El rescate griego se estima entre 82.000 y 86.000 millones de euros, según el Eurogrupo. Añadido a los 240.000 millones recibidos anteriormente, la quita a la deuda griega y los avales y liquidez del BCE, Grecia acumularía más de un 254% de su PIB en ayudas, una cifra superior en 12 veces a la ayuda que recibió Alemania en 1953 tras el tratado de Londres.
La cifra es simplemente brutal, pero se va a ver incrementada por una situación económica de implosión generada por la destrucción de confianza global que Syriza ha llevado a cabo.
Syriza ha conducido lo que era un país con dificultades a un estado fallido al borde de la intervención. Llegó a una Grecia que crecía un 0,8%, había reducido el déficit a la mitad y en superávit comercial y ha conseguido en cinco meses que la producción industrial se desplome (un 4% en un mes), el país se vaya a la recesión y la inversión huya.
El día que abran los bancos los ciudadanos que votaron oxi, nai o no participaron van a retirar depósitos de nuevo. La confianza se ha roto con un Gobierno que se desdice una y otra vez.
El rescate de la banca pública griega ante una descapitalización previsible puede superar los 9.000 millones adicionales. Y a mí la cifra del BCE me parece conservadora.
La Unión Europea ha tenido que solicitar medidas legislativas urgentes para atacar el Estado ineficiente y clientelar ante la negativa de los sucesivos ejecutivos, incluido Syriza, que se negó a bajar el gasto militar.
Syriza es culpable del corralito al haber testado todos los límites de la negociación de manera irresponsable. El órdago sin cartas no le ha servido de nada
Sí, porque Syriza es la culpable del corralito al haber testado todos los límites de la negociación de una manera irresponsable. El órdago sin cartas no le ha servido de nada. Tras el referéndum donde pretendía “fortalecer su posición negociadora” sólo ha conseguido lo contrario, y presentar un plan aprobado el viernes que es más duro que el del 26 de junio.
Y, como comentábamos en esta columna, el daño es difícilmente reversible.
Finlandia ya ha votado en contra del nuevo rescate y en Reino Unido se ve como un dinero que volverá a perderse en sostener un Estado hipertrofiado, en gasto corriente y en una Grecia que sigue echando al capital inversor y creador de empleo con legislaciones entorpecedoras y burocráticas. Holanda también responde de manera muy crítica a un nuevo rescate. Sin embargo, nuestros populistas poco defienden la dignidad y decisiones de los que pagan.
La única esperanza para la economía y el pueblo griego es que las medidas legislativas se implementen de manera inmediata y urgente, ya que no es un problema de financiación ni solidaridad. Es la destrucción total de la confianza en un Gobierno y unas instituciones.
Y con la destrucción de la confianza ninguna devaluación ayudaría a Grecia, como comentábamos aquí el viernes. Se lanzaba a la megainflación y quiebra de sus pensiones y seguridad social. Porque invertir no solo es cuestión de precio. Hay gangas muy caras. Toda la Unión Europea lo sabe ya.
Como todos los populistas, Syriza pasará a la historia por ser la responsable de empeorar lo que fingía proteger: el Estado del bienestar y a los desfavorecidos
Para restaurar la confianza se tienen que cumplir los principios de credibilidad, eficiencia y compromiso. El Estado griego va a tener que hacer esfuerzos enormes para recuperarlos. Y eso que el camino estaba claro, y llevado a cabo con éxito en España, Portugal e Irlanda. Syriza prefirió una política suicida.
Como todos los populistas, Syriza pasará a la historia por ser la responsable de empeorar brutalmente lo que fingía proteger: el Estado de bienestar y a los desfavorecidos.
El rescate de Grecia va a ser una donación de toda Europa, y va a necesitar de monitorización y control constante para evitar que vuelva a pasar lo mismo y tengan el rostro de decir que “es culpa de los que nos prestaron, por fiarse”.
Grecia tiene solución. Por supuesto. Pero esa solución no es aumentar un Estado hipertrofiado y clientelar y poner más escollos a la creación de empresas y empleo. Sin una legislación detallada y clara, medidas como las que tomó Thatcher en Reino Unido cuando era “el enfermo de Europa” y estaba condenado a “mendigar, pedir o robar” como decía Kissinger, medidas como las tomadas en Irlanda o España, Grecia solo va a terminar peor.
No se puede imprimir crecimiento y no se puede donar confianza.
La confianza tarda años en conseguirse y muy poco en destruirse. El populismo comunista siempre hace lo mismo, a ver si nos vamos dando cuenta. Promete como Papá Noel y responde como Papá Piquillo.