La designación del ministro de Economía español Luis de Guindos como próximo vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) es, sin duda, una excelente noticia para España, que recupera un puesto clave en Fráncfort, después de perder la silla que siempre tuvo desde su constitución a finales de los noventa, por motivos políticos.
Es más importante si cabe en el momento actual, en el que pronto llegará a su fin el ciclo del dinero gratis y comenzará una etapa de normalización monetaria. Se trata, en última instancia, del cumplimiento de una promesa realizada por el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Shäuble, el cual prometió a España por boca del propio Guindos –el cual vio frustrado su intento de presidir el Eurogrupo– que la próxima vacante que existiese en el Comité Ejecutivo del BCE sería para España. Y así se ha producido: el próximo 31 de mayo vence el mandato del actual vicepresidente Vítor Constâncio y su puesto será ocupado por el ministro español, respaldado por la mayoría del Consejo Europeo.
Si bien su candidatura ha recibido críticas tanto internas –el principal partido de la oposición negó su apoyo– como externas por su idoneidad y competencias para acceder a tal cargo, lo más relevante en este momento es examinar el papel que Guindos tendrá en el BCE a lo largo de los ocho años que durará su mandato. En primer lugar, es necesario destacar el rol que juega el vicepresidente. Si se permite el símil, éste actúa como el escudero del presidente: aquél llamado a defender las decisiones de política monetaria y regulación establecidas por la institución y a explicarla en diferentes ámbitos públicos y privados.
Más aún conforme el BCE va adquiriendo más competencias en materia de supervisión y control financiero, materias donde el presidente necesita un apoyo claro. Una expresión gráfica es la rueda de prensa que cada seis semanas se produce después de la reunión del Consejo de Gobierno del BCE (Comité Ejecutivo + 19 gobernadores de los Bancos Centrales Nacionales) para anunciar los acuerdos en materia de política monetaria. En esta rueda de prensa, suelen aparecer los números 1 y 2 de la institución para responder a las preguntas de los periodistas allí destacados y, en el caso del vicepresidente, reforzar el discurso del presidente en algunos aspectos concretos o matizar rumores o filtraciones que no se correspondan con la línea oficial marcada por la mayoría del Consejo de Gobierno.
Por ello, el margen de maniobra del vicepresidente no es precisamente amplio, pero sí tiene la oportunidad de ganar peso y prestigio. En este aspecto, podría tener una carrera similar a la de los antiguos vicepresidentes Christian Noyer (que acompañó al primer presidente del BCE Wim Duisenberg), Lucas Papademos (segundo de Jean-Claude Trichet) y ahora Vítor Constâncio. Por no olvidar el peso que tuvieron dos españoles de altura que fueron miembros del Comité Ejecutivo: Eugenio Domingo Solans (qepd) y José Manuel González Páramo.
Sin embargo, lo más importante será cómo Guindos intervendrá o ayudará a armar el discurso de la nueva política monetaria, que más pronto que tarde (a pesar del todavía año y medio de mandato que le queda a Draghi) se pondrá en marcha. Si se cumplen los pronósticos actuales, Guindos tendría que acompañar a un banquero central de la talla de Jens Weidmann, el actual gobernador del Bundesbank y, en consecuencia, miembro del Consejo de Gobierno del BCE. En este sentido, un tándem WeidmannGuindos probablemente supondrá una vuelta a la ortodoxia en la política monetaria, la cual ha sobrepasado todas las líneas de lo razonable desde que en 2014 se puso en marcha la barra libre de liquidez, incluso forzando las costuras de la legalidad europea e introduciendo un enorme riesgo moral, que como bien saben los alemanes, es la incubadora de futuras crisis.
Revertir esta política no es nada fácil, puesto que la eurozona se encuentra en un momento de abundancia extrema de la liquidez y con una parte muy importante del mercado que sigue creyendo que los tipos de interés no van a subir de golpe. Sirva como ejemplo del panorama al que tendrán que hacer frente el posible dúo Weidmann-Guindos el siguiente pequeño cuadro financiero del Eurosistema: a) El Balance del Eurosistema se sitúa a 9 de febrero en 4,93 billones de euros, máximo histórico; b) el exceso de liquidez en el Eurosistema cerró 2017 en 1,15 billones de euros, también máximo histórico; c) la Deuda Pública de la zona euro está en el 89 por ciento del PIB en el tercer trimestre de 2017; d) el agregado monetario más ancho del Eurosistema (M3) crece al 4,6 por ciento interanual en el último dato de diciembre de 2017, medio punto por encima del crecimiento nominal de la economía; y e) el monto total valorado a coste de bonos públicos y privados en el balance del BCE asciende a 2,31 billones de euros.
Por tanto, en suma, a Luis de Guindos le espera una ardua labor que quizá será aún más dura si el futuro presidente es Weidmann. La eurozona necesita acabar cuanto antes con este desorden monetario, abandonar el cortoplacismo y poner las luces largas. Es un gran reto (y también una gran oportunidad) para redirigir el rumbo de la nave europea en pro de la estabilidad monetaria.