarse en la sociedad sin haber reconocido lo que ha hecho y haber expresado claramente que se arrepiente de ello. Es casi inhumano.
“Los nacionalistas han logrado sacarnos del armario”
El actor y dramaturgo Albert Boadella es el presidente de Tabarnia. El periodista Jaume Vives (Barcelona, 1992), el primer ministro. Y bajo el nombre de Tabarnia se esconde una sátira: las provincias de Barcelona y Tarragona, separándose de una Cataluña independiente para permanecer en España. “Es una respuesta natural frente a un nacionalismo que, aunque dice que va de abajo arriba, va de arriba abajo: a base de subvenciones, de controlar los medios y controlar todo, ha hecho que lo que antes era residual ahora sea prácticamente la mitad de la población. Tabarnia va de abajo arriba como respuesta natural de la gente ante una situación de injusticia y despotismo por parte de las autoridades. Es, a través del humor, como dar una bofetada en la cara para decir que somos personas normales y estamos hasta las narices”, indicó ayer Vives.
Usted saltó a la fama por reproducir con altavoces a todo volumen el Y viva España de Manolo Escobar desde el balcón de su casa de Barcelona. ¿Qué hay de humor o broma en esto y qué de valentía?
De valentía, nada; de broma, mucho. Nos salió así en ese momento. Consiguen meterte la sensación de que, si enseñas la bandera de España, eres el friki de la calle. Y lo que quisimos fue responder que podemos ser más cachondos que ellos y no vamos por la vida cabreados.
¿Resulta difícil enseñar una bandera española en Cataluña?
Depende de dónde. Antes, mucho. Más que por una muerte literal, es porque dejan de hablarte o pasas a convertirte en un facha. No es tanto una persecución en la que te juegues la vida, en algunos pueblos sí, sino más una persecución social. Pero han conseguido lo que no quería, que es sacarnos del armario. Hemos pasado de esconder la bandera a mostrarla
con orgullo. Ha habido un cambio provocado por ellos mismos.
En las últimas elecciones generales, en Cataluña el bloque secesionista ha crecido en escaños y se ha acercado al constitucionalista: 22 frente a 26, respectivamente. ¿Qué lectura hace?
Ha aumentado en escaños, pero en votos ha perdido medio millón respecto a las elecciones de diciembre de hace un año y ha ganado unos cuantos respecto a las últimas generales. Después de todo, el que ya no es nacionalista ya no lo será. Han tenido el control de los principales medios de comunicación y han podido bombardear con un mensaje de presos políticos, represión por parte del Estado e injusticia económica. Al que después de esa matraca no es nacionalista, ya no le convencen.
¿Sigue viviendo en Barcelona?
Sí. En un pueblo a cinco minutos de Barcelona.
¿Su posicionamiento público le ha generado dificultades?
Ha habido épocas más movidas, pero ahora estoy bastante tranquilo. Es verdad que en el barrio en el que fui al colegio y viven mis abuelos, algo así como la calle Jarauta en Pamplona, he tenido problemas. Ya no voy