Resulta insufrible el acoso al que nos someten los políticos para maquillar la realidad justo antes de las elecciones, de acuerdo a sus intereses partidistas. Cuando se escuchan los eslóganesde los expertos en marketing de los partidos, se aprecia tal contradicción que parece que hablan de países distintos. Ante este confuso panorama, los ciudadanos necesitamos referencias válidas en la que apoyarnos para acometer riesgos tales como promover un negocio o realizar una inversión.
Una de esas figuras de Estado que hasta ahora no ha cedido a las consignas políticas ha sido Luis Linde, Gobernador del Banco de España. Ayer ofreció una descripción de la economía que goza de la credibilidad de un economista riguroso, alejado del protagonismo. Con un discurso nada triunfalista confirmó algunos datos muy positivos que demuestran la fortaleza de la recuperación económica. Por ejemplo, la estimación que el Boletín Económico del banco hizo hace dos semanas de un 2,8% de crecimiento para el 2015, dato excepcional que supondrá más empleo. Sin embargo, sus declaraciones más reveladoras fueron las referentes a los riesgos que amenazan la recuperación. Advirtió de que la corrección de los desequilibrios macroeconómicos precedentes se está logrando gracias a factores que no dependen de España, como el bajo precio del petróleo y la depreciación del euro.
Linde insistió en «la necesidad de mantener las políticas que estimulan la competitividad», todo un aviso a navegantes, a todos esos partidos que prometen lo imposible. Recordó «la imposibilidad de financiar los déficit públicos por el banco central», algo de lo que algunas autonomías siguen sin querer enterarse, al gastar más de lo que ingresan. Aunque las recetas de purga no agradan, no se cortó y dijo que no existe otro camino que seguir con la devaluación interna: ajuste de costes frente al exterior y recortar el excesivo gasto público. Sería una lástima que esta buena marcha la interrumpiese un imprudente vendedor de emociones.