Cuenta el profesor Rodríguez Braun que cuando Hayek convocó en 1947 a 36 intelectuales para discutir sobre el futuro del liberalismo, no hubo acuerdo en casi nada. Ni siquiera acordaron el nombre que querían darle a su asociación, así que el economista Frank Knight propuso bautizarla con el nombre del sitio donde estaban: Mont Pelerin. Desde el año pasado, la Sociedad Mont Pelerin, considerada el think tank original del liberalismo actual, está presidida por un español, Pedro Schwartz.
Esta designación ha concitado una unanimidad que no se veía entre los liberales desde que Rajoy los invitó a fundar un partido aparte en el congreso de Valencia. De hecho, Esperanza Aguirre, que fue el blanco de esa invectiva, ha promovido un homenaje a Schwartz, celebrado recientemente. El jurista y economista fue fundador de la Unión Liberal que devino en el Partido Liberal que acabaría integrándose en Coalición Popular, precursora del PP.
Aguirre destacó que «la honestidad intelectual» de Schwartz le ha privado de los honores y reconocimientos que otros, con currículos menores, han disfrutado profusamente en razón de sus simpatías políticas. «Su fidelidad al liberalismo le ha privado de medallas y honores», subrayó.
Rodríguez Braun recordó que Schwartz le rescató de «los desviados caminos de la izquierda» en el año 1967. Y el Premio Nobel Mario Vargas Llosa recordó que conoció a Schwartz cuando Perú, su país, estaba bajo una dictadura militar.
«Pedro ha superado un defecto muy liberal, que es conformarse con la visión económica. Eso ha generado la visión caricatural del liberal como un hombre deshumanizado, desinteresado por la condición humana. Él está en las antípodas de ese liberal».
Schwartz fue alumno de Popper en el Reino Unido, donde se trasladó a estudiar después de ser vetado para formar parte del Servicio Diplomático, en el que estaban su padre y su hermano, por haber participado en protestas estudiantiles en 1956. En su discurso de agradecimiento, Schwartz recordó como un hito del liberalismo español que en la Constitución de 1978 se introdujeran, gracias a Joaquín Garrigues Walker, dos principios fundamentales: el que concede cierta protección a la propiedad privada y el que consagra la libertad de empresa.
«La libertad es una filosofía amplia, que cubre toda nuestra vida», dijo Pedro Schwartz. «Los liberales no son partidarios del capitalismo de amiguetes ni del capitalismo salvaje. Pero tampoco de la proliferación de leyes y regulaciones, ni del Estado salvaje. Y esa pelea se libra en el BOE, y éste lo suele controlar quien mal gobierna la energía, quien regula mal las finanzas, quien adultera el valor del dinero… Por eso hay que mantener la columna vertebral del mercado, que es un cauce por donde discurren los deseos del individuo. Por eso el liberalismo se ha hecho indispensable. Esa es nuestra gloria y nuestra tarea».