Repensar la nueva derecha
13 de mayo de 2019

Los malos resultados obtenidos por el PP en las pasadas elecciones generales han sido atribuidos por numerosos analistas a su viraje a la derecha y al abandono del centro. Sin duda han existido otras fallas de naturaleza técnica y organizativa, pero esta derechización habría sido la causa determinante del fracaso cosechado el 28A. Esta hipótesis permite además establecer un escenario contrafactual en virtud del cual el antiguo partido hegemónico del centroderecha habría ganado o conservado posiciones si hubiese persistido en la línea de acción desplegada en su inmediato pasado. Este enfoque merece algunos comentarios, porque el declive de los populares no es un fenómeno inesperado ni sobrevenido. Tiene raíces profundas y de sombras temporales alargadas.

De entrada, el Partido Popular acarreaba un pesado lastre derivado de la avalancha de casos de corrupción que lo azotaron durante los últimos años, pero también del descontento de una parte sustancial de su electorado con su gestión gubernamental y su discurso. La justicia o injusticia de este sentimiento es irrelevante. Entre sus votantes conservadores se desarrolló un profundo desencanto hacia la política del Gobierno en materias morales y de costumbres, territoriales y de inmigración; entre las clases medias liberales, el virus de la corrupción junto a la estrategia presupuestaria y, sobre todo, fiscal del Ejecutivo hicieron estragos. Ambos grupos de personas comenzaron a desplazarse primero hacia Ciudadanos y después hacia Vox. El primer aviso fue la pérdida de 50 escaños y de la mayoría absoluta en los comicios de 2016.

A su llegada a la presidencia, el nuevo líder del PP se encontró con un espacio político fraccionado en tres partidos, algo inexistente desde 1990. En pocos meses se enfrentó a una convocatoria electoral. Fuese acertada o no, la renovación del partido no sirvió para hacerle recuperar el atractivo necesario para los ciudadanos que le habían abandonado o tenían dudas de hacerlo. A ello contribuyó una campaña carente de un estado mayor operativo y, por tanto, incapaz de plantear y difundir un mensaje consistente e ilusionante para las personas ubicadas ideológicamente en el centro derecha. Ello contribuyó a diluir y desdibujar el discurso de centroderecha liberal enarbolado por Casado en las primarias del PP, lo que se acentuó con el pánico producido en las huestes populares por la progresión de Vox.

Cuando se habla de que el PP ha de virar hacia el centro, la pregunta es cuál es el contenido sustantivo de ese giro. Si se trata de adoptar un talante de moderación retórica o discursiva, ese movimiento es razonable y aconsejable. Si el objetivo es volver al período 2012-2016, la estrategia es discutible, porque supone ignorar factores que han contribuido al declive del PP de igual modo que sería absurdo retornar casi 30 años atrás ante los cambios que se han producido en la sociedad española. Si la búsqueda del centro consiste en hacer del PP el taller de reparaciones de la socialdemocracia, el futuro para los populares es poco prometedor. Hay fuerzas que representan de modo más genuino esa doctrina y, entre el original y la copia, la opción es clara.

Desde un punto de vista sociológico, la mayoría de las personas ubicadas en el centroderecha tienen sus valores morales, pero no desean convertirlos en parte del debate público ni imponerlos coercitivamente a los demás. Aspiran a tener libertad de elección en aspectos esenciales de su vida en un marco de igualdad ante la ley pero rechazan las discriminaciones “positivas”. Desean una fiscalidad que incentive, en vez de penalizar, el trabajo, el ahorro y la inversión. Consideran que el Estado ha de asegurar la igualdad de oportunidades, pero no de resultados. Son partidarios de la inmigración legal, pero hostiles a la ilegal de los buscadores de rentas. Defienden una red de seguridad que permita a todos los ciudadanos el acceso a los bienes y servicios básicos, pero son escépticos ante la deseabilidad y sosteniblidad de un estado de bienestar sin reformas estructurales. El catálogo de proposiciones podría extenderse mucho más, pero no parece necesario.

Ese es el retrato robot, el perfil del ideario esencial de los ciudadanos situados en el espacio no colectivista de la sociedad española y constituye el mínimo y suficiente común denominador para articular una alternativa al socialismo. Quien escribe estas líneas no tiene ni idea de si un planteamiento de esta naturaleza es centrista o no lo es, pero resulta vital no perder la perspectiva y no sobrerreaccionar ante los recientes acontecimientos. El modelo socialdemócrata representado por el PSOE y sus aliados ha obtenido una magra victoria, le menor minoría potencialmente gobernante salida de unas elecciones, y su programa constituye la profundización en un modo de concebir la economía, la sociedad y el Estado que no es el mejor para la libertad y la prosperidad de los ciudadanos.

Por otra parte y, al margen de la envenenada cuestión catalana, el centroderecha ha de repensar cuál es la forma más eficaz para articular el binomio unidad-pluralidad que constituye la realidad de las Españas. Sin duda, este es un tema espinoso, difícil y cuajado de emociones pero la solución no estriba en plantear iniciativas recentralizadoras ni en oponer a las tesis centrífugas de la periferia una antítesis centrípeta y uniformizadora. Esta dinámica resulta estéril, solo conduce a una guerra civil fría en la que ganan los extremos y ha causado estragos electorales. Quizá no sea el momento adecuado, pero avanzar, dentro del marco de la Constitución, hacia un esquema de federalismo competitivo a la norteamericana, la canadiense, la suiza o la australiana sería sin duda alguna una formula racional, prudente y equilibrada de afrontar el problema territorial.

Si el Partido Popular no acierta en la reformulación de su proyecto, su declive se agudizará y corre el riesgo de desaparecer como le ocurrió a la UCD. Ya no está solo en su espacio político y sus competidores tienen serias posibilidades de repartirse sus pedazos si no reacciona con inteligencia y rapidez.

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