Se ha celebrado recientemente en España una reunión del denominado Foro Internacional del Partido de la Izquierda Europea. No creo que dicho foro vaya a pasar a la historia. Pero, en el curso de sus debates, se han realizado algunas afirmaciones que merecen un breve comentario.
Uno de los objetivos del encuentro era estudiar la expansión de los partidos populistas de derechas en la Unión Europea. Y los asistentes, en lugar de reflexionar sobre las semejanzas que las propuestas económicas de estos partidos guardan con las suyas propias, han preferido marcar distancias. Y para ello nada mejor que concluir que existe una “relación directa” entre el neoliberalismo y la extrema derecha.
El argumento es bastante absurdo; pero de lo que se trata, sin duda, es de meter en el mismo saco a todos los adversarios. El problema es que, cuando se desciende a la realidad, se observa algo muy diferente.
Sólo un ejemplo. Si analizamos el programa económico del Frente Nacional Francés, uno de los partidos más representativos del populismo de derechas, vemos que se encuentra en las antípodas del liberalismo. Pero si lo comparamos, en cambio, con el programa que Podemos presentó en España en las últimas elecciones generales, nos damos en cuenta en seguida de que las semejanzas entre ambos son importantes. Y no es extraño, por tanto, que buena parte del voto del Frente Nacional provenga de antiguos comunistas; ni que la extrema izquierda y la extrema derecha ofrezcan, a menudo, a sus potenciales votantes soluciones similares: antiliberalismo, mayor intervención estatal en la economía, oposición al comercio internacional libre, etc.
Y es en el tema de las relaciones internacionales en el que las coincidencias son más claras. Los gurús de la nueva izquierda, como Stiglitz o Hudson, se muestran cada día más contrarios a la globalización y defienden abiertamente el nacionalismo tradicional de la derecha en política económica. Y, cuando se discutió el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, no sólo fue la izquierda la que se opuso al acuerdo. También lo hicieron, entre otros, Marine Le Pen y Donald Trump. Les guste o no, en política económica los extremos se tocan.