El “no” de Cinco Estrellas al MES o el intento de recuperar la identidad perdida
20 de octubre de 2020

Se acerca el momento aprobar los Presupuestos Generales del Estado de Italia para el año 2021, y, ya enviado el borrador de estos, toca el momento de debatirlos en el Parlamento antes de lograr el definitivo “visto bueno”, que en principio debería tener lugar en vísperas de Navidad. Aunque en principio la mayoría parece asegurada de cara a una votación favorable de los mismos, no está todo tan claro. Y es que los cuatro partidos que componen la coalición (Cinco Estrellas, PD, Italia Viva y LeU) siguen sin alcanzar un acuerdo sobre la inclusión o no de los 37.000 millones que supondría que el país se acogiera al MES, más conocido como “Mecanismo Salva-Estados”. Y el acuerdo no llega porque precisamente el miembro más importante de la coalición (Cinco Estrellas, que cuenta con más de la mitad de los diputados y senadores necesarios para sacar adelante las votaciones) no quiere acogerse al citado MES.

La pregunta es: ¿por qué se opone tan cerradamente Cinco Estrellas al MES? En su momento, tenía sentido porque, estando en coalición con la Lega de Salvini (partido marcadamente antieuropeísta), podían decir que la negativa a este formaba parte del llamado “contrato de Gobierno” firmado en la última semana de mayo de 2018. Pero ahora, con una galopante recesión como consecuencia de la paralización de la actividad económica que ha supuesto el coronavirus, resulta difícil entender que Cinco Estrellas se mantenga en el “no” a la aplicación de este mecanismo financiero, frente a la posición favorable de sus tres compañeros de coalición.

Más allá de la tendencia natural de esta peculiar formación a decir “no” a todo (tanto Salvini, entre 2018 y 2019, como el PD y Renzi, entre 2019 y el momento actual, lo han sufrido en sus carnes), parece evidente que lo que hay detrás de ello es la cada vez más importante necesidad de un partido de recuperar la identidad ante la evidencia de que se encuentra completamente desdibujado. Y para ello hay que entender los cimientos sobre los que este partido construyó su victoria en las últimas elecciones generales.

Además de ser el “partido de la anti política tradicional”, a la que acusaban de corrupción e ineficacia, el Movimiento Cinco Estrellas se distinguió, durante sus años en la oposición (2013-18), por un fuerte ensañamiento con la formación que tenía el control del Gobierno, que no era otro que el Partido Democrático (PD). Un PD del que salieron los tres presidentes del Consejo de Ministros de la legislatura: Letta, Renzi y Gentiloni. Pero ahora sucede que el PD ha pasado de ser su principal enemigo al más importante aliado de Gobierno, y ni siquiera pueden acudir al manido discurso “anti-Renzi” porque la formación de éste tiene los votos fundamentales para sostener la actual mayoría de Gobierno.

Además, la medida fundamental con la que concurrieron a las elecciones (la renta de ciudadanía) no sólo no ha alcanzado la cuantía prometida a la población destinataria de la misma, sino que además parece que comienza a tener los días contados, volviéndose, seguramente, a la “renta de inserción social” que ya existía en tiempos del PD, y cuya cuantía económica es casi la mitad de la que se ofrecía en la “renta de ciudadanía” (420 en la primera por casi 800 en la segunda). Y lo peor para este partido es que el primero que piensa que debe ir poniéndose fin a esta “renta de ciudadanía” (“más inversión y menos asistencialismo”, suele recordar con insistencia Matteo Renzi) es precisamente su única figura relevante, un primer ministro Conte que, cada vez más cercano a los casi 1.000 días de Gobierno entre sus dos Ejecutivos consecutivos, cada vez se desmarca más de este partido recordando, entre otras cosas, que él nunca ha militado en el mismo.

A todas ellas debe recordarse la percepción que tienen entre los italianos de ser un partido que no hace más que dar bandazos: primero apoyó la dura política migratoria de Salvini y le aseguró su inmunidad parlamentaria, luego voy y sin contemplaciones le siento en el banquillo y, además, no solo una sino dos veces (por un supuesto secuestro de dos embarcaciones, la “Gregoretti” y la “Open Arms”); o, poniendo otro caso, primero apoyó los decretos de seguridad de Salvini y luego votó por la pérdida de vigencia de los mismos. Por no decir que ahora acepta la política migratoria de la ministra Lamorgese cuando un año antes apoyaba más que abiertamente el constante enfrentamiento de Salvini con las autoridades comunitarias a cuenta de este asunto o de los Presupuestos Generales del Estado.

