La convocatoria electoral del tercer fin de semana de septiembre no finalizó realmente hasta el fin de semana pasado, porque, aunque quedó claro qué sucedía con el gobierno de siete regiones e igualmente con “taglio” sobre la reducción del número de parlamentarios nacionales, aún faltaba por dilucidar el ganador en muchos de los municipios donde el candidato/a más votado no hubiera superado el 50% de los votos.
Y es que, en el caso de las elecciones municipales, sí está establecido por ley que en estos casos debe celebrarse un “ballottagio” o segunda vuelta con las dos listas más votadas en el primer turno. Y lo que se ha constatado en este caso es una clara victoria del centroizquierda sobre el centroderecha: en efecto, el primero ha logrado pasar de controlar 41 municipios de más de 15.000 habitantes, a 51, mientras el centroderecha ve reducido su dominio al pasar de 41 a 34.
Lo que supone la primera derrota de los segundos desde que en el otoño de 2017 se iniciara un ciclo victorioso al imponerse en las elecciones al gobierno de la región de Sicilia. Recordemos, en relación con ello, que, en las últimas elecciones generales, aunque el partido más votado fue el Movimiento Cinco Estrellas con el 32,6% de los votos, en cuanto a coaliciones la ganadora fue el centroderecha, que se llevó más del 37% de los votos.
Cierto es que este avance del centroizquierda con respecto al retroceso del centroizquierda debe ser convenientemente matizado. En primer lugar, en la renovación de los municipios que se ha llevado a cabo no había en juego ninguna ciudad realmente importante: Roma, Milán, Nápoles, Bolonia o Florencia, por poner cinco ejemplos de la mayor relevancia, no debe elegir a sus regidores hasta, por lo menos, mayo-junio del año que viene.
En segundo lugar, en las elecciones municipales cuenta mucho más el candidato que el partido o la tendencia política a la que se representa: se suele votar básicamente a una persona en concreto que ha sabido ganarse (o perdido) la confianza de los habitantes de su municipio.
Y, en tercer lugar, es en este mundo donde más entran en juego las llamadas “listas cívicas”, apareciendo, junto a las siglas de los principales partidos de ámbito nacional, numerosas formaciones que se presentan a una sola localidad. Veamos el ejemplo de Lecco, en Lombardía: junto al PD, principal partido nacional del centroizquierda, se presentaron en la misma lista hasta tres partidos que no tienen más que presencia local (Ambientalmente, Con la Sinistra cambia Lecco y Fattore Lecco).
No obstante, ello no constituye impedimento para detectar una realidad que sí afecta a la vida política nacional. Por ejemplo, la constatación de que el partido ganador en las elecciones generales (el Movimiento Cinco Estrellas, que ha de elegir a su nuevo líder entre el 7 y el 9 de noviembre de este año tras la dimisión de Luigi Di Maio) no hace más que hundirse y hundirse: si ya en las elecciones al gobierno de cada de una de las siete regiones en juego el nivel de apoyo bajó de una manera abrumadora con respecto a marzo de 2018, parecido ha sucedido con estas elecciones municipales. Así, si en los comicios convocados este año para elegir el regidor/a los candidatos de Cinque Stelle han obtenido un apoyo del 5,6%, hace justo un lustro tuvieron el doble de apoyo, con el 10,3% de los votos escrutados.
En el caso del PD, ahora bajo el mando del político romano Nicola Zingaretti, también han perdido apoyo con respecto a 2015, cuando Matteo Renzi era el secretario general: del 17,2% de los votos logrados en 2015 se ha bajado al 15,9%. Una bajada parecida a la de Forza Italia, que ha pasado del 9,8% al 6,7%.
En el caso de la Lega de Matteo Salvini, el vaso puede verse medio lleno o medio vacío: hay una clara subida con respecto a 2015 (cuando el político lombardo llevaba ya año y medio al frente del partido), pasando del 11,8% al 13,4%. Pero parece igualmente evidente que la formación se va desinflando, ya que casi el 29% de los habitantes de estos municipios de más de 15.000 personas censadas le votaron en las elecciones europeas del 26 de mayo de 2019, lo que quiere decir que más de la mitad de los que le apoyaron hace un año han decidido, de momento, abandonar al primer partido nacional.
Y es que, en realidad, la única formación claramente ganadora, y que lleva una trayectoria muy ascendente en los últimos años, es los Hermanos de Italia de la romana Meloni: ha pasado, de manera consecutiva, del 3,8% de los votos en 2015 al 7% en 2019 para, finalmente, alcanzar el 8,1% en esta convocatoria municipal. A lo que Meloni puede añadir que los conservadores europeos le han elegido como líder de su tendencia política, con lo que, aunque Salvini sigue claramente por delante de su ya directa rival Meloni, al líder de la Lega le esperan unos cuantos meses de discusión sobre quién ostenta realmente la “leadership” del centroderecha.
En ese sentido, Salvini está pagando el grave error que cometió justo antes de las elecciones europeas de mayo de 2019: patrocinar un acto en la capital de Lombardía junto a todos los líderes antieuropeos le ha dejado arrinconado en un momento en que los fondos europeos están siendo clave para la recuperación de las economías de la Unión. Meloni, en cambio, fue mucho más hábil y, aún siendo crítica con la construcción europea, se ha mantenido en todo momento dentro de ella, lo que le está llevando a unas cotas de popularidad sencillamente impensables hace unos años.
Todo esto no es obstáculo para una realidad tozuda: el centroderecha en su conjunto (aunque sea ahora con Meloni a la alza y Salvini a la baja) sigue muy por delante del centroizquierda en las encuestas de intención de voto, superándole normalmente en alrededor de diez puntos de intención de voto.
E igualmente que el partido de Salvini sigue siendo el favorito de los italianos, con lo que, en caso de convocatoria electoral anticipada, el ex viceprimer ministro y titular de Interior tendría muchas papeletas de convertirse en primer ministro, aunque, claro está, para recibir el “incarico” de formar Gobierno por parte del presidente Mattarella (que estará al frente de la Presidencia de la República hasta finales de enero de 2022) tendrá que renunciar por completo a su posición antieuropeísta porque el país, de la mano del PD, ha vuelto a recuperar su papel de primer orden en la política comunitaria, y no puede renunciar a ello así como así.
Recordemos que el comisario de Asuntos Europeos no es otro que el ex primer ministro Paolo Gentiloni; que Davide Sassoli, también del PD, preside el Parlamento Europeo (aunque está pactado que a mitad de legislatura deje su lugar al alemán Manfred Weber); y que, aunque Mario Draghi ya no es el presidente del Banco Central Europeo, en lugares clave de este sigue habiendo presencia italiana, como la de, por ejemplo, Andrea Enria.
A pesar de ello, la coalición de centroizquierda, aunque ya puede respirar más tranquilo, sigue con el permanente problema de la inestabilidad del Movimiento Cinque Stelle, que se niega a que el país se acoja al MES (“Mecanismo salva-Estados”) a pesar de que ello supondría una inyección automática de 37.000 millones. A favor del MES están el PD de Zingaretti, la Italia Viva de Renzi y la LeU de Bersani (esto es, las otras tres formaciones de la actual coalición de Gobierno), pero, sin los votos de Cinco Estrellas, nada se puede hacer. Todo dependerá, en ese sentido, de qué suceda con el liderazgo de esta muy peculiar formación, nada claro viendo el nivel de división y enfrentamiento que existe en este momento.