Sánchez prefiere su interés privado al de la nación, lo que puede costar una crisis económica y política. Nunca ningún presidente fue tan irresponsable de provocar, por puro electoralismo, una espiral de gasto público tan disparatada, y en un entorno de grave incertidumbre. La improvisación es tal, que no se prevé como se financiará el nuevo gasto.
Tanto los principales organismos internacionales (Comisión Europea, OCDE y el FMI), como los nacionales (Banco de España, la AIReF, FEDEA, FUNCAS y el Círculo de Empresarios) han advertido de la vulnerabilidad y desaceleración de nuestra economía. También, los expertos más acreditados han sido rotundamente críticos en su análisis de las políticas de La Moncloa.
Alguna de las peores previsiones sobre el daño que suponían esas medidas electoralistas ya se está cumpliendo. Me refiero al desempleo que podía suponer la subida de un 22,3% el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Este ascenso ha supuesto que la ocupación indefinida se desplomara un 7% en marzo en la tasa interanual. Lo peor es que el paro provocado ha castigado, sobre todo, a las personas más débiles. Este dictamen lo avala la caída del 2,5% en la afiliación a la Seguridad Social en el Régimen Especial de Empleadas del Hogar en marzo, a pesar de que en el Régimen General hubo un aumento del 3,6% hasta marzo. También, el nuevo SMI ha causado despidos en los Centros Especiales de Empleo, los que contratan a discapacitados, y en el mal retribuido sector agrario. Esta reducción de contratos ha elevado la economía sumergida, lo que supone que trabajadores que tenían derechos laborales antes de la subida del SMI, ahora ya no los tienen.
Si nos fiamos de las encuestas, es probable que el PSOE no tenga una mayoría absoluta el 28-A, sino que necesite el apoyo de otro partido. Si éste fuera Podemos, Pablo Iglesias condicionaría las decisiones económicas del Ejecutivo, sumisión, que tal como ha ocurrido en Italia, provocaría un deterioro serio de la solvencia del país. Como España no tiene colchón de ahorro, sino deuda, los servicios públicos empeorarían.
Si Rivera cumple su promesa de no pactar un Gobierno en el que esté Sánchez, la opción de un pacto PSOE-Ciudadanos parece improbable. La tercera posibilidad, quizá la más factible, es que Sánchez vuelva a pactar con los independentistas. Este contubernio es una alternativa real, que la sostiene el hecho de que el presidente no haya querido comprometerse a negar un indulto a los posibles condenados en el juicio del proces. Si La Moncloa tuviera que depender de la dictadura chantajista que le impondrían los nacionalistas, la conflictividad política aumentaría y la convivencia se perjudicaría.
Respecto a Navarra, el Gobierno de España que más nos interesa es aquel que asegure su personalidad jurídica y promueva la eliminación de la Transitoria Cuarta. Obviamente, un Ejecutivo en La Moncloa que fuera rehén de los nacionalistas favorecería que continuasen las sectarias políticas que ha impuesto el cuatripartito foral, acciones que han quebrantado la paz en la calle y la igualdad de oportunidades. Animo al PSN a que haga Historia con mayúscula y anteponga lo que conviene a Navarra, frente a lo que desea un presidente ególatra, cuyo narcisismo ha quedado probado por su abuso de las prebendas del cargo.
Aunque parezca ciencia ficción, lo recomendable para evitar el riesgo económico nacional y la ruptura territorial de España es que todos los partidos constitucionalistas, PSOE incluido, pactaran un Gobierno que pusiese en orden el Estado autonómico y equilibrase las cuentas públicas. Ese Ejecutivo debiera estar presidido por una persona en la que confiaran todos los partidos. ¡Pena que España no se parezca a Alemania!