¿Qué política económica necesita España?
17 de enero de 2020

No pretendo ser original cuando afirmo que el deterioro de la economía internacional coge a nuestro país en una situación delicada. Se dirá – y es cierto- que el desafío al que hoy nos enfrentamos tiene carácter internacional y no es exclusivamente español. Y se argumentará -y es cierto también- que la economía española encara esta nueva fase del ciclo con una tasa de crecimiento muy aceptable, superior a la de la mayoría de los países europeos. Pero si analizan objetivamente los datos, se observa que los dos grandes problemas que la economía española arrastra desde hace mucho tiempo -su elevada tasa de paro y el desequilibrio de las cuentas de su sector público- no se han solucionado; y lo que es más preocupante: estos dos puntos débiles van a cobrar aún mayor relevancia como consecuencia de la reducción de la tasa de crecimiento a la que parece que estamos abocados.

No sabemos bien por qué las bolsas se han dado la vuelta en los últimos días; pero no cabe duda de que las cosas no funcionan como sería deseable en la economía mundial desde hace ya algún tiempo. Y lo que parece ser un recrudecimiento de la guerra comercial que, de una forma absolutamente irresponsable, promueve el presidente de los Estados Unidos es un factor de inestabilidad muy importante, que genera desconfianza y pesimismo. Pero a ella tienen que adaptarse los países para capear el temporal de la mejor forma posible. Y es aquí donde las peculiaridades negativas de la economía española cobran mayor importancia.

Si un país que ha crecido de forma sostenida a lo largo de cinco años, y, al final de este período sigue teniendo una tasa de desempleo superior al 14%, algo preocupante ocurre, ya que, en ese país,  el paro no es solamente un problema que surge cuando tiene lugar la fase decreciente del ciclo, sino un síntoma del mal funcionamiento general del sistema productivo y del mercado de trabajo, en particular. Si a esto se añaden una serie de medidas legislativas – con un fuerte componente electoral- que han elevado los costes laborales de forma significativa en los meses pasados, hay razones para ser pesimistas con respecto a la evolución del desempleo en España tan pronto como la coyuntura se deteriore.

Y algo similar podría decirse de las cuentas del sector público. No se han aprovechado estos años de crecimiento para sanearlas. El déficit continúa siendo demasiado elevado; y la deuda pública se sitúa en cifras muy cercanas al 100% del PIB. Un empeoramiento de la situación económica y del nivel de empleo afectará necesariamente a los ingresos y los gastos públicos. Y el déficit y la deuda ya existentes harán muy difícil a cualquier gobierno que pueda formarse tras las elecciones de noviembre utilizar la política fiscal como instrumento de estabilización. Porque, no es lo mismo entrar en la desaceleración con un superávit presupuestario como el que tienen hoy países como Alemania u Holanda que hacerlo con unas cuentas como las nuestras.

¿Qué estrategia podría seguir entonces el próximo gobierno español, suponiendo que tuvieran suficientes grados de libertad como para llevar a cabo una política sensata y no se viera forzado a aplicar medidas irresponsables para mantenerse en el poder? La verdad es que su margen de actuación sería bastante limitado. No sería suficiente, desde luego encomendarse al Banco Central Europeo en la confianza de que para que siga comprando deuda y aplicando una política monetaria expansiva, cuyo éxito es cada vez más dudoso. Sé que es un lugar común mil veces repetido; pero ha llegado el momento de realizar reformas en el sistema productivo, en el control del gasto público, en el sistema fiscal y en la regulación de los mercados que permitan que la economía española se libre de las ataduras y restricciones a las que hoy se encuentra sometida. La política económica del siglo XXI no debería ya ser la que se centra en la oferta monetaria, los gastos y los ingresos públicos, sino la que permita e incentive un mejor funcionamiento de la economía. Este es el desafío que tenemos por delante…Y no es pequeño, ciertamente.

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