Lo que está en juego para Europa
6 de mayo de 2017
Por admin

El pueblo francés está convocado a las urnas para elegir este domingo a un nuevo presidente de la República. Por primera vez en la historia reciente del país, los dos candidatos que se enfrentan en la segunda vuelta electoral, Marine Le Pen y Emmanuel Macron, no pertenecen a los partidos convencionales. Es una muestra de que los ciudadanos galos desean un cambio radical en la forma de gobierno. Después de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, Francia se ha convertido en la segunda economía más grande e importante, seguida por Italia y España. Después de Alemania, es el país más poblado, con casi 65 millones de habitantes. De ahí que el resultado de las presidenciales en el país vecino vaya a afectar muy directamente al futuro de Europa, España incluida.

LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS

Desgraciadamente, Francia, a pesar de ser una economía fuerte y con elevados niveles de productividad, tiene un crecimiento económico muy lento: un 1,1% en los doce últimos meses, frente al 1,8% de la UE. Como consecuencia, en el primer trimestre de 2017, el desempleo también aumentó, alcanzando el 10% de la población activa. Una tasa que es ligeramente superior a la media de la UE (9,5%) y la más alta de los países pertenecientes al G7 si se excluye a Italia.

Además, pierde competitividad; como resultado tanto la balanza comercial como por cuenta corriente arrojan saldos negativos. En cambio, las otras cinco economías más grandes de la UE (Alemania, Italia, España, Holanda y Polonia) mantienen saldos por cuenta corriente positivos. También preocupa bastante el nivelde deuda pública, que en 2016 representó el 96% del PIB. Es la consecuencia de los abultados déficits provocados por el elevado nivel de gasto público.

También es importante recalcar que, en los últimos tiempos, Francia ha sufrido varios atentados terroristas que han generado en los ciudadanos odio, resentimiento y miedo a los que vienen de fuera. Ha acogido a más de 20.000 refugiados en los dos últimos años, lo que, unido a la elevada proporción de habitantes de religión islámica y a las consignas populistas del Frente Nacional, está provocando malestar en la población. La percepción de que puedan ser terroristas, quitarles oportunidades de trabajo o crearles dificultades en el acceso a los servicios públicos se ha traducido en un sentimiento xenófobo.

LAS PROPUESTAS DE LE PEN

Para resolver los problemas de anemia económica y descontento social que atraviesa Francia, los dos candidatos a presidente proponen estrategias muy diferentes.

Marine Le Pen, con un discurso populista, proteccionista y racista, muy semejante al de Donald Trump y al de la campaña del Brexit, defiende que Francia debe ser sólo para los franceses. Para ello, pretende que las empresas den prioridad a la contratación de trabajadores de nacionalidad gala, y lo impulsará mediante un impuesto a la contratación de extranjeros. Además, está decidida a favorecer a las compañías francesas en las adjudicaciones públicas.

De igual forma, busca incentivar el consumo de productos nacionales bajo el lema “francés, compra francés”, para lo cual pretende aplicar una política proteccionista que incluya la salida de Francia de la UE con el fin de: a) Controlar el movimiento internacional de personas, b) Eliminar normas comunitarias que puedan afectar negativamente a las empresas de su país, c)Romper acuerdos de libre comercio; y d) Abandonar el euro, retomando el franco como moneda nacional, y tener así una política monetaria y cambiaria autónomas.

Por otra parte, en temas de empleo, migración y seguridad, esta candidata plantea rebajar la edad de jubilación a los 60 años y mantener las jornadas laborales de 35 horas, expulsar a buena parte de las personas de origen islámico, cerrar mezquitas, reducir la entrada del número de extranjeros por año, limitar el acceso de los inmigrantes a los servicio públicos e incrementar el presupuesto de seguridad.

Salirse de la UE, como propone Le Pen, traerá consigo una disminución en los fondos dedicados a la innovación, barreras a la información en temas de seguridad, incremento de la inflación, pérdida de capital humano cualificado y, con esto, de productividad. Por último, es importante recalcar que la candidata populista no propone ningún recorte fiscal para controlar el elevado desequilibrio de las cuentas públicas que tiene Francia, y que puede desembocar en serios problemas en un futuro cercano.

En cambio, Macron no comparte, en general, las ideas de su contrincante y defiende que la fortaleza de Francia solo se conseguirá si sigue perteneciendo a la UE con vínculos mucho más fuertes que los actuales, lo que a su vez va a reforzar el mercado común.

Se trata de una apuesta por una Europa más sólida y atractiva para que los empresarios quieran invertir, gracias a las facilidades que el mercado único les ofrece. Se trata de poner menos barreras al comercio para conseguir costes y precios más bajos, mayor variedad de productos, solidez en el tejido empresarial y una mejora e incremento de la productividad, los conocimientos y la competitividad. Por eso, Macron sí es partidario de los acuerdos de libre comercio, incluido el que pudiera existir entre la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá.

Por lo que se refiere a la política fiscal, propone un recorte del gasto público de 60.000 millones de euros. Se trata de reducir así el déficit, y evitar los riesgos que entraña un elevado nivel de endeudamiento. También defiende incrementar el gasto en tecnología e infraestructura y mantener la edad de jubilación en 62 años. Pretende modificar la ley que marca las 35 horas de trabajo a la semana, que es rechazada por muchos empresarios, pero apoyada por Le Pen y los sindicatos. En su lugar, Macron ofrece a las empresas mayor libertad para negociar en cada centro de trabajo el horario y los salarios.

Para integrar a los inmigrantes y aumentar la seguridad ciudadana, propone que se les impartan clases de francés a fin de obtener la nacionalidad. No quiere cerrar fronteras como Le Pen, pero sí incrementar los controles y aumentar el número de policías.

De estas propuestas podemos deducir que el candidato Macron tiene un enfoque económico mucho más ortodoxo que su adversaria. En vez de satisfacer las crecientes demandas ciudadanas de gasto público, generando un Estado cada vez más grande y protector, prefiere mantenerlo en su tamaño actual, o incluso reducirlo a un coste que sea sostenible. Si Macron ganara la presidencia se aseguraría un mayor crecimiento económico y del empleo, tanto para Francia como para la Unión Europea. Esperemos que los franceses tomen la decisión más sensata y pongan freno al auge del populismo que vive en la Vieja Europa.

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