Este próximo lunes, día 21, Theresa May está obligada a presentar un Plan B sobre el proceso de salida (Brexit) o permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, después de que, esta semana, la Cámara baja del Parlamento británico rechazara (con 432 diputados en contra y 202 a favor) el acuerdo que la primera ministra había negociado con Bruselas. El nuevo plan, del que se desconocen los detalles, permitirá a los Comunes introducir todo tipo de enmiendas y propuestas que serán debatidas para luego ser votadas el 29 de enero.
Esta negativa por parte del Parlamento inglés va a exigir un cambio radical que se reflejará en el nuevo Plan que ofrecerá el lunes la Primera Ministra. Ante esta situación incierta para todos, ¿qué otras opciones tiene el país para culminar este proceso el 29 de marzo, como estaba previsto? ¿Se pueden intentar aprobar alternativas a la salida?
NUEVO REFERÉNDUM
Entre los escenarios posibles, está el de que el Parlamento vote la anulación del Brexit. Para ello, habría que organizar un segundo referéndum, que incluya la opción de permanecer en el bloque. La Justicia europea dejó claro que Londres puede, si lo desea, parar el Brexit de forma unilateral, sin necesidad del consentimiento de los 27 países miembros. Además, una encuesta de YouGov realizada esta semana otorga ventaja a la decisión de quedarse en la UE (56%), frente a la del abandono (44%), el mayor margen desde la consulta de 2016.
En caso de que se convocara un segundo referéndum, la fecha de un posible Brexit debería aplazarse. Se necesitarían al menos 14 meses para aprobar los procedimientos a través del Parlamento y celebrar la votación. Para ello, se precisa una prórroga del artículo 50 del Tratado de la UE, que rige las modalidades de salida de un país miembro, y que debería ser ratificada por unanimidad de los 27 restantes. Algo que solo sería posible si se hiciese antes de finales de junio o principios de julio, momento en que se formará el nuevo Parlamento Europeo surgido de las elecciones de mayo.
CONSECUENCIAS PARA ESPAÑA
Si el resultado del nuevo referéndum fuese que Gran Bretaña no se marcha de la UE, España saldría beneficiada. Nuestro país tiene mucho que perder con el Brexit ya que: a) hay muchos turistas británicos que nos visitan, b) existen 250.000 ingleses que residen aquí y c) nuestra interdependencia comercial y financiera es muy elevada. Lo que hace de Reino Unido el primer socio económico de España. Nos interesa, por tanto, que la relación entre la UE y los británicos cambie lo menos posible: la economía se resentiría tanto más cuanto mayor resulte la separación.
SE PUEDE PRODUCIR UN DESASTRE
En el otro extremo estaría un escenario de un Brexit sin acuerdo. Es una opción poco probable, ya que a ella se opone la mayoría de los diputados británicos. También se trata del desenlace más temido por las empresas. En esa situación, Gran Bretaña quedaría sumida en una grave crisis económica: un desastre sin paliativos. Sus exportaciones a la UE tendrían que pagar el arancel común europeo. El mismo que ahora soportan las importaciones de países extracomunitarios, como Rusia, India o Estados Unidos. Esto les supondría una importante pérdida de competitividad (“efecto frontera”). Además, es muy posible que Reino Unido aplicase aranceles a las importaciones provenientes de la UE, con el fin de proteger a sus empresas frente a la competencia del continente. Ambos aumentos provocarían una reducción del comercio internacional y una menor eficiencia económica, lo que disminuiría las oportunidades de generar ventajas competitivas.
En cuanto al flujo de capitales, hasta hace dos años y medio, Reino Unido era uno de los países favoritos de inversores de todo el mundo, y en especial de la UE. Sin embargo, de darse un Brexit desordenado, y ante la expectativa de menores ventas tanto de bienes como de servicios, parece probable que parte de las compañías radicadas allí se trasladen, como ya ha venido sucediendo después del referéndum, para continuar trabajando en un territorio parte de la UE y de su mercado único. Así las cosas, no puede sorprender que, dependiendo de cómo se desarrolle el proceso más empresas (incluidos algunos bancos) decidan cambiar su residencia fiscal.
La consecuencia inmediata de este proceso (contracción del comercio internacional, cierre de empresas, salida de establecimientos financieros y menores flujos de capitales) sería una caída del PIB británico y una pérdida de su aparato productivo. Esto, al final, derivaría en una disminución importante del empleo. Es más, ningún estudio serio estima que se vaya a producir un beneficio para Gran Bretaña, en términos de crecimiento o renta per cápita, si triunfase una salida. El último, publicado por el Banco de Inglaterra, ha calculado que un Brexit sin acuerdo supondría para el país una caída del PIB de un 8%, la tasa de desempleo se doblaría y la inflación se dispararía lo que forzaría nuevas subidas de tipos. Esto supondría un fuerte golpe para los mercados financieros y también para la libra esterlina que ya cayó un 13% un mes después del referéndum y el Banco de Inglaterra prevé ahora una depreciación del 25%.
UN BREXIT BLANDO
Una tercera posibilidad consistiría en negociar un Brexit más blando similar a los acuerdos que ahora tienen Noruega o Canadá. Noruega es miembro del Área Económica Europea, al igual que Gran Bretaña y los otros 27 países pertenecientes a la UE. El acuerdo consistiría en una asociación de Gran Bretaña con la UE, pero sin participación en la toma de decisiones. Noruega ha incorporado tres cuartas partes de la legislación comunitaria, y tiene acceso al mercado único para el libre movimiento de bienes, servicios, capitales y personas. Significa que los noruegos pueden vivir y trabajar en un país de la UE y viceversa.
A Canadá el acuerdo con la UE le da acceso preferente al mercado único, al eliminar la mayoría de aranceles en los bienes, aunque excluye algunos productos del sector de los alimentos y los servicios. La condición es que los productos que son exportados a la UE tienen que cumplir con los estándares de productos europeos y tener los requerimientos técnicos, sin que Canadá tenga ni voz ni voto sobre esos estándares.
CONCLUSIÓN
Sea cual sea, el Plan B que el lunes presentará May a los Comunes, resultará histórico para el futuro económico de Reino Unido y la UE. La primera ministra deberá ofrecer a los miembros del Parlamento propuestas serias de continuidad o de muy estrecha relación con la UE. Afortunadamente, son conscientes de que iniciar un proceso de profunda separación implicará ahuyentar a los inversores, debilitar su economía y aumentar el desempleo, perjuicios que acabarían repercutiendo también en la propia UE. Por expresarlo en su idioma, se trataría de un lose-lose que harían bien en evitar a toda costa.