Es latente y fácilmente contrastable el hecho de que las mujeres tienen un papel más importante y de mayor relevancia en la sociedad a medida que va avanzando el tiempo. En este sentido, no es extraño ver cómo van adquiriendo puestos de responsabilidad, tanto en el ámbito público como en el privado.
En los últimos años, la tendencia a que aumente la presencia femenina en los Consejos de Administración de las grandes empresas ha crecido exponencialmente. Pero no es el sector privado el que interesa analizar en este caso, sino que se va a poner el foco en el ámbito público y –concretamente– en el ejercicio de funciones políticas y de representación.
Así, si en los años 80 era extraño ver una mujer en el Parlamento o en el Consejo de Ministros de algún país y más difícil aún –por no decir imposible– al frente del gobierno de una nación, es indudable que esta situación no es causa de sorpresa en la actualidad. En el último informe sobre el particular publicado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) se pone de manifiesto esta realidad.
Tal y como evidencia este informe, hace veinte años en los países de la OCDE la presencia femenina era del 20,1%, esto significa que una de cada cinco parlamentarios era una mujer. Sin embargo, el año pasado esta cifra ascendió al 31,6%, de forma que la proporción aproximadamente ha pasado a ser de una sobre tres. Es especialmente reseñable el caso de Suecia, dado que en este país la presencia de mujeres ya era elevada en el año 2002 y puede afirmarse que prácticamente se ha mantenido constante en estos veinte años con alguna ligera variación en torno al 45%. Otro importante exponente en el particular es México, país en el cual las mujeres parlamentarias en 20 años han pasado de representar el 16% hasta suponer el 48% en la actualidad.
En definitiva, tal y como se ha puesto de manifiesto, es evidente que se está trabajando por una plena igualdad entre hombres y mujeres. Igualdad que en los países más desarrollados está muy cerca de lograrse. De cara al futuro queda por ver si la tendencia seguirá su curso y la presencia de mujeres en las instituciones políticas seguirá aumentando o, por el contrario, una vez que se alcance esta igualdad los dos sexos tendrán una similar participación en el mundo de la política.
Sea como fuere, la realidad es que más allá de las cifras, lo realmente importante es apostar por el talento, de manera que la representación de la sociedad la ostenten aquellas personas que se encuentren mejor preparadas para llevar a cabo esa labor con independencia de su género.
Por lo que ha de trabajarse es por no cerrar la puerta ni a hombres ni mujeres y garantizar unas condiciones de acceso igualitarias a los puestos de representación política basadas únicamente en indicadores objetivos como el mérito o la capacidad. Es este el único camino que podrá conducir
a una verdadera igualdad entre hombres y mujeres pues –de no ser así–, si la sociedad se empeña en establecer cuotas no se estará eligiendo a una mujer o a un hombre por sus verdaderas capacidades, sino que se atenderá preferentemente al sexo que tenga, a pesar de que luego –en segundo lugar– entren en juego otros criterios como el mérito y la capacidad.