Da la impresión de que el cuatripartito que gobierna el Ayuntamiento de Pamplona ya no administra el municipio para el conjunto de los ciudadanos. A la vista está que prioriza las políticas que mejor seducen a sus militantes, aunque perjudiquen a la gran mayoría. El bien común se logra cuando quienes toman las decisiones apelan a la razón y con la mirada puesta en el largo plazo. Cuando el político antepone un capricho absurdo, porque así obtiene una satisfacción emocional cortoplacista para su colectivo ideológico, los recursos se desperdician y el bienestar retrocede.
Vivimos tiempos en los que bastantes personas que profesionalmente no destacaban, al ostentar un cargo público se sienten poseedores de ciencia infusa. Esta presunción les ha llevado a no escuchar a quienes resultan afectados por sus decisiones. La arrogancia, cuando va unida a un desconocimiento supino de las materias sobre las que se tiene poder, crispa a los ciudadanos. Éstos vivían en paz porque el sistema, aunque perfectible, funcionaba, pero ahora se sienten amenazados por los despropósitos de que son objeto. Haré una crítica constructiva sirviéndome de tres ejemplos.
En Pamplona, las pérdidas en los comercios por el Plan de Amabilización del Ayuntamiento superan los diez millones de euros en sus tres primeros meses. El sarcasmo de llamar ‘amabilización’ a la normativa constituye una burla insufrible. Es inevitable que, si se dificulta el acceso de los compradores al Casco Antiguo, las ventas se desplomen. Si a ello se añaden las intimidaciones a los comerciantes que se quejaban (el alcalde las niega y no se hace nada, ni siquiera una censura por parte del Consistorio a una carroza de Carnaval que paseó por las calles una guillotina y los nombres de una serie de marcas y establecimientos), resulta natural que la situación cause un profundo desasosiego en tantas familias que ven comprometido el futuro de sus pequeños negocios.
Otra muestra de jactancia incompetente es la ocurrencia de un concejal pamplonés, el Sr. Cuenca, de erigir una operadora energética. Supongo que este cargo público sabrá que ganar dinero con la electricidad requiere un equipo de expertos en regulación, distribución, comercialización y en negociar los Power Purchase Agreement (PPA), pues si la energía no se compra barata, las pérdidas están aseguradas. Dudo mucho que esta comercializadora pueda ser rentable tras costear las nóminas imprescindibles. Iberdrola ha presentado resultados la semana pasada. Su ejercicio de 2017 se ha cerrado con pérdidas de un 12% en España. Pues bien, albergo fundadas sospechas acerca de la capacidad del ‘invento’ del edil de Aranzadi para funcionar mejor que Iberdrola. Por último, la misión de un Ayuntamiento no es vender energía, sino ofrecer servicios pertinentes, como evitar la paralización de la ciudad ante una nevada bien pronosticada.
El tercer ejemplo de las ‘ocurrencias’ es la innecesaria remodelación de la avenida de Pío XII, sin haber escuchado a vecinos y comerciantes. Queda muy bien un gran paseo para bicicletas, pero quitar carriles de circulación colapsará el tráfico. Esa avenida es la salida a los centros de urgencia médica, y la obra dificultará el tránsito rápido de las ambulancias. Cuando se construyó esa calle, se pusieron unos carriles bici que luego se quitaron, porque la inevitable doble fila de una descarga provocaba grandes atascos. El Ayuntamiento va a gastar al menos dos millones de euros en unos cambios que luego habrá que revertir. Si se atreven a repetir errores pasados es porque su coste no lo abonan ellos. Si cada despilfarro objetivo repercutiera en la cuantía de las subvenciones que reciben los grupos políticos, quizá habría más prudencia.