Una de las cuestiones más complejas a las que se enfrentan las ciencias sociales es la lógica de la formación de las preferencias de la gente. En otras palabras, ¿por qué compramos mayoritariamente ciertos productos y no otros? ¿O por qué consideramos que un problema social es especialmente relevante?
Frente a la respuesta tradicional del análisis económico que subraya la importancia de las funciones de utilidad particulares de cada persona, la idea de que las preferencias de los demás condicionan nuestro comportamiento explica determinadas actitudes que podrían parecer poco coherentes. Un caso de actualidad: ¿por qué el problema de la denominada “violencia de género” ha cobrado la relevancia que tiene hoy, cuando nada indica que las cosas hayan empeorado significativamente en los últimos tiempos en lo que a este tipo de violencia se refiere?
Puede argumentarse que algunos grupos políticos han encontrado en este asunto un campo abonado para su propia promoción; lo cual es cierto, sin duda. Pero hay algo más. Una vez que ciertas ideas se han impuesto y han pasado a ser políticamente correctas, mucha gente empieza a adaptar a ellas su comportamiento.
Solo un ejemplo reciente, tomado de un mundo aparentemente muy alejado del debate político. Estos días se ha repuesto en el Covent Garden de Londres el ballet Manon. La obra, al igual que las óperas con el mismo nombre de Massenet y Puccini, se basa en una novela del abate Prévost, publicada en 1731, que fue considerada escandalosa en su día por retratar con crudeza la vida libertina del París de la época. Han transcurrido casi tres siglos. Pero el teatro ha decidido que debería incluir en su programa de mano la siguiente advertencia a los espectadores: “Atención, Manon contiene escenas de violencia de género”.
Y no hablamos de algún partido de la izquierda española, que seguramente pediría la prohibición de la obra, sino de una institución seria y prestigiosa como la Royal Opera House. A este paso, no me sorprendería que, en el próximo montaje, fueran los personajes masculinos del ballet los que acabaran vendiendo sus favores sexuales.