Desde la instauración del Estado de las autonomías, hace más de treinta años, los gobernantes autonómicos han peleado entre ellos por conseguir más dinero del Gobierno central o que la próxima autovía se construya dentro de sus fronteras. Sin embargo, los datos muestran que todas estas luchas fratricidas han sido cuanto menos estériles y, en ocasiones, contraproducentes, cuando en lugar de colaborar se torpedean unas a otras. A todos estos políticos habría que decirles que no es la política lo que hace prosperar a las sociedades, sino como decía Bill Clinton: «Es la economía, estúpidos».
Un vistazo a la evolución del PIB per cápita entre 1983 y 2013 muestra regiones con todo tipo de patrones: comunidades autó- nomas ricas que siguen siendo tan prósperas como antes o incluso más, comunidades más desarrolladas que se han venido a menos, zonas pobres que lo siguen siendo a pesar de un ingente reparto de fondos estatales o europeos y, por último, las triunfadoras, aquellas que sí han mejorado su nivel. Las vencedoras demuestran que el mayor beneficio que los políticos pueden aportar a una región es desarrollar políticas sensatas, y no construir un aeropuerto, una vía para el AVE, una autovía, o una universidad en una zona donde no se necesita porque, aunque se haga con recursos de otros contribuyentes, serán sus habitantes quienes tengan que sufragar las continuas pérdidas para mantener abierta la infraestructura.
Quizá, el mejor ejemplo de que los recursos exteriores no bastan para sentar las bases del desarrollo lo ofrecen Andalucía y Asturias que, tras treinta años de transferencias, tienen un PIB per cápita menor que el inicial, en relación a la media. Por otra parte, Extremadura y Castilla-La Mancha sí que han salido ganando un poco, aunque todavía tienen un amplio recorrido por delante. En cambio, la evolución ha sido más positiva en Galicia y Castilla y León, caracterizadas por el desarrollo de un fuerte tejido industrial. Otras regiones se han venido a menos, a pesar de tener un punto de partida en torno a la media o incluso muy por encima de ella. Se trata de Murcia, Canarias, Comunidad Valenciana, Cantabria, Baleares y La Rioja, que se han dejado hasta un 17% de su PIB per cápita en relación al promedio. Con todo, el caso de La Rioja lo explica la fuerte competencia fiscal proveniente del País Vasco, por lo que la solución no pasaría tanto por ceder más dinero a esta comunidad, sino por dotarle de más competencias para que desarrolle una estrategia propia.
Finalmente, quedan las comunidades autónomas más ricas: Madrid, País Vasco, Navarra, Cataluña y Aragón. Curiosamente, son las dos regiones forales las únicas que han salido levemente perjudicadas, a pesar de que se las tacha de insolidarias, mientras que Madrid y Cataluña han tenido una evolución positiva, a pesar de las transferencias fiscales que hacen al resto del territorio. Sin embargo, aquí hay una fuerte diferencia: mientras que Cataluña se ha mantenido prácticamente estancada, Madrid ha logrado un fuerte alza (16%), ya que ha mantenido una agenda mejor fundamentada, al basarla en la economía en lugar de en pedigüeñas reclamaciones políticas.