La lectura del libro de Rafael Pampillón es enormemente sugerente y amena, explicando con un estilo sencillo lo que ya ha pasado y puede ocurrir en el futuro.
No hay una política económica siempre buena y otra, opuesta, siempre mala, sino que la oportuna, con frecuencia, es ir cambiándola en función de la coyuntura.
Rafael Pampillón, escritor de »Cuando los votantes pierden la paciencia. Casos radicales de política económica».
El profesor recrea al lector, al saberse deslizarse con maestría por la historia para demostrar los efectos, a veces inesperados, que provoca la mutación de políticas económicas. Su interpretación de la historia demuestra como los cambios entre políticas keynesianas y liberales han dado lugar, tanto a éxitos abrumadores como a catastróficos fracasos.
Juan Ramón Cuadrado, que escribe el prólogo del libro, acierta cuando alude de la dificultad que encierra optimizar la combinación de los tres objetivos esenciales: eficiencia económica, justicia social y libertad individual.
Quien haya seguido en la prensa económica a este catedrático, convendrá conmigo en su inquebrantable posicionamiento ecuánime. Su despego de los políticos va unido a mirarlos con los mejores ojos posibles, descubriendo siempre en ellos la mejor voluntad. Sin embargo estas buenas formas no falsean su aguda crítica, siempre basada en las tozudas cifras que le proporcionan los indicadores macros.
En este sentido, es llamativo lo ecléctico que se comporta Pampillón frente al signo político de los gobiernos. Así, no es tendencioso cuando analiza la relación que existe entre las crisis económicas y los cambios pendulares que se producen en las políticas económicas. A este respecto, el autor propone diez reflexiones sobre el como, el cuando, el por qué y sobre quienes decidieron la permuta de sentido. El profesor concede una importancia decisiva al descontento de los ciudadanos, como causa imprescindible del viraje del voto de los electores. En su opinión, también influye bastante en un cambio presidencial la aparición de un nuevo líder con carisma, siempre que enarbole las reivindicaciones populares.
Coincido con este economista que es indudable que muchas victorias electorales se deben más a la torpeza de los anteriores gobernantes, que a méritos propios por novedosas propuestas de los vencedores.
Pampillón pone como ejemplo el caso de la llegada de la victoria del keynesiano Roosevelt a la Casa Blanca, tras el liberal Herbert Hoover, quien cargó con el crack de 1929. En un caso similar, pero de signo opuesto, trata del éxito de la tory Margaret Thatcher al llegar a premier del Reino Unido, tras deponer al laborista Callaghan.
El autor trata con lucidez, a la par que de un modo muy asequible, los principales cambios pendulares de políticas económicas. El primero es el mercantilismo versus modelo clásico, el segundo, el keynesianismo, que lo trata contrastando como lo aplicaron Hitler y Roosevelt. El tercero, las políticas de oferta, en la que analiza la discutida curva de Laffer y revisa lo principales acontecimientos económicos habidos en los países de Europa. Quizá debiera haberse extendido más en este tema, porque es el que más afecta a los españoles.
Sigue un capítulo que aborda la evolución de China, y otro que analiza la influencia en la economía de la caída del muro de Berlín, y de la llegada de la democracia a los países que estaban tras el telón de acero. Ambos, aunque breves, son muy ilustrativos.
El capítulo 10 trata de la vuelta al keynesianismo y la gran recesión que constituyeron el cuarto cambio pendular habido entre 2001 y 2021. Aquí se detiene en las políticas expansivas de demanda de George W. Bush, y el aumento de la regulación que trajo la recesión de 2007. Resulta muy divertido como, en contra de la opinión extendida, Pampillón demuestra que Donald Trump no fue un liberal sino un keynesiano, como también lo afirma de Joe Biden.
El autor es muy optimista al enjuiciar los movimientos populistas, porque lo hace tomando como referencia los desastres más trágicos de la historia. Supongo que intenta despertar la confianza en la acción, cuando indica que los países acabarán superarando los populismos.
El capítulo que más admiración me ha causado es el último, que trata de lo que deberíamos haber aprendido, tras tanta crisis, para que se la economía mejore. Enuncia con brillante diez poderosas razones, todas ellas muy validas, para esa recuperación de la crisis surgida tras la presentación del libro: la de la energía provocada por la guerra de Urania. Por lo que toca a España, tan solo les expongo la décima receta: “las grandes crisis económicas a veces se alargaron en el tiempo debido al enorme retraso con que se han aplicado las necesarias medidas”. Viene a cuento, porque el presidente Sánchez, a pesar de los actuaciones ejemplares de otros países europeos, ha perdido un tiempo precioso ante la subida de la luz y la huelga del transporte.
Lo peor es que las pérdidas causadas son irrecuperables.