Mañana y el martes se reúne la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, cuyas decisiones en octubre de 1973 llevaron al mundo a una crisis. Es el mejor ejemplo de que los próximos dos días son fundamentales para el desarrollo de la economía a corto plazo. Sobre todo porque el encuentro llega en un momento crucial, en el que un conflicto internacional implica directamente a seis de los diez países que más petróleo producen en el mundo. Por un lado, Estados Unidos y, por otro, las grandes potencias del crudo de Oriente Medio, Arabia Saudí, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, y el foco del conflicto, Irán.
Trump amenazó con restringir las exportaciones de crudo iraní. Hace 20 días, acusó a esta nación de atacar a dos petroleros en el Estrecho de Ormuz. Una semana después Irán derribó un dron estadounidense en dicha zona. La tensión aumentó y Trump preparó un ataque directo contra la república islámica, pero dijo que se había echado para atrás al pensar en las víctimas civiles.
A cambio, lanzó un ciberataque del que Irán asegura no haber sufrido daño. Luego, la Casa Blanca anunció que sancionaría a su rival y Mike Pompeo, secretario de Estado norteamericano, está en Oriente Medio intentando organizar un «todos contra Irán». El tira y afloja no tiene límites. Y de no estabilizarse pronto la situación, podría dar la puntilla a la desaceleración de la economía mundial.
DESACELERACIÓN. El Fondo Monetario Internacional ha calculado que entre las economías más avanzadas sólo Japón aumentará su PIB en 2019 respecto al año anterior. Y solamente en un 0,2%. Siguiendo esta tendencia, el crecimiento mundial pasaría del 3,6% al 3,3%.
La desaceleración se podría acentuar si el precio del petróleo aumentase, algo que está sucediendo. El año pasado, ya creció hasta un nivel difícil de sostener por mucho tiempo, hasta los 85,92 dólares por barril que alcanzó a principios de octubre. Si bien aún se encuentra lejos de esa cifra, lleva dos semanas en un incremento constante, y ha subido ya casi 10 dólares (superando los 66). Si en tan poco tiempo el ascenso ha sido tan elevado con un nivel de tensión todavía moderado, a saber qué puede ocurrir si la escalada del conflicto continúa.
Cuanto mayor sea el precio del crudo, más difícil será generar crecimiento económico, pues el Producto Interior Bruto, generalmente, depende de tres variables muy afectadas por el valor del crudo: la productividad, el stock de capital (es decir, la maquinaria) y el empleo.
En cuanto a la productividad, ésta se reduciría si la energía se encarece. Esto se debe a que el coste de elaboración de un producto sería mayor y el margen de beneficio menor. Además, la maquinaria no sería tan rentable, sobre todo las que sean más intensivas en el uso de energía, pues los gastos de su mantenimiento aumentarían. Por último, también sería perjudicial para la creación de empleo porque, como se ha comentado, los empleadores deben afrontar más gastos, obstaculizando la contratación. El paro subiría no sólo porque no se generan puestos de trabajo, sino porque los existentes exigen más sueldos a causa de la inflación generada por el aumento de los artículos a consecuencia de los mayores costes de producción. Vamos, que el precio del petróleo crea una maraña de dificultades al crecimiento económico.
El mejor arma de Irán para contrarrestar el ataque estadounidense es geográfica. Se trata del Estrecho de Ormuz, por donde pasan los barcos con petróleo procedentes de Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Irak y la propia Irán. Alrededor de una quinta parte del comercio mundial de crudo se transporta por allí y las vías alternativas para su transporte, como los oleoductos, ya operan al límite de sus capacidades. A sabiendas, Irán ha amenazado con cerrar el Estrecho de Ormuz, como hiciese a finales de 2011 cuando EE UU mostró su intención de sancionarle.
El catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad CEU San Pablo, José María Beneyto, explica que «un cierre del Estrecho tendría consecuencias muy negativas para el comercio de petróleo con Europa y Asia, y generaría una fuerte inestabilidad». No obstante, añade que «tendría consecuencias inversas para EE UU debido a su capacidad de producción de petróleo, derivada del “fracking’’».
El fracking consiste en la extracción de petróleo del subsuelo, una actividad limitada por su impacto medioambiental. En 2008, Estados Unidos registró su peor dato de producción petrolera desde los 50 y, para remediarlo, decidió apostar por esta técnica. Gracias a ella, en pocos años generaba el doble de crudo.
Y si el precio del petróleo sube, el método más barato de obtenerlo, el «fracking», se vería beneficiado. «Favorecería la producción y exportación del petróleo estadounidense que se extrae de esta forma», cuenta Beneyto. Por lo que el aumento del valor del barril de Brent «tendría consecuencias negativas a nivel global, pero favorecería la economía norteamericana», comenta.
La economía española se vería especialmente afectada por una subida de los precios del petróleo al ser un país tan dependiente de la compra de crudo en el extranjero. Al encarecimiento global habría que sumarle el que sufrirían en concreto nuestros consumidores por nuestra situación particular. Así, en los últimos cinco años, el 15% de los combustibles que hemos importado procedía de Oriente Medio, por lo que el cierre del Estrecho de Ormuz podría reducir la cantidad de carburante disponible. Y ya se sabe que si se mantiene la demanda pero baja la oferta, el producto se revaloriza todavía más.
Además, Oriente Medio es un socio relevante para España, lo que se demuestra en que, en el último lustro, hemos registrado un saldo positivo de 500 millones en nuestras relaciones comerciales con aquella zona. Sobre todo, la región resulta importante para las exportaciones de los sectores más tecnológicos, como el de la automoción, la maquinaria y bienes de equipo, aparatos mecánicos y eléctricos.