En realidad, y aunque es cierto que este partido tiene en principio más de dos años para rehacerse antes de enfrentarse a unas nuevas elecciones generales, su principal problema es su muy evidente grado de incompetencia a la hora de gobernar, tras años de críticas descarnada hacia quienes ejercían esta labor. Pongamos un solo ejemplo de ello, que no es otro que el derrumbe del Puente Morandi en agosto de 2018. 

Así, desde el primer momento quedó claro que había sido consecuencia de gravísimos errores cometidos por Autostrade per l´Italia, la empresa concesionaria de este viaducto, y que a su vez era propiedad de la poderosísima Atlantia, que tenía entre sus principales accionistas a una familia de la relevancia de los Benetton. La realidad es que, mientras los directivos de esta empresa buscaban una fórmula de compensación (aunque nunca hay dinero para compensar la pérdida de 43 vidas humanas) así como ofrecían una inmediata reconstrucción del viaducto, al entonces líder del partido y viceprimer ministro Di Maio no se le ocurrió mejor cosa que buscar culpables en los anteriores Gobiernos: una vez más, no ofrecían soluciones, solo pensaban a quién lanzar el dedo acusador. 

Además, para evitar una supuesta corruptela política, afirmaron que la reconstrucción la llevaría a cabo el Estado italiano: en otras palabras, una empresa privada había cometido una grave negligencia que debían pagar los sufridos contribuyentes italianos con su bolsillo. Y, para completar toda una demostración de incompetencia, al entonces ministro de Infraestructuras y Transportes, Danilo Toninelli, no se le ocurrió mejor idea que amenazar con la cancelación o “revocación” de todos los contratos del Estado con la empresa Atlantia, lo que hubiera supuesto tener que indemnizar con cerca de 20 millones a los dueños de la citada Atlantia. Y, una vez más, la ciudadanía atónita ante la manera de actuar de un partido al que uno de cada tres votantes había otorgado su confianza en las urnas solo unos meses antes.

Antes de evitar que el asunto fuera a peor, la resolución del mismo tuvo que plantearla una persona de otro partido (la ministra Paola de Micheli, sustituta de Toninelli al frente del Ministerio y perteneciente al PD), el primer ministro Conte, e incluso llegó a ser necesaria la intervención del mismísimo presidente de la República (Sergio Mattarella, figura de enorme prestigio personal). Atlantia aceptó la sanción correspondiente y no fue necesario que el Estado tuviera que indemnizarla. Así se evitaron mayores daños, pero lo que quedó suficientemente claro era la natural incompetencia de los dirigentes de Cinco Estrellas para afrontar la gestión pública.

Dentro de unas semanas, en concreto entre el 7 y el 9 de noviembre, este partido celebrará su convención para elegir un nuevo líder o una dirección colegiada. Suceda lo que suceda, la formación se presenta en un estado sencillamente lamentable: Davide Casaleggio, considerado “tótem” de la formación e hijo del fundador del partido, ya no cuenta para nadie; y Alessandro di Battista, su figura más emergente, ni siquiera posee escaño parlamentario. Así que, en principio, de haber un nuevo líder, y con un Di Maio más que amortizado, parece que el partido lo comenzará a dirigir alguno de los ministros que integran el segundo Gobierno Conte. Pero, más allá de liderazgos, ¿qué se puede ofrecer a la sociedad italiana? La renta de ciudadanía, ya casi seguro que no; medidas de semejante calado, impacto y efectividad, parece que tampoco. Así que todo parece reducirse a una negativa al MES, pero seguramente en este asunto, como en tantos otros, nuevamente volverán a actuar como corriente de transmisión de quien realmente gobierna, que es el PD junto con Conte con la vigilancia permanente del presidente Mattarella, que siempre tiene un exquisito cuidado por no salirse de su papel de jefe del Estado. 

Ya sabemos que la política italiana es muy pero que muy imprevisible, y que puede deparar sorpresas en cualquier momento. Pero, a la luz de lo que se ve en este momento, da la impresión de que Cinco Estrellas está iniciando una clara agonía y que será recordado por el célebre “taglio” del número de parlamentarios, así como por la honestidad de su dirigencia. Es lo que tiene haber votado no “a favor”, sino “en contra”, sin reparar en las contradicciones de un discurso. Es lo que tiene la llamada anti política”, que solo destruye y no construye, hasta que se acaba destruyendo a sí misma.

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