La paralización de la mayor parte de la actividad política como consecuencia de los efectos del coronavirus obligó a aplazar en Italia hasta ocho convocatorias electorales. Una de ellas era el “referéndum” que había sido convocado para el 29 de marzo con el fin de que la población italiana aprobara o no la reducción del número de parlamentarios a la que ya habían dado “luz verde” las dos cámaras parlamentarias: ello suponía que, en caso de salir adelante esta reducción (y parecía muy probable, dado que prácticamente todas las fuerzas parlamentarias habían ya votado a favor de esta medida), la cámara baja pasaba de tener los actuales 630 parlamentarios a solo 400, y que la cámara alta, a su vez, bajaba de los actuales 315 (que siempre pueden llegar a cinco más si el presidente de la República decide hacer uso de su prerrogativa de nombrarlos en función de su destacado labor en su ámbito de desempeño) a solo 200.
Pero lo que también quedó pendiente de resolución fueron los comicios para decidir el gobierno de hasta seis regiones diferentes, y que tenían que haberse celebrado entre la segunda mitad de mayo y finales de junio. En concreto, debía renovarse el gobierno de las regiones de Véneto y Liguria, en la Italia septentrional; Toscana y Campania en la Italia central; y Las Marcas y Puglia en la parte más meridional del país. Finalmente, como sucede todos los años, había convocadas elecciones para renovar los gobiernos municipales, si bien en este caso ninguna de las tres ciudades importantes del país (Milán, Roma y Nápoles) tenía previstas elecciones, ya que en los tres casos dichos comicios se encuentran convocados para el año 2021.
Lo más relevante de estas elecciones es saber si se va a producir un cambio en la dinámica electoral que el país ha vivido desde el verano de 2018. Desde entonces, con la excepción de Emilia-Romagna (donde el centro izquierda fue capaz de alzarse con la victoria), no han hecho más que sucederse las victorias del centro derecha: Abruzzos, Cerdeña, Friuli-Venezia-Giulia, Cerdeña, Sicilia, Calabria… y así hasta 13 regiones que han pasado a estar bajo el control del centro derecha y, muy en particular, de la Liga de Matteo Salvini. Pero lo cierto es que en estos meses se han producido importantes y muy relevantes cambios en los sondeos italianos, destacando por encima de todos, la pérdida de intención de voto del partido de Salvini en favor de los Hermanos de Italia de la romana Meloni, que se encuentra en máximos de apoyo por parte del electorado italiano.
Igualmente, en el espacio de centroizquierda, frente a un PD que sigue estancado, un Renzi que no hace más que bajar en intención de voto y un Movimiento Cinco Estrellas que se encuentra en una imparable caída libre (esta misma semana dos parlamentarios más, uno por cada cámara, han abandonado el grupo parlamentario para irse, en un caso, al Grupo Mixto, y en otro, a la Liga de Salvini), nos encontramos con un Primer Ministro (Conte) que ha pasado de comportarse como un mero comparsa en manos de Di Maio y Salvini a ser, junto a Meloni, el político más popular del país, hasta el punto de que ya algunos hablan de que Conte, o crea su partido, o encabeza la lista de Cinco Estrellas de cara a unas elecciones generales a las que, en principio, le quedan casi tres años para ser celebradas.
La realidad es que la actual situación puede vivir un cambio muy sustancial en tan solo dos meses, y explicaremos por qué. Salvini ha perdido casi diez puntos de intención de voto porque no ha podido practicar durante meses su forma favorita de ganar votos: ese populismo caracterizado por ir de localidad en localidad, hablando con todos aquellos que se acercan a él y tirando de la demagogia y explotación del malestar que tantos réditos le generan. Pero ahora, salvo rebrote del coronavirus, podrá volver a poner en práctica su muy eficaz estilo a la hora de hacer política, y conseguir volver a cosechar victorias como en los dos últimos años. Claro que ahora no va a ser tan fácil: los votantes tendrán presente que la región que ha vivido una mayor debacle del coronavirus (Lombardía) no sólo tiene un gobierno controlado por el partido de Salvini, sino que el hombre que lo encabeza (Attilio Fontana, muy criticado por la opinión pública) es una apuesta personal del líder de la Liga.
Lo cierto es que, de haberse celebrado estas elecciones en circunstancias normales, seguramente el centro izquierda sólo hubiera podido retener Toscana, la tierra natal de Matteo Renzi (alcalde de Florencia entre 2009 y 2014) y donde el antiguo partido del ex primer ministro (el Partido Democrático) tiene una enorme implantación. Dado que “la unión hace la fuerza”, el PD y el partido de Renzi (Italia Viva) han pactado presentar un candidato conjunto (Eugenio Giani).
En realidad, en algo típicamente italiano (donde hace tiempo que se presentan a las elecciones las llamadas “listas cívicas”, formadas por personas de varios partidos e incluso independientes), en cada comicio se verán alianzas que no se verán en otras regiones: por ejemplo, en Liguria el Movimiento Cinco Estrellas y el PD llevarán un mismo candidato, pero en el resto de regiones irán por separado. A su vez, Renzi, a pesar de que nunca ha estado peor en las encuestas desde que fundara su partido a mediados de septiembre pasado, va a presentar candidatos en todas las regiones, y en dos de ellas (Veneto y Liguria) se va a jugar el todo por el todo con un candidato propio (en el primer caso, aún no se conoce el nombre; en el de Liguria, la escogida es Elisa Serafini, que ya formó parte del gobierno de esta región hasta su dimisión en 2018 por discrepancias con el Presidente de la región, Giovanni Totti).
Lo cierto es que, si en estos más de dos meses que hay por delante, Salvini logra recuperar la intención de voto previa a la llegada del coronavirus, y la recesión se acentúa hasta límites difíciles de aguantar, el Presidente Mattarella lo va a tener muy difícil para no tener que permitir una convocatoria de elecciones generales anticipadas, toda vez que la actual coalición de gobierno está más justa que nunca de votos tras las últimas deserciones en el Movimiento Cinco Estrellas, y que, igualmente, un gobierno no político como el de Monti hace nueve años, resulta más que nunca una operación muy arriesgada, porque muy difícilmente lo va a apoyar un Salvini que sabe que está seguramente ante su última ocasión para hacerse con la presidencia del Consejo de Ministros, e igualmente hay una parte del Movimiento Cinco Estrellas, liderado por Alessandro Di Battista, que no quiere apoyar una nueva “operación Monti”.
En cualquier caso, la clave estará en cómo se recupera el país en estos meses que tiene por delante e igualmente en saber el calado que tendrán las ayudas de la Unión Europea, tanto en cuanto a montante total a recibir por el gobierno italiano como por las condiciones que se hagan (en parte a fondo perdido y en parte en forma crediticia, o todo ello en créditos). Y es que a Italia, como a España, le espera un otoño muy “caliente” donde seguramente Salvini agitará más que nunca la calle en busca de una victoria electoral que lleva esperando desde hace casi dos años. Y, en ese sentido, estos comicios convocados (incluyendo los locales) dirán mucho de por dónde van las preferencias de unos italianos más hartos que nunca de la situación que no hace más que empeorar.