MARTIN Luther King, en su célebre discurso de 1963, en defensa de los derechos civiles, dijo que tenía un sueño. Yo también lo tengo, pero referido a Navarra, y ambiciono que lo compartan conmigo.
Permítanme una anécdota. El martes pasado le mostré orgulloso a Mario Vargas Llosa la cartela del frontispicio del Palacio foral que glosa: ‘Pro libertate patria gens libera state’ (En pie los hombres libres, por la libertad de la patria). Este era el lema que simbolizaba la misión de los infanzones de Obanos: proteger al pueblo de los abusos del rey y de la nobleza. Le dije a este nobel, todo un paladín de la libertad, que el Fuero hacía libres a los navarros y que en la historia del ‘Viejo Reyno’ latía la pasión por la libertad. Hoy, sueño que este lema de los infanzones se ponga en marcha y mueva muchas voluntades. Les aseguro que, de nuevo, la libertad de nuestra tierra está amenazada y lo peor es que los ataques surgen desde dentro de nuestras mugas. Los conspiradores son ahora algunos políticos y militantes de partidos con ideologías que pensábamos superadas. Los nuevos demagogos engañan a muchos con eslóganes tan irresistibles como falsos.
Existen dos formaciones nuevas que en su programa electoral han confesado explícita y repetidamente que Navarra no tiene derecho a seguir siendo diferente. También hay otros dos partidos que alojan en su genoma un irrefrenable deseo de que la Comunidad foral sea un territorio más de otra región, que además se reivindica como nación independiente. Estas cuatro formaciones camuflan sus genuinos deseos con medias verdades que esconden lo que harán con nuestra tierra cuando tomen el poder. Nunca ha habido tanto lobo con piel de cordero. Se ha batido el record de la credibilidad de las grandes patrañas. Pregúntese si la identidad de una Navarra plural, que ha sido un crisol donde se han amalgamado culturas tan distintas como la francesa, la judía, la árabe, la hispánica y la vasca debe continuar con una identidad singular forjada durante siglos.
La libertad de nuestra tierra vuelve a estar en juego. Si muchos de los que creen en Navarra no acuden a las urnas, todo cambiará. La variación será muy lenta y sugestiva para que el trueque de identidad sea irreversible. Yo también estoy decepcionado con nuestros políticos, pero acudiré a votar. No lo haré por gusto, sino por compromiso con mi tierra. Me repugna aguantar una ley electoral en la que se da el poder a los partidos en lugar de a los ciudadanos. También clama al cielo un Parlamento que, siendo el más caro de España por habitante, haya perjudicado tanto a Navarra.
El pasado martes, Civismo organizó un diálogo entre el premio nobel Mario Vargas Llosa y el comunicador Carlos Herrera. Ambos estuvieron geniales. El periodista se centró en el riesgo del nacionalismo y alertó de que la inestabilidad política implica siempre inestabilidad económica, lo que supondría el riesgo para inversiones como la de Volkswagen. Vargas Llosa diseccionó el otro populismo, el de la izquierda, recordando su vinculación con Venezuela.
Si como a mí le duele Navarra, no se desentienda. La insatisfacción con los políticos no justifica la abstención, porque ésta será dañina para usted, para la sociedad en la que vive y para las próximas generaciones.