BOLSA. Las empresas españolas cotizadas también está sufriendo la tensión de Oriente Medio. El Ibex 35 ha caído por debajo de los 9.200 puntos, y una escalada de tensión intensificaría la bajada. Especial atención aguardan en Repsol, compañía petrolera cuyo valor se encuentra en descenso desde finales de marzo, justo cuando Estados Unidos recuperó sus tensiones con Irán amenazándole con sanciones.
No obstante, las petroleras no serán las más dañadas por el conflicto, sino las empresas de automóviles o las eléctricas, sostiene el profesor del Master en Bolsa y Mercados Financieros del IEB Paul Moran. En definitiva, se trata de las corporaciones que más exportan a Oriente Medio.
El conjunto de los mercados, comenta Moran, cree que «las acciones políticas de Estados Unidos en Irán, conducirán a una desaceleración del crecimiento económico, pero no a la recesión». El motivo por el que descartan el peor de los escenarios se debe a que opinan «que los principales bancos centrales del mundo reducirán las tasas de interés y aliviarán las condiciones crediticias para evitar una recesión económica».
Lo que ocurra está en juego en la reunión de la OPEP, de la que hay que estar pendientes porque, como explica el jefe de investigación de Think Tank Civismo, Javier Santacruz, «siempre que se reúne un cártel lo que sale de él normalmente no suele ser beneficioso para el consumidor. En este caso, menos aún, porque los países productores de petróleo quieren presionar a Estados Unidos utilizando a Irán como excusa y como acción de represalia por las sanciones impuestas y el abandono del pacto nuclear. Pero tampoco hay que perder de vista que económicamente para los países del Golfo no es totalmente una mala noticia, puesto que los iraníes son los rivales religiosos de Arabia Saudí y su órbita de influencia y, por otro lado, es eliminar de la ecuación a un competidor que podría haberles hecho daño a futuro».
Estados Unidos continúa con su estrategia de debilitar a China
El conflicto entre Estados Unidos e Irán tiene muchas lecturas escondidas. Una de ellas, la que más está sonando, es la de que, en realidad, Donald Trump busca hacerle daño a su enemigo predilecto, China. Y es que la relación del gigante asiático con Oriente Medio es tan estrecha que la nación liderada por Xi Jinping se llevaría un duro varapalo en materia económica de continuar la tensión en la región.
El catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad CEU San Pablo, José María Beneyto, afirma que «los riesgos de una escalada agudiza el conflicto preexistente a nivel comercial», refiriéndose a la guerra de
aranceles que enfrenta a ambas naciones desde marzo del año pasado.
En ese contexto, añade, «a EE UU le interesa debilitar a China en Oriente Medio». ¿Por qué? Pues porque el gigante asiático depende mucho del petróleo de la región. Según The Observatory of Economic Complexity, China importa anualmente 144.000 millones de dólares de crudo, siendo la nación de todo el mundo que más petróleo compra en el extranjero.
Del total, el 13% proviene de Arabia Saudí, el 8,5% de Irak, el 7,7% de Omán, y el 7,5% de Irán. Sólo Angola (con un 14%) y Rusia (con un 12%) se cuelan en la lista de países que más crudo exportan al gigante asiático. Pero si sumamos el petróleo procedente de todos los estados de Oriente Medio, el resultado es que depende en más de 44% del crudo de ese área geográfica.
Así que un probable cierre del Estrecho de Ormuz sería fatídico para el país, que vería sus reservas de petróleo reducidas considerablemente. Por no hablar del incremento del precio que experimentarían los combustibles, lo que conllevaría a un incremento del coste de fabricación de los productos y, en definitiva, una caída de la competitividad de China a nivel internacional.
RUTA DE LA SEDA
Además, Irán será un socio fundamental para la expansión de China por el oeste del continente. Su capital, Teherán, se convertirá en uno de los puntos clave del macroproyecto comercial de Xi Jinping, la Nueva Ruta de la Seda. La ciudad iraní será un paso importante de la ruta hacia Europa y, evidentemente, cualquier conflicto complicaría el comercio en la zona.
En ese sentido, si la tensión llega a sus últimas consecuencias el resultado para China sería nefasto. Irán sabe que la mayor amenaza que puede lanzar a Estados Unidos sería el cierre del Estrecho de Ormuz, lo cual afectaría gravemente al proyecto chino. «Dificultaría una de las vías de lo que en China se conoce como “Nueva Ruta de la Seda”, que es el nuevo diseño de las rutas comerciales con Asia Central, Europa y, sobre todo, África», explica el jefe de investigación de la Think Thank Civismo, Javier Santacruz.
Con el conflicto en Oriente Medio, el presidente norteamericano ha vuelto a jugar a estratega. Y ha elevado la presión al gigante asiático a las puertas de la reunión de esta semana del G-20 en Japón. Una convocatoria en la que Trump se encontró con Xi Jinping y que, desde hace varios meses, se esperaba como una oportunidad para avanzar en el fin de la guerra comercial.
Gracias a su jugada en Oriente Medio, el mandatario estadounidense llegaba con ventaja al G-20, demostrando que sabe qué tiene que hacer para que China termine cediendo. De esa manera, conseguiría una victoria de la que alardear durante la campaña a las elecciones presidenciales del país que tendrán lugar en noviembre del año que viene. Los analistas hablan de que disfrutará un segundo mandato, pero el rumbo podría cambiar si se mete en guerra contra Irán. Una disputa bélica que, en palabras del propio Trump, «no duraría mucho».