En 1986 James Buchanan recibió el Premio Nobel de Economía por sus trabajos sobre la teoría de la elección pública y la economía constitucional. En su obra, el gran economista norteamericano desarrolló un modelo alternativo al convencional en la explicación del funcionamiento del sector público, en el que el comportamiento de los políticos es analizado con el instrumental que ofrece la teoría económica. El político deja de ser para Buchanan ese hombre altruista que lucha por elevar el nivel de bienestar de sus conciudadanos y se convierte en algo mucho más real: un maximizador de su propia función de utilidad.
Naturalmente, cuando se presenta ante sus votantes no les dice: “Elígeme, que quiero el poder”. O: “Tengo muchas ganas de ser presidente”. O: “Quiero colocar en buenos puestos a mis amigos”. Por el contrario, trata de ocultar tales objetivos y se presenta a sí mismo como una persona que se sacrifica por la búsqueda del bien común.
Por ello lo que está ocurriendo en la política española resulta especialmente instructivo y habría interesado mucho a Buchanan, ya que constituye una clara confirmación de su teoría. Porque, en nuestro país, la mayoría de los políticos parece haber renunciado al disimulo y a la ocultación de sus verdaderos propósitos, que antes tanto practicaban. Ya no hay pudor y se piden abiertamente cargos y ventajas particulares, dejando muy claro que los intereses de la gente son algo muy secundario frente a los particulares de los políticos y los partidos.
Como esto se percibe fácilmente, muchas personas están hoy indignadas en España por el comportamiento de sus políticos, a los que acusan de egoístas, aprovechados y maniobreros. No es mi caso, sin embargo. En contra de lo que la mayoría piensa, yo creo que esto es bueno para el país. Cuando la gente vaya a votar debe saber qué hay realmente detrás de unas siglas o unos programas. Debe ser consciente de que la democracia funciona mal… pero también de que es el sistema menos rechazable que existe. Y debe exigir, como defendía Buchanan, que se diseñen normas que moderen las ambiciones de los políticos y su búsqueda del propio interés. Tratemos, por tanto, de encontrar el lado positivo de la situación… aunque esta sea bastante deprimente.