Navarra vive tiempos convulsos. Nunca la presión institucional de un Ejecutivo para imponer una ideología sectaria había llegado tan lejos. Los ciudadanos, quizá por miedo o comodidad, no hemos respondido con contundencia a las agresiones gubernamentales, lo que ha llevado a que la hoja de ruta de los radicales avance a toda máquina.
Los partidos políticos de la oposición no han sabido actuar coordinadamente para frenar atropellos legales sobre los que podrían haber llegado a un consenso. El Partido Socialista no ha querido distanciarse suficientemente de un cuatripartito controlado por Bildu, para que no le asociasen a la derecha. Su líder debiera darse cuenta de que esa equidistancia no es inocua, porque lesiona los principios socialistas que atraen a sus electores. El PSN es parte del PSOE, acrónimo en el que la letra ‘E’ denota la pertenencia a España y, por consiguiente, su alejamiento del separatismo. También, a la secretaria General de esta formación le convendría ser más cautelosa y no mostrar de modo explícito su afinidad con el candidato más ‘podemita’ en las primarias de su partido. Y es que, los votos perdidos por el PSN en su histórico desplome de las pasadas elecciones fueron a parar a la formación antisistema, razón por la que tendrían que temer un abrazo del oso.
La fractura entre el PSN y UPN+PP recuerda la fábula de Tomas Iriarte “Galgos o podencos”, pues, por cuestiones de poca importancia, se está erosionando el proyecto común de la sostenibilidad de Navarra a largo plazo. La consecuencia de no ponerse de acuerdo en lo esencial es que el debate público lo lidera el cuatripartito, yendo los demás partidos a remolque, con la pobre estrategia de resignarse a estar a la defensiva. Cuando la agenda política la marca el adversario, la batalla está medio perdida, porque quien lleva la iniciativa dirige la atención a los campos en los que puede vencer. La presidenta sabe ‘vender’ muy bien su ficción, porque es mejor comunicadora que los regionalistas y socialistas. Tan sólo Ana Beltrán destaca defendiendo lo que cree, pero ella sola no basta. Vivimos tiempos en que estar en la verdad significa poco si no se sabe persuadir removiendo emociones.
La razón por la que reclamo este consenso entre los partidos constitucionalistas es que logren mayor influencia en el debate público. Estamos a mitad de la legislatura, y el cuatripartito comenzará pronto a ponerse la careta del buenismo para llegar a los comicios con mejor imagen. Si los líderes de los partidos de la oposición no ilusionan a sus electores, volverán a perder en las urnas, porque éstos no acudirán a votar.
Uno de los motivos de la abstención va a ser el enfado que está causando la campaña de la renta. La inmensa mayoría de los contribuyentes está sufriendo un aumento en el IRPF y en el Impuesto al Patrimonio. Sí, es cierto que las familias de rentas más bajas pagan un poquito menos, pero la inmensa mayoría sufre un puyazo brutal. La peor subida impositiva recae en las familias numerosas, a las que se les aplica una norma nada equitativa. En una Navarra envejecida, el fisco estima que tener más hijos es un lujo y no una muestra de generosidad. Es previsible que este año aumente la recaudación, pero, al siguiente, volverá a caer, porque se deslocalizarán muchos de los que más contribuyen. ¿Ha estimado la Hacienda foral cuánto dinero pierde por los que se van y por los inversores que ya no vienen? (De acuerdo con la prensa económica, los tributos y la inseguridad jurídica han convertido a Navarra en el lugar menos atractivo para invertir de España).