Famoso por sus intervenciones televisivas en ‘La sexta noche’, Daniel Lacalle Fernández (Madrid, 1967) siente “la obligación” de trasladar al gran público el debate de los asuntos económicos y critica a quienes se limitan a “pontificar desde los púlpitos”. También escritor y analista, Lacalle visitó recientemente Pamplona para ofrecer una conferencia en Civican organizada por el laboratorio de ideas Civismo.

Últimamente se le ve rodeado de líderes del PP. ¿Es usted el nuevo niño bonito de los populares?

Para nada. Que el dirigente de un partido apoye la presentación de un libro no significa que deban estar de acuerdo con las cosas que se dicen en él. De hecho, muchas de las ideas que desarrollo en mis libros no tienen nada que ver con las políticas que lleva a cabo el PP.

Uno de sus últimos libros lo presentó la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes.

A mí me encantaría que algún dirigente socialista hubiera acudido a la presentación de mi libro sobre el paro. De hecho, se le invitó a uno y lo rechazó amablemente por cuestiones de agenda. Me hubiera encantado.

¿Se considera un economista estrella?

No. Hay una serie de personas que nos dedicamos a la Economía y tenemos capacidad de divulgar. Es muy importante bajar del púlpito desde el que se hacen afirmaciones que los demás tienen que aceptar. Los ciudadanos deben opinar abiertamente. La Economía es una ciencia social, no es empírica, por lo que no existen las soluciones mágicas. Es importante que todo el mundo pueda opinar y participe en un debate que nos afecta a todos.

¿Cree que Rajoy debería apartarse para facilitar un nuevo gobierno con los socialistas?

Si fuese una cuestión de que alguien se hiciese a un lado, ya habría ocurrido. Creo que hay un problema grave en el PSOE que no solo está rechazando un acuerdo con Rajoy, sino todo lo que tenga que ver con el PP. Parece que se está buscando reeditar una especie de pacto de Tinell a nivel nacional. Es una actitud equivocada, porque está menospreciando a los siete millones de votantes del PP. La sociedad española ha apostado por la moderación y continuar por la senda del crecimiento económico con políticas que han llevado a este país a la prosperidad durante los últimos treinta y tantos años.

¿Quién podría ser una mejor presidenta: Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes o Soraya Sáenz de Santamaría?

Cualquiera de las tres podría serlo, pero creo que ninguna de ellas lo tiene por objetivo. Están a cargo de labores muy específicas y de mucho valor.

¿Le parece que pasará factura al PP la forma en que está afrontando los casos de corrupción?

La actitud con respecto a la corrupción en cualquier partido siempre debe ser más contundente. Toda contundencia y toda transparencia es poca. El problema es que estamos afrontando el tema de la corrupción con la misma actitud que un partido BarçaMadrid. Todos relativizan la corrupción de los propios y exageran la de los ajenos.

¿Negar la corrupción no es una forma de extender la sensación de que es generalizada?

No todos los políticos son corruptos. Hay muchísima gente que trabaja con total honradez. No se puede utilizar la corrupción política para demonizar las instituciones y emplearlo como arma arrojadiza política. La sociedad civil debe exigir la máxima transparencia en la vida política.

Transparencia que el ministro Soria no practicó.

No estamos hablando de nada ilegal. No tiene nada que ver con corrupción. Se podrá discutir sobre la idoneidad moral o la coherencia política de tener actividades económicas en otros países por parte de un líder político. Aquí lo que ha habido es más miedo a la reacción mediática por algo que, también en los papeles de Panamá, debería haberse limitado a detectar las actividades que han sido ilegales.

Pero José Manuel Soria se contradijo en repetidas ocasiones.

Ahí estamos de acuerdo.

¿Eso no prueba que tenía algo que ocultar?

O no. Muchísima gente utiliza las sociedades off shore. Panamá no es un paraíso fiscal porque salió de la lista oficial en 2011 por decisión del Gobierno de Zapatero. La razón fue muy simple y es que se acordaron procedimientos para garantizar la transparencia y la colaboración. Si una persona tiene sociedades por todo el mundo es normal que para evitar la doble imposición en actividades de comercio internacional se utilice una empresa off shore.

¿Acaso no se firman acuerdos bilaterales entre países para evitar la doble imposición?

Sí, claro, eso es así.

¿Entonces?

Imagine un país cuya seguridad jurídica es cuestionable. La única manera que encuentran muchas empresas para funcionar en esos entornos es abrir una cuenta en uno de estos refugios fiscales para no quebrar si hay un corralito.

¿No habría que combatir los paraísos fiscales?

Hay una cosa en todo esto de la demonización de los sistemas fiscales y es que tenemos que pensar mucho antes de hablar sobre otros países. En España sucede en algunas regiones como el País Vasco o Canarias. Esta última está considerada por México como paraíso fiscal, por ejemplo. Entonces, debemos tener cuidado de utilizarlo de forma mediática agresiva. No son paraísos fiscales, solo tienen una fiscalidad más atractiva.

¿Una mayor competencia fiscal no provocaría una caída en la recaudación pública?

No. La demostración que la competencia fiscal no supone una carrera hacia cero es que lo que se ha generado con la competencia fiscal es que el mayor aumento del PIB o de la financiabilidad de los estados del bienestar en los últimos 30 y 40 años. Si no existiese esa competencia, ¿qué evitaría que un gobierno ineficiente dijese que el impuesto de sociedades fuese del 80%? Podría imponerlo, pero destruiría el tejido industrial y la economía.

Con una sucesión de escándalos que salpican a empresas, partidos y dirigentes a nivel nacional e internacional, ¿puede la ciudadanía confiar en el sistema?

Dice Carlos Rodríguez Braun que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio. Tiene razón. No niego los beneficios de un sistema porque haya casos de corrupción. De hecho espero que continúen aflorando. Dice muchísimo de la libertad de prensa y desarma a quienes afirman que las empresas lo controlan todo.