Se acerca cada vez más el momento de la negociación definitiva para la obtención de los tan necesarios fondos de la Unión Europea, para lo que está prevista una cumbre al más alto nivel (jefes de estado y de gobierno) los días 17 al 19 de julio, pero, Italia, que debe ser junto con España el mayor receptor de ayudas no solo por número de afectados sino también por la cada vez mayor fragilidad de sus economías, sigue sin tener una postura unánime respecto a su otrora indiscutible europeísmo.
Y es que entre medias vuelve a estar sobre la mesa del debate político un tema que ha sido objeto de constantes discusiones: el Mecanismo de Estabilidad Europeo (MES), también conocido como “Mecanismo salva-estados”. Este mecanismo comenzó a negociarse en el verano de 2019, cuando la coalición de gobierno italiana era en parte antieuropeísta: de un lado, la Lega de Matteo Salvini, declarado enemigo de la actual construcción europea; de otro, un Movimiento Cinco Estrellas que, aunque nunca ha estado en el grupo de los partidos antieuropeístas, fue en su momento rechazado por el tercer gran grupo parlamentario (los liberales de Margret Vestaguer) cuando Cinco Estrellas quiso que sus eurodiputados pasaran a engrosar sus filas, ya que su europeísmo resulta más que cuestionable.
Pero las circunstancias, como es sabido, cambiaron muy mucho en el verano de 2019 y, más en concreto, en el mes de agosto. Salvini, con las encuestas muy a favor, quiso hacer caer el gobierno, pero su acción le salió mal: cuando menos lo esperaba, el “altro Matteo” (nos referimos al ex primer Ministro Renzi), que era un declaradísimo enemigo del Movimiento Cinco Estrellas (aún hoy, estando en la misma coalición de gobierno, sigue dejando deslizar críticas hacia estos, aunque su tono se haya templado mucho), convenció a la cúpula de su entonces partido (el Partido Democrático) de que se trataba de una ocasión única para mandar a Salvini a casa y de recuperar el gobierno para, entre otras cosas, recuperar una causa europeísta que él ya había defendido abiertamente en su tiempo como “premier” (2014-16). La consecuencia de todo ello fue la conformación de una nueva mayoría de gobierno (ya no era “giallo-verde”, sino “giallo-rossa” con relación al amarillo de Cinco Estrellas y al rojo del PD) y la presentación de un nuevo Ejecutivo que, no obstante, seguía presidido por la misma persona (el jurista Conte).
Todo esto permitió cambiar por completo la dinámica de la relación del gobierno italiano con la Unión Europea: si en el otoño de 2018 (e igualmente en la primavera de 2019) había estado a punto de recibir una histórica sanción por exceso de deuda, un año después se pasó a que los italianos se llevaran una de las carteras más importantes de la Comisión (la de Asuntos Económicos, que quedó en manos del ex primer ministro Gentiloni) y que igualmente un italiano fuera elegido Presidente del Parlamento europeo (Davide Sassoli, como Gentiloni miembro del PD). Es más, la Unión Europea no sólo aprobó sin mayor inconveniente los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para el año 2020, sino que incluso le permitió llevar el objetivo de déficit al 2.2%, cuando al anterior gobierno (el encabezado por Di Maio y Salvini) no le dejó pasar del 2.04%.
Pero ahora vuelve a ponerse a prueba la actual mayoría de gobierno, ya que hay que votar en un plazo relativamente corto a favor o no de la aplicación del MES, y, a pesar de que tres de los integrantes de la actual coalición de gobierno (el PD, Italia Viva y LeU) son abiertamente partidarios de hacerlo, el Movimiento Cinco Estrellas, que sigue descabezado tras la dimisión de Di Maio como líder del partido en enero pasado y que no cesa a la hora de ver nuevas deserciones de miembros hacia su partido (la semana pasada una diputada se marchó al Grupo Mixto y una senadora también se marchó pero para engrosar el Grupo Parlamentario de la Lega de Salvini), vuelve, al menos de momento, a recuperar su posición inicial contraria al MES y de momento su intención es votar “no” a la aplicación del mismo. Lo que supone que en este momento en ambas cámaras existe una mayoría en contra del MES: 361 noes frente a 227 en la baja, y 175 votos negativos por tan solo 117 favorables en la alta (el Senado). Y eso que uno de los tres principales partidos del centroderecha (Forza Italia) es partidario de votar a favor del MES, pero pesan demasiado los más de 200 diputados del Movimiento Cinco Estrellas, así como los 95 senadores de esta misma formación.
Todo esto está creando no solo una fuerte discusión entre PD y Cinco Estrellas, sino, lo más relevante, poniendo en entredicho la figura del Primer Ministro Conte, que no es capaz de poner orden en las filas del partido que le llevó a la presidencia del Consejo de Ministros en junio de 2018. En ese sentido, Conte sufre las consecuencias del clásico sistema de listas cerradas que tanto se aplica en el conjunto de países de la Unión Europea: debemos recordar que, cuando tuvieron lugar las elecciones de marzo de 2018, Conte no era el cabeza de cartel de su partido, sino Luigi Di Maio, y que en la lista de ministros que Di Maio dio a conocer dos días antes de convocarse esos comicios generales Conte aparecía tan sólo como titular de Función Pública, con lo que su papel en el partido era nulo.
En lo que constituye toda una paradoja, Conte no solo lleva ya más de dos años consecutivos como Primer Ministro (algo que muy pocos pueden decir en la Historia de la I República italiana), sino que su eficaz gestión de la emergencia sanitaria le ha convertido en el político más popular del país, e incluso le ha afianzado como líder fiable para el resto de países comunitarios. Pero eso no evita el hecho de que el partido al que representa (y del que por cierto nunca ha formado parte, ya que no es militante) se encuentre profundamente dividido entre los contrarios a seguir en el pacto con el PD (sector liderado por el exdiputado Alessandro Di Battista y por Davide Casaleggio, hijo de uno de los dos fundadores de esta peculiar formación) y los que consideran que el pacto debe seguir adelante, como es el caso de Roberto Fico o Paola Taverna.
En juego hay nada más y nada menos que 36.000 millones que supondrían una inyección de capital fundamental para las empresas italianas. De ahí que ya comience a pensarse en la posibilidad de forjar una amplia coalición de gobierno (con un sector de Cinco Estrellas y PD por la izquierda, y Forza Italia por la derecha, quedando en el medio pequeños partidos como el de Renzi, Bonino o Totti) con la que poder presentarse en una posición de fuerza ante las autoridades europeas. En el lado contrario, un Salvini y una Meloni que ven en toda esta cuestión una ocasión única para forzar unos comicios anticipados que no pudieron lograr en el verano de 2019. Y todo esto a tan solo unas semanas de la negociación de unos fondos fundamentales no sólo para los países más afectados por la epidemia del coronavirus, sino, sobre todo y por encima de todo, para el futuro de la construcción europea, que se juega y mucho en este envite. Veremos de qué manera finaliza el enésimo entuerto típico de una clase política, la italiana, dada a hacer aún más compleja la acción política incluso en momentos en los que es más necesaria que nunca la unión.