Los resultados del referéndum de Grecia ayer, con la victoria del “no”, ponen al país un paso más cerca del colapso. No se trata solo de un “no” que sitúa al país ante el mundo como un riesgo demasiado alto para invertir, sino que le coloca cerca de que el BCE limite la liquidez a sus bancos.
La premisa de que un “no” fortalece a Grecia era y es simplemente incorrecta. Cada día se mueve más cerca de convertirse en un estado intervenido pase lo que pase.
El desplome de la inversión y las quiebras están garantizadas. Mientras los medios siguen hablando de solución rusa o china, de ellos no se sabe nada. Porque no son tontos. Un estado fallido y sin compromiso crediticio es una bomba de relojería.
El objetivo del referéndum de Tsipras no era la consulta, sino la agitación. Y lo ha conseguido. Como explicaba Bloomberg el pasado jueves, la propia trayectoria personal de Tsipras desde sus comienzos en el partido comunista revela el uso de instrumentos democráticos para generar una crisis tras otra hasta conseguir sus objetivos, que no son ayudar a la mayoría sino acorralarla hasta que no tenga otra alternativa que hacer lo que quieren ellos. En griego esa táctica se llama katalipsi.
Y precisamente eso buscaba lanzando el referéndum, para luego firmar un documento aceptando todas las propuestas de la Unión Europea y posteriormente desdecirse. Crear situaciones límite.
Esa estrategia no busca el mejor resultado económico y financiero para Grecia, sino la rendición política del país, para el que ha convertido un problema de negociación de términos financieros en uno de implosión del estado. Y con el desastre institucional, la victoria política de tener un país rehén. Quebrado, pero rehén.
La pregunta encerraba la trampa ya que se refería a una propuesta muy específica que, ojo, ya no está sobre la mesa y que, esto es importante, solo era un puente antes de los vencimientos de deuda griega de agosto.
Por lo tanto, un “no” aboca a Grecia a meses de corralito y al impago, con las consecuencias que comentábamos en esta columna el jueves. El uso del “enemigo externo” a pleno rendimiento. La culpa es del que no nos quiere prestar aunque le digamos que, si no nos da la gana, no pagamos. Muchos meses, si no años, de sufrimiento de los griegos y recesión asegurada, pero Tsipras ha conseguido su objetivo: asaltar unas instituciones quebradas. Ser el director del colegio aunque esté en ruinas.
La victoria del “sí” habría sido todavía más interesante. Porque se habría conseguido casi el mismo objetivo. Echar la culpa al “enemigo exterior” que ha “chantajeado al pueblo”, que son ellos, claro. “La extrema derecha” que me decía en las Mañanas de Cuatro una representante de Podemos, aunque la única extrema derecha esté en la coalición que gobierna Grecia con Syriza.
Tsipras va a tener un estado rehén mientras llama insolidarios a los demás desde su recién abierta televisión pública, que cuesta entre 100 y 300 millones de euros al año. Una Syriza que se negó a recortar gasto militar a pesar de la propuesta de la UE de bajarlo en 400 millones de euros. Esos millones que si se hubieran ahorrado harían innecesario más de un tercio de las subidas de impuestos anunciadas. Es todo tan social…
Por supuesto, el resultado de este domingo no va a generar un acuerdo en 48 horas y supone en cualquier caso mayores dificultades, recesión y quiebras de empresas. El asalto al estado rehén se completa implosionándolo y acudiendo de nuevo a negociar con un país aún más empobrecido. El “no” es la constatación de la falta de compromiso crediticio y acerca cada vez más a Grecia a un estado fallido.
El resultado de ayer no va a generar un acuerdo en 48 horas y supone en cualquier caso mayores dificultades, recesión y quiebras de empresas
La utilización de los instrumentos democráticos, en la cuna de la Democracia, para hundir el sistema desde dentro ha comenzado.
Los ciudadanos griegos se enfrentan a lo que comentábamos aquí: hachazos, no recortes. Va a ser necesario que la Unión Europea tome medidas claras y contundentes para que las reglas de apoyo y solidaridad no se conviertan en el chantaje de eternos retrasos y pasos en falso por parte de un Gobierno, el de Syriza, cuyo objetivo no es negociar, sino extorsionar. Y todo ello para que la Unión Europea no se vea como un lugar donde invertir es un acto suicida.
Todos en Europa debemos aprender de este resultado. Porque sin compromiso no hay apoyo ni solidaridad. Y sin responsabilidad, solo hay depresión. Recuerden lo que comentábamos en “El laberinto griego” y “El plan B de Syriza”. Lo único que busca el Ejecutivo heleno es perpetuar un estado clientelar e hipertrofiado a toda costa. Subvencionado por los demás. Ahora, añadido a eso, está el asalto a un estado fallido. Buscar lo mismo para otros miembros de la Unión Europea es suicida. Porque el Banco Central Europeo no va a enmascarar con política monetaria un riesgo de falta de compromiso crediticio a nivel europeo.
Tsipras pensaba que un “no” le daría fortaleza en las negociaciones, pero le lleva a una Grecia intervenida. Intervenida y aún más empobrecida.
Ahora que sabemos lo que han votado los que cobran, veremos lo que piensan los que pagan. Reino Unido vota dentro de poco.
El resultado de este domingo no es el final de nada. Es el principio.