Al describir el Estado del Bienestar de Dinamarca, el New York Times (http://goo.gl/9DS8q0) narró en 2013 la historia de Carina –36 años y madre soltera–. Lleva viviendo del Estado desde los 16 a más de 2.300 euros mensuales en ayudas sociales, sin haber trabajado ni un solo día.
Aunque ésta sea una excepción, muchos países de la Unión Europea ofrecen todavía prestaciones generosas que pueden disuadir la búsqueda de trabajo. Según un estudio de CATO (http://goo.gl/vWuuek), el tipo impositivo marginal efectivo que soporta un parado que encuentra un trabajo remunerado puede ser decisivo a la hora de aceptarlo.
> Norte y Sur. El informe confirma además que hay una relación inversa entre generosidad de las prestaciones y rigidez del mercado de trabajo. Los países con mayores beneficios sociales tienden a una mayor flexibilidad del mercado laboral y viceversa. Alemania, Holanda y los países nórdicos se inclinan por la flexiseguridad: poca regulación en el mercado, donde contratar y despedir es más fácil, pero donde la prestación por desempleo y otras ayudas sociales son más altas (más de 15.000 euros al año). En cambio, Italia, España y Portugal cuentan con beneficios sociales más reducidos (menos de 7.500 euros), pero con un mercado laboral rígido y regulado. Así, el estudio concluye que la elevada tasa de paro en estos países se debe a la dificultad de encontrar un trabajo y no tanto a la «generosidad» estatal. Decía Thomas Paine que hay dos clases de personas: «los que pagan impuestos y los que los reciben y viven de ellos». Aunque las soluciones parecen sencillas –reducir impuestos al trabajo para las rentas bajas y dar más flexibilidad al mercado laboral–, la UE ha preferido unas reformas muy tímidas. Esta espléndida protección social suele llevar a que vivir del Estado sea más cómodo que encontrar un empleo.